Ni un día sin su afán. Y todo por culpa del difícil visado para China.
El proceso sí lo recuerdas: rellenas el formulario, añades fotos, información de vuelos, hoteles, tren, la fe de bautismo (esto realmente no lo piden, pero por casualidad), pasas con todo ello por una mesa de comprobación de la documentación tras una cola de varias horas, luego te dan un papelito y esperas a que te llamen desde una ventanilla donde vuelven a repasar todo, todo, todo. Y si no tienes problema de ningún tipo (no fue nuestro caso), te dan otro numerito y esperas a que te llamen desde el cajero para que pagues el importe del visado.
Ya casi está todo, pues el cajero te da un comprobante para que en 4 días laborables (proceso normal) pases a recoger tu pasaporte con el visado. Allí una pequeña cola y ya está finalizado.
En el primer paso nos tiramos casi todo el día. Nos faltaba el billete de tren de Hong Kong a Shanghái y así tuvimos que regresar al día siguiente. Media mañana más.
Y hoy era el gran día.
Se pueden recoger los visados desde la 10 de la mañana. Pues hoy no, que empezaban a la una. Así que todo el plan matutino al garete.
Regresamos a la una y hay una cola enorme, pero al final ya tienes el codiciado visado aunque hayan transformado su obtención en el primer destino turístico de Hong Kong, por lo menos para nosotros.
Y encima hasta que no lo he tenido en las manos no estaba totalmente seguro de que nos lo fuesen a dar, después de los problemas que nos pusieron en la agencia a la que acudimos el primer día.
En el tiempo de espera buscamos un lugar cercano para visitar y nos vamos al parque Victoria.
El domingo pasado estuvimos allí pero nos quedamos solo en la exposición floral que además acababa ese día. Hoy es un parque normal con gente corriendo en su circuito de esos de parque ciudadano, ancianitos paseando acompañado de su criada filipina y algunos niños con sus mamás o sus niñeras, también filipinas, en los recintos infantiles.
Así me percato de que así como en España todos los acianos paseantes están en manos de hispanoamericanas (excepto en mi pueblo que son rumanas), aquí son filipinas.
Encontramos un recinto donde unos ancianos juegan a una especie de petanca que ha resultado ser “bolos en la hierba”, pues aquello era de “The Hong Kong Lawn Bowls Association”.
Además de los jugadores había un programa de enseñanza, “Training Programe”, del que te dejo el enlace por si estás interesado.
Y a mí sí me vieron en esa actitud de aprender, porque han intentado enseñarme, lo que he declinado dado el dolor de mi hombro derecho.
Lo gracioso es que también había dos adolescentes a las que uno de los “maestros boleros” intentaba enseñar el lanzamiento de las bolas. Y lo hacían fatal, así que han debido ver en mí una víctima propiciatoria y me han invitado a hacerlo. Que no. “Thank you, thank you, pero no. No”.
Una cosa que me ha sorprendido de este parque ha sido la pulcritud y las sensatas prohibiciones. Porque si prohíbes fumar y que haya perros o que alimentes a las palomas, pues ya tienes mucho ganado en ese aspecto de la limpieza.
Una advertencia curiosa: un letrero advierte que se han encontrado huellas de serpientes en los macizos de flores y para tu seguridad te ruegan que no te metas entre los macizos, ni en los matorrales sin permiso y que si ves alguna que mantengas la calma e informes al personal del parque, pero que no intentes cogerla. Y ese “DO NOT” con mayúsculas.
Quizás utilizan lo de las serpientes para que el personal no coja, ni pise las flores, como en la edad media con los dragones y otros elementos diabólicos. Pero no creo.
Y de nuevo la envidia al comprobar que puedes pasear por aquel recinto sin que te atropelle una bicicleta, ni que un furioso monopatinador se dedique a romper el mobiliario urbano.
¿Por qué no en Hong Kong y sí en España?
En Madrid, por ejemplo, antes había una alcaldesa del PP y los patinadores se dedicaban a romper cualquier elemento arquitectónico a su alcance que considerasen imprescindible destrozar para sus fines lúdicos.
Y ahora está la Sra. Carmena y ¿hay alguna diferencia?
Pues aquí en Hong Kong da gusto: ni uno.
Encontramos un restaurante de una cadena que usábamos en Japón. Es casi la misma comida que allí. Debe ser como McDonald’s, pero en versión oriente.
Y así llegamos a la una y cuarto a por nuestro visado pensando que ya se habría acabado la “fiebre de la una”. Casi me caigo de culo al ver la larguísima cola.
Así que volvemos a cambiar los planes y nos vamos a visitar la zona que la guía engloba en “Hong Kong Island: Central”, en la que su centro es precisamente la estación de metro “Central”.
La primera parada es para contemplar el majestuoso edificio del HSBC, “The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation”.
Este edifico fue diseñado en 1985 por Sir Norman Foster, o como le llamamos en España “el marido de la Ochoa”.
La guía dice de él (del edificio, no del arquitecto, o quizás también de él) que “es una obra maestra de precisión, sofisticación e innovación. Y que cuando se acabó en 1985 era el edificio más caro construido hasta entonces».
En la entrada principal hay dos grandes leones de bronce conocidos como “Stephen” y “Stitt” que fueron dos directores del banco en los años 20 del siglo pasado.
No hay ningún edificio que impida la visión de las aguas de la bahía porque el agua está asociada con la prosperidad.
Las escaleras están construidas en un ángulo de la entrada, porque esto desorienta a los espíritus, quienes, como sabéis, solo pueden moverse en línea recta.
Cuando el señor Foster lo hizo debió ser la leche, pero ahora tiene unos cuantos alrededor que lo dejan empequeñecido y no solo por el tamaño.
Y lo del coste debió ser porque el Sr. Calatrava no ejercía todavía.
Te permiten subir hasta el tercer piso, pero luego es ya “staff only”, como se ha encargado de informar un vigilante a Marisa que en pos de la toma perfecta se metía por donde no debía.
Pero merece la pena.
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