21. Hong Kong-Macao-Shanghái. 2018. 29 de marzo, jueves. Décimo día de viaje. Hong Kong, día 9. Primera parte.

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Hoy ha sido un día especial pues hemos dejado Hong Kong para ir a una isla.
Primero una breve lección de geografía, aunque algunas de las cosas ya las he ido explicando.

 

 

 

Lo que hoy se conoce como Hong Kong está formado por la isla de Hong Kong, el “continente”, o sea Kowloon y los Nuevos Territorios, comprendiendo estos parte de tierra en el continente y también unas 200 islas, siendo las más importantes Lantau, Lamma, Cheung Chau, y Peng Chau. Además hay una parte de Kowloon llamada Nuevo Kowloon que se considera que forma parte del primero, pero que administrativamente forma parte de los Nuevos Territorios. Pero eso ya es para nota. También que los Nuevos Territorios son el 86% de la extensión de Hong Kong, aunque solo tienen la mitad de la población.


Y hoy hemos ido a visitar Lantau, que es la más grande de las islas y aunque no te suene demasiado es muy importante, pues en ella está situado el aeropuerto de Hong Kong, o sea que casi seguro que has llegado aquí por ella y además si eres un niño chino te interesa saber que aquí está el “Disneyland Resort”. Bueno si eres un niño chino o un abuelo de Zaragoza, pues ahora está de moda regalarles a los nietos un viaje al Disney de París, y si eres más lanzado al de Florida. ¿Por qué entonces no uno a Hong Kong?


Pero hay otra atracción turística más importante: el Gran Buda y el monasterio de Polín.

Pero primero hemos desayunado y en el camino al comedor nos hemos encontrado con una amable señora que nos ha invitado a unirnos a un divertido juego de “Encontrar el huevo de Pascua”. A mí me suena de la pelis y me extraña que en nuestro país no se haya extendido esa costumbre. Quizás sea porque en estos días de “pasión y recogimiento” no se está para esos juegos infantiles y más si, como todo el mundo, estás en Cambrils.
En cualquier caso nosotros hemos sonreído a la “cazadora de huevos” y nos hemos ido a desayunar.

Una de las gracias de ir a Lantau es que se puede llegar hasta allí en metro y ya sabes que este medio de transporte es el preferido por los turistas, sobre todo si no eres capaz de leer nada en chino como nosotros. Y más si eres abuelito (“elder” según la tarjeta de transportes de esta ciudad), que da gusto que puedas recorrer casi todo el territorio por solo 2HK$.

Las estaciones del metro son amplias, limpias, luminosas y muy funcionales.
En nuestro vagón solo un joven con camiseta de tirantes: ¡pues claro los tatuajes, que hay que enseñarlos! Porque a pesar de que es primavera, casi verano, en el metro suele hacer bastante frío y la gente se cuida.

Y de nuevo la envidia: ni un papelito en el suelo de los vagones o de los andenes. Ni una pintada. ¿Por qué todos los marranos y macarras nos tocan a nosotros? Con la cantidad de chinos que hay también les podrían tocar unos cuantos cientos de miles de vándalos. Pues ni uno. Todos a nosotros.

Y digo “vándalos” en sentido figurado, porque si un vándalo de los de verdad viese las paredes de las estaciones de cercanías de los ferrocarriles españoles se moriría de vergüenza al ver que a los autores de tales fechorías les llamamos como a ellos. Vaya, que se haría alano. O suevo.

Esta línea de metro tiene pocas estaciones, pero en algunos casos a muy larga distancia unas de otras, y va a una velocidad como ningún otro metro que haya cogido antes.

Y así llegamos a Tung Chung, final de la línea y donde está la estación inferior de un teleférico que te lleva hasta el Gran Buda. Y aquí empiezas el día con la actividad que más apasionas a los hongkoneses: hacer cola. Una cola enorme para sacar el billete.

Por si vienes: hay posibilidad de sacarlo por internet y entonces te ahorras un trocito de la cola. Pero solo un trocito.
En la guía dice que hay un precio para “concession”, que debe ser como nos llaman aquí a los jubilados, pero la señorita taquillera me dice que es solo para los de aquí. Así que tarifa completa.

Y tienes que elegir entre “cabina normal” o “cabina de vidrio”. La diferencia, además del precio, es que la segunda tiene el suelo transparente de ese material. Así que si tienes algo de vértigo o miedo a estos artilugios, ya sabes.
Y entonces, ya con el billete te vas a una de las colas, “normal” o “de vidrio”.
Y hoy era un cola, cola. Larguísima.

En las cabinas van 8 personas, 4 enfrente de las otras 4 y aquí viene la ventaja de ir dos, porque los grupos familiares no se quieren romper y de repente la “acomodadora” de cabinas dice gritando en chino “necesito a dos” y tú levantas la mano rápido y te pasas a un centenar o más, que o no son parejas o no saben chino. Te recuerdo que en Hong Kong hablan cantonés y en general en el país mandarín, así que a lo mejor “necesito a dos” tampoco lo entendían todos los de la cola.

Nosotros hemos viajado con una pareja que llevaba tres niños pequeños, uno en cochecito, y una prima de ellos. Imagino.
El viaje dura casi media hora y es estupendo.


Una de las cosas que contemplas desde allá arriba es el aeropuerto de Hong Kong y parece mentira que sea tan grande.

Subiendo descubres que hay un camino que te permite hacer la ascensión andando. He visto a media docena haciéndolo así.


Y al llegar a la estación superior del funicular te encuentras metido en un verdadero “poblado atrapa turistas”. Restaurantes y tiendas (algunas preciosas) donde el personal hace la primera etapa de la peregrinación.

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