Tu abuelo a tu edad,

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pongamos de 9 a 11 años:
– No había salido nunca de su provincia natal, Zaragoza.
– Había visitado dos pueblos de esa provincia.
– Nunca había subido a un coche; entonces se decía a un coche particular. En cierto sentido era una bendición, se podía estar en la calle en la acera y en la calzada porque no había coches; por otra parte tu mundo se limitaba mucho, dos años después tuvo un compañero que venía al colegio en bicicleta desde un poco más de dos kilómetros y le pareció una heroicidad.
– Había viajado en tranvías abarrotados con hombres colgados en los parachoques traseros. Años después quitaron los tranvías en su ciudad por anticuados (en plena primera «crisis del petróleo» una gran catástrofe olvidada) y hace cinco años han vuelto a instalar tranvías porque son lo mejor y más sostenible.
– Había viajado en autobús, de los que entonces se llamaban coches de línea y que tardaban casi tres horas en recorrer 61 kilómetros, parando un rato en todos los pueblos, grandes o pequeños, de la ruta.
– No había viajado en avión ni se le había pasado por la cabeza que se pudiese viajar en ellos, aunque estuvo muy cerca de dañar un Junkers JU52.
– Nunca había comido en un restaurante.
– Iba siempre solo al colegio a unos 600 metros de su casa.
– Llevaba una carterica con un libro, un cuaderno, un lápiz y una goma. Años después llegaron los bolis. Tenía otros cuantos libros más en el pupitre del colegio y no tenía que llevar esos cajones pesados con ruedas que tienes que arrastrar a diario.
– En invierno hacía un frío irremediable, en el colegio se helaban las fuentes, en la calle se helaban las fuentes y en la casa hacía frío siempre, menos en la cocina cuando estaba encendida o en la mesa camilla redonda cuando el brasero estaba encendido. En su calle había una carbonería, un sitio donde se vendía carbón en pequeñas cantidades.
– No tenía miedo del coronavirus, pero si de otros virus de los que había conocido enfermos con secuelas muy dañinas, la viruela y la polio, que eran muy mortíferas y producían grandes deformaciones y cojeras a quienes se salvaban. Estos virus que eran peligrosísimos y que habían producido una mortalidad elevada están erradicados. La mayor parte de las personas ni siquiera sabe hoy el nombre de quienes lograron descubrir las vacunas de estas enfermedades.
– Cuando abría el grifo para lavarse, muchas veces salía un agua barrosa de color marrón bastante intenso, por lo que lavarse no era muy apetecible. Aún así se lavaba, en bastantes ocasiones sin provecho.
– En cuanto al papel higiénico que gastas con tanta alegría, había uno muy popular de marca Elefante que era rugoso por una cara y casi satinado por la otra, no era agradable, sí más que el papel de periódico.
– No tenía teléfono ni móvil ni fijo. A veces iba con su madre (a quien llamaba madre) a llamar por teléfono a un locutorio, que era un local de la compañia telefónica (solo había una) en el que había muchas cabinas pequeñas (menos de un metro cuadrado) con puerta y un teléfono dentro. En el local había muchas señoras a las que se les llamaba operadoras y tenías que decirle a una de ellas a qué número de qué sitio quería llamar. Por ejemplo: «quiero llamar al 12 de Colmenar Viejo». Te sentabas a esperar a que una operadora pudiese ocupar una línea telefónica con Colmenar y fuese tu turno y te llamaban más o menos así: «Con el 12 de Colmenar Viejo a la cabina 6». Entonces podiáis hablar. Otro día te cuento como se podía hablar con alguien que no tenía teléfono, porque nadie de mi familia tenía teléfono en su casa.
– A veces su madre (una de tus bisabuelas que no has conocido) le llevaba «de visita» a casa de familiares y amigos y había que estar allí quieto un buen rato sin hacer nada, salvo si en esa casa había niños con los que tenías que ir a jugar obligatoriamente.

Si no te ha cansado conocer aspectos del pasado seguimos otro día. Con lo que te he escrito es suficiente para que no aceptes que algún bobo agorero diga que vivirás peor que tus padres o alguna calamidad parecida. No es porque tengas mas cosas, que no es importante, sino porque eres más libre y más capaz de lo que hemos sido a tu edad. Todos y tú también hemos ido a hombros de gigantes. Seguro que cuando eras pequeñita y te ponía en mis hombros sentías que yo era muy grande y ya sabes que los gigantes siempre intentamos hacer algo bueno por los demás, por lo menos que vean más lejos.

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Una respuesta to “Tu abuelo a tu edad,”

  1. Carmen Valladares Says:

    Qué relato tan hermoso

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