Más del “South China Morning Post”.
Un anciano, “elderly”, de 65, (¿eso es mayor?) que era la primera vez que viajaba en avión abrió la puerta de emergencia para salir antes y evitar la cola cuando llegaron al aeropuerto. Inmediatamente le rodearon el personal del avión y los de seguridad del aeropuerto.
El hombre se quedó sorprendido cuando vio que no había ninguna escalera para bajar.
Parece que solo le cayeron 10 días de arresto.
NB
El abuelo de la foto no es que iba a saltar, que obviamente no lo tengo, así que he buscado a uno que tuviese pinta de viajar poco en avión. Este era de Urfa.
Pero parece que no es algo tan extraño, pues también decían que un joven de 25 fue multado con 70.000 yuanes, 9 mil euros, por abrir esa puerta de emergencia para refrescarse mientras esperaba que despegase el avión. ¡Eso se llama ser impaciente!
Pero lo más extraño de esos comportamientos es echar monedas en los motores del avión para tener buena suerte. ¡Cómo se ponga de moda como los estúpidos “candados del amor” vamos jodidos!
El agua y sus propiedades.
En el hotel, excelente hotel, de Hangzhou nos ponían cada día dos botellas de agua de 33 cm³ con un collarín que a mí me resultaba novedoso, aunque quizás tú, avezado viajero de “excelentes hoteles”, lo consideres algo habitual.
El citado collarín, además del inevitable cuadrado con el código QR tenía más información en chino y alguna con traducción al inglés: “Metabolism”, “Best Drinking Time at 7 am” y “With Compliments”.
Lo de “Metabolism” se entiende: el agua es necesaria para el metabolismo, pero eso es una obviedad que no merece ser escrita. Lo curioso es lo de “la mejor hora para beber”, que parecía lo de las “happy hours” de los bares de copas. ¿De verdad creen los que han diseñado el collarín que es mejor beber a la 7 de la mañana que a las 8?
¡Las tonterías de los diseñadores de collarines de botellas de agua no tienen límites!
El té.
En todo el viaje me he encontrado siempre a la gente bebiendo té en todas las circunstancias y llevando siempre un pequeño termo con ellos.
Así hay surtidores de agua caliente en trenes y estaciones y en algunos (o todos, no sé) parques, e imagino que en muchos otro sitios que desconozco.
Un día entramos en un restaurante de Jinhuá y como llevaba una botella de plástico en la mano que quería tirar les pedí que la echasen a la basura, pero me la llenaron de agua caliente, lo que me hace pensar que también las rellenan en los restaurantes.
O sea que beben té sin parar, pero inexplicablemente en las comidas del barco nos llenaban un vaso de té y solo se bebían la mitad del vaso. Y en el desayuno solo nos ponían té a nosotros dos.
Del día del paseo en “Wetland park” de Hong Kong.
Cuando leí sobre la vida salvaje de China decía la información que sería improbable que vieses muchos de esos animales a menos que fueses un especialista o tuvieses mucho tiempo, paciencia, persistencia, determinación y suerte.
Pues imagínate si además de querer verlos quieres también fotografiarlos.
Así los fotógrafos que encontramos en alguno de los puntos de observación tenían “tiempo, paciencia, persistencia, determinación” y solo estaban esperando su momento de suerte. Y nosotros no teníamos ninguno de los cuatro primeros “elementos” y tampoco tuvimos el quinto.
Así que esta fotografía es de un día con suerte: un tarro blanco.

Tarro blanco en la Salada Pequeña.
Sobre las letanías en los escolapios.
Ampliación sobre lo que escribí en la crónica 19 del día 12 de abril.
En el rezo de las letanías después del rosario siempre había algún atrevido escolar que el “ora pro nobis” que contestábamos todos con ímpetu al “Rosa mystica”, por ejemplo, lo cambiaba con un “a casa Molins, a beber anís”. Y el escolapio que dirigía el rezo, si era astuto, paraba de repente y cogía al osado con lo del “anís”. Y allí los castigos eran corporales, nada de “vete al rincón de pensar” o tonterías similares.
NB
Obviamente estos no son alumnos de los escolapios, que son dos abuelitos de Erzurum, ciudad de la que habla mucho Pamuk en “Nieve” y no muy bien de los erzurumíes.
El deporte engorda.
Por alguna razón que está más allá de mis conocimientos, estoy suscrito a una web china de productos de belleza y similares. No he comprado nunca nada allí, ni siquiera he buscado información en su web aunque una vez me enviaron a mi correo un albarán de una compra que no hice.
Pues bien, acabo de recibir una nota cuyo “asunto” me deja muy sorprendido: “El deporte hace engordar”. Y no puedo dejar de leerla.
“Se dice que más ejercicio o deporte quema la grasa abdominal y de las caderas. Sin embargo, las experiencias demuestran todo lo contrario: Los hombres siguen engordando, a pesar del deporte”.
Imagino que tú estarás, como yo, entre los equivocados.
“Un estudio de 2014 demostró que especialmente las personas que por razones del peso hacían deporte, en muchos casos engordaron.”
¿Y quién lo dice? Pues nada menos que la “Arizona State University” de EE.UU.
¿Cómo se soluciona? Pues a mí se me ocurriría que lo más fácil sería dejar de hacer deporte. Sin embargo los de esta empresa sugieren:
“Haga su cuerpo sudar. Pero no olvide entonces beber suficiente agua y utilice sal natural de alta calidad para su comida, para compensar la pérdida de sal. La sal marina natural de XXX, que se cosecha a mano y es con garantía libre de sustancias nocivas, contiene todos los minerales y oligoelementos naturales”.
Muy importante: que la sal sea cosechada a mano. Imagínate que si se hace por procedimientos mecánicos ese instrumento en cuanto ve un oligoelemento natural lo destruye.
Así el recogedor de sal “no humano” descubre un átomo de molibdeno y lo elimina. Y, ya ves los recolectores “a mano” aunque vean una cagada de gaviota en la sal allí dejan todo no se vaya a perder el boro.

Lanzarote, Salinas de Janubio.
Que esta publicidad me ha recordado a otra, de la que creo que ya escribí, de una comida para perros o gatos, que anunciaban en una publicación “posh” francesa (lo que es doble “posh”) sobre que estaba elaborada por manos de vírgenes nubias.
En resumen, mejor la sal que el deporte. Lo que no sé es cómo vas a sudar.