¿Cómo no lloras Simón?

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Solo por escuchar al magistral Joaquín Díaz tendría valor este canto viejo de la España dividida en pirroquias, aunque esa división parece que continúa. Además viene a cuento porque un hombre alabado por su serenidad en los momentos más duros de la Covid19 parece que echa todo a perder cuando se suelta en un repente unas risas con unos yutuberos en respuesta a una pregunta maliciosa. Es común que la presencia de una cámara o un micrófono aflore el tonto que todos llevamos dentro.

Hay que recalcar que el chistecito de las «enfermeras infecciosas» ocupa 30 segundos de una entrevista de hora y media en la que Fernando Simón sale como una persona sensata y valiosa. Quienes le exigen una disculpa con seguridad no han visto la entrevista y son auténticos negacionistas, puros negacionistas de las personas de carne y hueso, afirmacionistas de las personas de cartón piedra. ¿O es que las «enfermeras» no cuentan chistes de médicos?


Pobre Simón que no se ha enterado de que ya no se puede hacer chistes de enfermeras. Las enfermeras tienen identidad, los catalanes tienen identidad y por eso no se pueden hacer gracietas ni de las enfermeras ni de los catalanes como hacía el gran Eugenio hace 25 años. La norma es: solo se puede hacer chistes de quienes no tienen identidad, como los madrileños o asimilados que no tenemos. Incluso se les puede insultar, como a la presidenta de Madrid para la que hay tarifa plana de insultos. Ningún valiente insulta a la de Navarra, Comunidad que no parece hacerlo mejor que Madrid en la segunda y sucesivas olas.

Otro ejemplo, Joaquín Díaz. Si fuese anglosajón estaría cerca de Alan Lomax (nombrado «Leyenda viva de EE.UU.», ¡eso es un elogio y no «Principe de Asturias de la música indie»! por ejemplo), como es de Valladolid, castellano, sin identidad, no tiene más premios que uno de su pueblo.

Después de escribir y publicar lo que antecede he oído dos declaraciones en televisión. Las dos me han parecido penosas y disparatadas. Las disculpas de Simón, no por la disculpa en sí sino por la forma de articularla y de encajarla en su propósito de no recaer en el futuro me ha recordado los arrepentimientos soviéticos: «Tengo mucho camino por delante para aprender y hacerlo mejor» ¡Que ésto no es el crimen de la viuda negra! Es una boba torpeza y nada más, amplificadísima por la tele e Internet, pero nada más.
Mucho peor me parece la opinión del Ministro del Interior, que da a Simón una sensibilidad (entiendo que quiere decir que se la reconoce) pero al que este «ramalazo grave» de Simón le hace pensar que hay quien duda de la violencia machista. Que un Ministro del Interior haga una analogía de la torpeza de Simón con la violencia le incapacita, en mi humilde opinión, para ese menester y le homologa como comisario moral, que es algo que se lleva mucho de la mano del coronavirus. ¡Qué torcida utilización de la palabra ramalazo, precisamente ramalazo, que es posible que él haya sufrido alguna vez! ¿Es un lapsus de la sensibilidad o la primera piedra de una previsible lapidación?

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