Si no hubiera leído el excelente libro de la sra. Roca Barea se me habría pasado por alto el tributo que el buen escritor Martín Caparrós paga a la leyenda negra en un artículo en El País semanal el pasado domingo sobre La Habana.
Se lee en la página 59 «Hace 257 años los españoles la habían perdido a manos de una flota inglesa. Tras un año de ocupación la canjearon por la Florida, una península anegada que no sabían usar. Y para evitar la repetición de la jugada –no tenían mucho más que entregar– edificaron fuertes con murallas tremendas.». Las negritas son mías porque me saltaron a la vista y creo que son dos frases innecesarias en el artículo que no podían faltar como puyazo a «los españoles» de hace 257 años. ¿O a los de ahora?
Hace 257 años estaban en el 1762. Reinaba en España y en buena parte del mundo Carlos III. Como dice Caparrós una gran flota inglesa conquisto La Habana; otra bombardeó y tomó Manila. Esto ocurría en el ámbito de la llamada Guerra de los Siete Años, que implicó a casi todas las potencias mundiales, que comenzó por la ambición de Gran Bretaña de conquistar las posesiones francesas de América del Norte en 1754 y que aniquiló las ambiciones imperiales francesas.
La guerra terminó con el Tratado de París en febrero de 1763. El Reino de España recibió La Habana, Manila, la Lousiana francesa y cedió la Florida y otras pequeñas plazas en el Caribe. Aunque la Florida y la Louisiana no coincidían con los actuales Estados del mismo nombre en EE.UU, no parece que saliera perdiendo mucho y la España imperial tenía a La Habana en un gran aprecio. Pero en la primera frase de Caparrós ya se asoma la leyenda, «una península anegada que no sabían usar» referida a La Florida. Seguro que por no saber usarla, la recuperararon de los ingleses vía militar unos 20 años después. Tampoco sabían usar la primera ciudad creada por europeos en el actual territorio de los EE.UU. San Agustín doscientos años antes (1565), todavía visitable hoy.
En la segunda frase Caparrós insiste en la leyenda: «no tenían mucho más que entregar» (se sobreentiende que los españoles) O sea, que Carlos III que regía un Imperio de alcance mundial no tenía nada más que entregar. Pues es falso incluso aunque se lo crea Caparrós. Como ejemplo podría haber entregado, si hubiera querido, la ciudad de Buenos Aires, que en ese año tenía menos población que La Habana y que también pretendían los ingleses que habían sido derrotados en un intento de ocupar las orillas del Rio de la Plata en esos años. O también podría haber entregado Sicilia o Nápoles que había cedido a su hijo cuatro años antes.
Creo que un buen escritor cuando trata temas verificables debe prestar atención a los hechos y no hacer explícitos sus prejuicios. Claro que en otra página (la 66) expresa una clara opinión: «Odio tener que aceptar que el comercio hace que una ciudad parezca viva.» Así que Caparrós se considera «un enemigo del comercio». Por suerte, en el resto del artículo no se aprecia que sea un «amigo del desabastecimiento».
El artículo es muy recomendable y más la versión digital que la de papel que parece haber sido expurgada de unas cuantas líneas, curiosamente todas ellas descriptivas de realidades o ficciones poco amables.