Y para acabar hemos acertado con un pequeño restaurante que además de ser una monada tenía comida “comestible”.
Su lema era: “La gente a la que le gusta comer son siempre la mejor gente”.
En la calle descubrimos un par de negocios que son extraños en este país: “marmolistas” de lápidas de cementerio. Y es que estamos en un estado cristiano. Vaya, todos los de Nagaland lo son y si alguno no lo es, es que no es de Nagaland.
Pero sí que estamos en la India y así encontramos multitud de puestos callejeros en las aceras de tipo mercadillo y algunos de animales vivos como pollos, pero también de ranas.
Unas ranas enormes que mantienen atadas unas con otras para evitar que salten del barreño donde están.
Los puestos de ranas suelen tener también grandes barreños llenos de unos caracolillos negros y pequeños. Imagino que serán de agua dulce como algunos puestos de pescados que hay por allí.
Y algunos recipientes llenos de unos insectos secos o fritos, no sé, y otros con grandes orugas vivas.
O estos nagas no tienen tabúes alimenticios o los emplean como cebos para pescar. Claro que no he visto ríos.
Pero los mejor expuestos son casi siempre los de vegetales.
Y como en muchos mercadillos encontramos personas dispuestas a posar complacidas.
Y también, como no, sastres con puestecitos que dan a la calle y que utilizan viejas y muy usadas máquinas de coser.
Una peluquería de caballeros situada en un primer piso tiene delante un flameante rótulo de “Computer Training&Repairing” que contrasta con lo desvencijado del edificio.
Y aunque esta ciudad, o quizás este estado, no tiene nada que ver con la India profunda seguimos estando en el mismo país y así encontramos unas taquillas con distinción de sexos. ¿O tendría que escribir “de géneros”?
Otra característica que los diferencia del resto del país son los servicios públicos que he encontrado y con buen aspecto, por lo menos exterior.
Y todos con un letrero que los anuncia, aunque no tenga escrito “Toilets”: “Pay and Use”.
Acabo el reportaje fotográfico con esta mamá con niño.
Terminamos el día de turistas con una breve visita a la gran iglesia baptista que hay cerca de nuestro hotel. Y digo breve porque no he visto un recinto sagrado más vacío que aquel.
Por cierto, que he visto un gran letrero de “La paz sea contigo” de la “Asociación de jóvenes católicos angamis de Kohima”.
Busco en Wikipedia y me entero que ese grupo, los angamis, son el principal grupo étnico de este estado y que el 98,62% son cristianos, aúnque la mayoría son baptistas.
Y como nos dijo nuestra querida Mercy, a las 5 empiezan a cerrar todos los establecimientos, aunque el centro de la ciudad sigue embotellado como todo el día. Eso sí: estamos en Nagaland y no se oye ni un claxon.
Pero no todo debe ser así de ideal o quizás hay gente muy acojonada: en esta puerta, que por su aspecto no parece albergar un tesoro, he contado siete candados, dos pestillos y una barra. ¡Eso es confiar en tu prójimo! Confiar poco.
10/02/2021 a las 12:22
Este capítulo es un chute de serenidad, después de las aventuras de días pasados. Como siempre, admirables fotos.
10/02/2021 a las 18:50
Tengo que reconocer que este día fue como de balneario.
Muchas gracias y un beso
17/02/2021 a las 23:18
La foto del rostro de mujer sonriente es una auténtica maravilla, con su halo de luz, su expresión es increíble y conseguir captar todo ello…
18/02/2021 a las 17:22
Bueno, ya sabes que llevo una buena fotógrafa conmigo, aunque tenga que cargar yo con el equipo.