Al norte del palacio Gyeongbokgung se sitúa el actual palacio presidencial. Parece que se puede visitar tras una petición pero para un cupo restringido de personas. Lo que han hecho ahora es que te dejan salir del recinto del palacio “turístico” por una puerta que da enfrente del presidencial y allí han marcado un punto en el suelo como “Photo Zone” para que puedas fotografiarlo.
Y por primera vez veo policías en cantidad, bueno por lo menos había media docena, aunque no iban armados y todos tenían cara de no haber roto un huevo en su vida. Pero recuerda que en una fecha tan reciente como el 21 de enero de 1968 un comando de 31 soldados norcoreanos cruzó a Corea del Sur por la famosa DMZ para atentar y matar al presidente de este país en su residencia, cosa que no lograron. Pero los coreanos no perdonan y no sé si eso es de Confucio o no, pues el gobierno de Corea del Sur organizó una unidad militar para asesinar al líder de Corea del Norte Kim Il-sung. Y podría añadir que estos coreanos eran muy cabezones pues eligieron también a 31 componentes para su unidad. Su historia, o lo que se sabe de ella, recuerda a la peli “Doce del patíbulo”. Pero la cosa no siguió adelante porque se mejoraron las relaciones entre los dos países y la misión fue cancelada. Los 31 acabaron todos muertos después de un motín. Una historia rara y fea, tanto que en 2010 un tribunal ordenó pagar una compensación a los familiares de ese grupo.
NB
Se hizo una película sobre este grupo: «Silmido». No la he visto.
Dentro del complejo del palacio y camino de la salida (o de la entrada, depende) está el Museo Folclórico Nacional de Corea. No tenemos tiempo para verlo a fondo pero sí para una rápida visita. Lo de siempre: muy bien expuesto e interesante. Algunas de las cosas más curiosas son las relacionadas con la estructura familiar y el respeto (imagino que confuciano) que se tenía a los mayores. Así explica una ceremonia para la celebración del sexagésimo aniversario. Preparan una mesa llena de ricas viandas donde se sienta el homenajeado con su esposa. Imagino que será lo mismo cuando la señora cumple los 60.
También todo el ritual relacionado con los duelos. No con los duelos de “Los duelistas”, una de mis pelis favoritas, sino con los duelos por la pérdida de un ser querido. Cuando un progenitor muere sus hijos deben observar un periodo de luto de tres años. Y digo “deben” porque es lo que pone en la información del museo, pero imagino que ahora esas prácticas se habrán perdido como ocurre en España donde si preguntas por “duelos y lutos” al personal menor de 60 años no sé si sabrán de qué va la cosa.
Y una palabra nueva para incorporar a tu léxico de inglés, ”bier”, que se pronuncia parecido a “beer”, vaya para mí igual, pero que no tiene que ver nada con ella, que yo sepa: ataúd, féretro. Y aquí hay un precioso ejemplar de “bier”, pero para uso comunal. Lástima que está dentro de una urna de vidrio y la fotografía no muestra la calidad de la obra.
Y cuando nos íbamos pasamos por un sitio donde había colocadas medio centenar de sillas delante de un estrado. Un joven me dice que a las tres y media (y habíamos entrado a las 10 de la mañana) había un concierto de música clásica coreana. Pues a la hora prevista estábamos nosotros y cinco personas más (imagino que novias y primos), aunque al final estaba lleno, no sé si es porque la gente que pasaba por allí oía la música y se quedaba atrapada o porque por la megafonía una voz, clara y decidida en coreano y lánguida en inglés, invitaba a oír el concierto.
(Tengo grabado el sonido, pero este sistema de publicación no permite incorporarlo. Una pena.)
Según el folleto se llamaban “Donghva”, pero le pregunté al flautista al acabar y me dijo que el grupo era “Fairy Tale”.
De cualquier manera, un concierto extraordinario con unos instrumentos (excepto un teclado eléctrico) que no había visto en mi vida y que sonaban de maravilla y con dos cantantes extraordinarias.
Y como estamos en Corea al acabar el concierto invitan a los asistentes a fotografiarse con los músicos y cantantes, cosa que el personal acepta agradecido.
Ha merecido la pena quedarse sin comer.
Cuando salimos, ya de verdad, vemos a dos fotógrafos con dos enormes trípodes que sostenían sendas máquinas de gran formato. No recuerdo haber visto nada semejante. ¿Para qué emplearán algo así?
Y en la entrada, nuestra salida, nuevos grupos de gente disfrazada, creo que más que por la mañana.
Nos vamos a un restaurante cercano que recomienda la guía, del que dice que lo gestiona una secta religiosa taiwanesa, pero no especifica a qué religión se refieren, si es a la verdadera u otra.
La sorpresa: hay que sentarse en el suelo. Les digo que yo no puedo y me dejan una sillita de niño; estoy bastante ridículo pero la cena es estupenda.
Un día muy interesante.
Contradicciones.
En la calle peatonal por la que vamos encontramos un carro cargado de cartones. La otra cara de esta próspera sociedad, al lado de galerías de arte y edificios impresionantes.
Sobre duelos y lutos.
¿Os acordáis algunos de los duelos, los “lutos” se llamaban, que se seguían en España hace unos años? Si se moría un familiar cercano toda la familia se vestía de oscuro y especialmente las mujeres de negro para lo que tenían que comprarse prendas de ese color o teñirse las que tenían bien en una tintorería o con Norit en casa. Por supuesto esas no se podían volver a su color original y quizás por eso (y no solo por el dolor de la pérdida) los lutos duraban tanto tiempo. Por cierto, ¿qué tendrá que ver el color con todo esto?
Los hombres seguían con sus trajes habituales, aunque acostumbraban a evitar los colores claros y además se colocaban una cinta negra en la manga derecha y/o una tirita negra en la solapa de la chaqueta, aunque quizás esto era solo para los niños; yo la llevé cuando murió mi abuelo. Y por supuesto la corbata de color negro, porque se llegaba al extremo que incluso para ir al entierro te ponías una corbata de ese color.
Pues de esto no hace demasiados años, aunque ahora parecerá algo del Siglo de Oro, una costumbre como de Calderón o Lope de Vega.
Siempre el disfraz.
Hemos encontrado mucha, mucha gente disfrazada con mayor o peor fortuna, pero la situación más extravagante para mí ha sido una pareja de chicas jóvenes que seguramente eran musulmanas (indonesias o malasias, deduzco por su cara) y por lo tanto no dejaron de colocarse el pañuelo en la cabeza lo que les daba un aspecto de monjas en carnaval.
Mira la fotografía y dedúcelo por ti mismo.