Lo esencial es que la vida tiene efectos secundarios que son de los que nos ocupamos. De los primarios se encarga el gen egoísta.
Lo de lo secundario siempre me suena injusto, casi siempre atendiendo a dos aspectos; uno de ellos que es difícil para quien no sea muy reflexivo y minucioso decir qué y quién es secundario o no en su vida, e incluso en sus símbolos como en el cine; otro, un primer caso que recuerdo de una clase de Biología en la que mi amigo Luis y otros (yo entre ellos) argumentamos con un profesor que nos animaba a participar en clase, cosa rarísima entonces, a cuenta de los caracteres sexuales secundarios que los alumnos entendíamos que no eran tan secundarios. El profe nos dejó claro qué era primario y qué secundario y en el ambiente quedó claro que las palabras incluyen una ambigüedad inevitable.
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