38. China 2019. 19 de abril, viernes. Décimo octavo día de viaje. Crucero por el Yangtsé. Día 2. Segunda parte.

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Se van a la excursión opcional matutina y como nos hemos quedado casi solos en el barco nos dedicamos a pasear por él y a fotografiarlo.

 

 

 

 

No está mal, pero me ha decepcionado. Así la moqueta que cubre  todo el interior ha tenido mejores momento; el salón de lectura comparte el espacio con el gimnasio, el cual tiene dos cintas de andar  y dos camas (o algo así) para doblarse y una barra con pesas.

En el bar un fotogénico conjunto de botellas multicolores de Bols. ¡Qué recuerdos me traen esas botellas con esa forma tan especial y esos nombres únicos! Siempre estaban en los anaqueles de los bares y nunca vi a nadie pedir una copa de ellas.  Pues ya ves, aquí tienen una colección completa pero no sé si alguien las pide o son puro atrezo.

Claro que si quería un “crucero chino” creo que no podía haber elegido otro mejor.

Susan, la guía, parece que organiza la vida turística del pasaje, pero que no acompaña a las excursiones, así que nos explica en qué consistirá el crucero, lo que vamos a ver, las visitas opcionales y como somos los únicos extranjeros nos dice que muchas veces hablará solo en chino y que luego nos lo explicará personalmente a nosotros por no repetir todo por megafonía.

Y en esta tranquila mañana nos sentamos en el salón con una ventana abierta por donde entra la brisa del mar (es del río, pero es como si fuese del mar) y con una suave música: una maravilla. Hasta que uno de otra mesa pone su teléfono con algo estridente. Me levanto y le digo que ya hay música en la sala. Se marcha, no sé si enfadado o no, pero eso de enseñar   a todos los chinos se va a transformar en una pesada carga para mí. Es que son más de mil trescientos millones. (Además imagínate, que de chino no sé nada y nadie excepto Susan habla inglés, así que toda la queja ha sido gestual y en castellano).

Hay una sala de juego y algunas señoras ya están jugando al mahjong.

En la cubierta del barco hay una gran bandera y los pasajeros se fotografían con ella y componen una estampa muy divertida.

Y se acaba la tranquilidad cuando regresan los de la excursión.

A la entrada del barco los reciben con una taza de té.

Llega la hora de la comida  y volvemos a lo mismo: nosotros somos solo 4 en la mesa y en las otras del mismo tamaño son 10 ó 12 comensales. Creo que alguno incluso se ha quejado y quizás por ello se sientan con nosotros dos chicas que hacen de guía en las excursiones  y Susan. Así ya somos siete.

Y lo de la comida ha sido estupendo: una bandeja detrás de otra, todas sin picante y muy bien cocinadas  con abundancia de verduras y vegetales diversos. Para nosotros una gloria. Y además aquellas jóvenes están medio inapetentes porque no comen casi nada  y a mí me da mucha pena dejar tanta comida. Además compruebo que al acabar recogen todo mezclado lo que está sin tocar, o sea que ni siquiera lo utilizan para potaje para la cena, o para albóndigas o ropa vieja. Todo a la basura. Una pena.

Pero tampoco se corresponde con los comentarios que he encontrado en TripAdvisor donde decían de estos cruceros, no de este en concreto,   que había comida occidental y china.  Y no dejo de pensar en la frase de recomendación de Paco Nadal: “Sobre todo elegid un buen barco”. Y es que solo pudimos elegir uno y eso no es “elegir”.

Llega la hora de la excursión y nos reunimos en el “lobby”; allí empieza nuestra verdadera vida de turistas chinos pues nos relacionan por el número de habitación y así aparecemos en una lista con otros más.

Nos coge una guía y en autobús vamos hasta el complejo de la presa y aquello es China en su verdadera esencia: una multitud de turistas chinos contemplando aquella maravilla de la ingeniería.

Además en nuestro autobús se ha subido una pareja de occidentales mayores. ¿Dejaremos de ser los únicos extranjeros del barco? Pues no, que son unos australianos que han perdido su autobús y los han acoplado en el nuestro hasta que coincidamos con su grupo.

Porque la excursión de esta tarde es de las más complicadas que recuerdo: te llevan de un lado para otro, pero siempre en el entorno de la presa para mostrarte la magnitud del proyecto.

Y como en otros lugares unas jóvenes le piden a Marisa que se fotografíe con ellas.

Ya lo he escrito en otra crónica: les debe recordar a su abuelita a quien tanto quieren o querían, porque estas incluso le cogen del brazo cariñosamente.

Y además  del autobús también cogemos unos autobusillos que nos llevan dentro de un recinto y luego a unas larguísimas escaleras mecánicas que te trasportan a un punto de observación y todo rodeados de tanta gente que nosotros hemos decidido tener como punto de referencia a uno del grupo que lleva un niqui rosa y eso nos sirve de faro y guía.

Porque es facilísimo perderse por allí.

Acabamos con la presa y vamos a lo del ascensor y aquello sobrepasa todo lo que puedas imaginar. Porque se trata de salvar los más de 100 metros de desnivel de la parte inferior de la presa a la parte superior. Y aquí hay dos caminos: uno, el que yo creía que íbamos a hacer que es el clásico de estas situaciones, o sea por medio de esclusas y que aquí utilizan las gabarras  y barcos grandes de carga. Y el otro que es por medio de un ascensor, que hasta que lo vi no lo entendía a pesar de las explicaciones que me había dado Susan.

Piscina donde entra el barco.

Coges un barco en la parte inferior de la presa que se dedica a hacer este circuito. Se dirige por un canal hasta un punto que está cerrado frente  la presa. Allí se queda en una piscina que se convierte en un ascensor. Ahora se trata de subir esa piscina 100 metros hasta la parte superior de la presa. O sea, salvar esos 100 metros de desnivel y hacerlo por medios mecánicos.

Susan nos había explicado donde situarnos en cada punto de la operación y gracias a esa información, que llevaba escrita, estuvimos magníficamente situados para ver la entrada del barco en la piscina. Y cuando el personal se percató casi todo el pasaje se dirigió a la proa y allí estuvimos en primera fila, pero con varias (quizás miles, o por lo menos decenas) de filas detrás apretándonos.

Piscina cuando llega a la parte superior.

Por si vienes: primero en la proa; cuando se cierra en la popa. Cuando sube de nuevo a la proa y cuando llega el final de nuevo a la popa.

Subiendo dentro del barco.

Un sinvivir pero realmente mereció la pena la experiencia que es tan impresionante que no la puedo explicar.

Túnel de salida del barco.

Regresamos para cenar y una de las guías de la mesa se sorprende como manejamos los palillos a pesar de que somos los únicos a los que proveen de cubiertos occidentales.

Susan nos insiste en que vayamos a la recepción del capitán, que él estará solo un momento porque entonces el barco estará navegando y él debe estar en el puente de mando.

Es nuestro primer crucero (que no viaje en barco), pero sí hemos visto muchas pelis donde tiene lugar esa ceremonia del “Captain’s Welcome Reception” y la de  hoy no tiene nada que ver.

En el salón de actos, que hace también de bar están todos los pasajeros sentados en filas de sillas pero a nosotros nos dicen que lo hagamos en la barra del bar que está en el extremo opuesto del estrado donde se sitúan el capitán,  Susan, el “manager” (que no sé qué cargo es ese en un barco) y dos jóvenes vestidas de chinas típicas bajo unos potentes focos de luz.

Nos obsequian con “champagne” de marca “Changyu”. Regularacho, pero aquí debe ser algo muy especial.

Insiste en que si queremos más que lo pidamos. También nos habla el capitán a todos y luego Susan nos lo traduce solo para nosotros, lo que me da algo de vergüenza. La diferencia es que cuando el capitán acaba el personal aplaude  y cuando lo hace Susan nadie mueve un dedo.

Han colocado una especie de buffet con cosas para picar  y a nosotros como deferencia nos colocan un par de platitos con unos trocitos de fruta, un par de vegetales en tempura y un trocito de dulce. Repito el champan y el pobre camarero no puede abrir la botella. Pide ayuda a un pasajero forzudo y acaba rompiendo el corcho. Todos desconsolados.

Luego algunos se quedan bailando y nosotros a dormir que mañana hay que madrugar. De nuevo.

 

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