51. Corea 2017. 8 de abril, sábado. Vigésimo séptimo día de viaje. Seúl, día tercero. Segunda parte.

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Dejamos ese entorno tan popular de Namdaemun y vamos al cercano Shinsegae. La guía dice de él que es el equivalente en Seúl del Harrods. Está dividido en dos partes y la más antigua es un edificio de hace unos 30 años que fue el primer gran almacén de esta ciudad donde antes estaba Mitsukoshi. O sea que debía ser cuando la ocupación japonesa. Pertenece a la misma cadena que la que vimos en Busán. Antes de entrar comprobamos que no haya una prohibición expresa de hacer fotografías y así evitar meter la pata como allí. De todas maneras, esas prohibiciones sirven solo para sociedades disciplinadas como esta o la japonesa, pues ahora todo el personal lleva un teléfono en la mano y es imposible controlarlo.
Visitamos el supermercado y recuerda a los japoneses: mucho lujo y muchos productos de importación, que hasta tenían una pata de jamón ibérico a mitad de cortarlo. Marisa ha aprovechado para picar (dos veces) de un platito donde había unas muestras. En su descargo tengo que decir que lleva 27 días sin comer jamón y que las muestras eran realmente “nanomuestras”.
Para los de letras: el prefijo “nano” no es valenciano, indica que la magnitud que viene a continuación hay que multiplicarla por 10 elevado a menos 9.
Pues había muchas cosas y muy buenas y alguna muy caras, aunque ese jamón de Jabugo, “Cinco Jotas”, se llevaba la palma: 80 gr a 66000₩, o sea a unos 700€ el kilo. Pero ¿no le comprarías a tu muñequita un paquetito de esos 80 gr que te costarían solo 55€? Claro que también había sobres de 100 gr de serrano a 15.000₩, 12€ el sobre. Eso sí que puedes comprarlo, aunque tengas que dejar de ir al cine.
Otros precios: un bloque de pan de molde de panadería, quizás de un kilo 14.000₩, 12€; cacahuetes a 24.000 el kilo, 15 naranjas pequeñas 98.000₩ y que parecía que estaban de oferta, o se a más de 5€ cada una. Quizás me equivoqué al tomar nota. ¿Y las patatas? Porque sin jabugo puedes pasar, pero sin patatas…Pues me salían a más de 6€ el kilo. Quizás otra equivocación. O están locos en este supermercado.
Y el mayor número de dependientes (en alimentación) que he visto en mi vida. Quizás como veían que íbamos de mirones no nos presionaban o es que en estos lugares de ricos no lo hacen.
En un puesto de vegetales había unas calabazas que llevo viendo desde que estamos en Corea y que aquí tenían un platito con muestras. “¿Lo puedo probar?”. Y la buena señora me dice que sí y que es “very sweet”. Lo pruebo y le digo con una sonrisa que no, que es “sweet como una patata”. Pues le ha hecho mucha gracia. O no me ha entendido, pues ha abierto otra calabaza de aquellas y me la ha dado probar otra vez. Le he dicho, un poco contrito, que en mi país los melones eran así de grandes (separando unos 30 cm las manos) y que eran “very, very sweet” y que aquella calabacita (unos 12 cm de largo por 8 de diámetro) parecía un “cantalupo”. Entonces le ha dicho a una compañera que se había añadido a la cata algo así como “cantalupo”, que no sé si era “que este señor dice que parece un cantalupo” o “él si que es un cantalupo”, empleando el término como sinónimo de melón. Por cierto, ¿habrá metonimias en coreano?


Regresamos al hotel y en una plaza dentro del Dongdaemun hay un mercadillo de “agricultores” y de “comida de calidad”. Es un conjunto pequeño, unos 20 puestos, y simpático, pero eso de que sea de “producción local”… Hay una señora con dos huevos delante de una mesa y con una fotografía donde se ven a unas gallinas correteando por una verde pradera. Si cada vez que ponen un huevo tienen que ir a buscarlo por el campo aquellas piezas deben costar un riñón. Lástima que la barrera idiomática me haya impedido preguntarle por su negocio.


Una guapa joven tiene un puesto con unas botellas y unos vasos delante.
Pues también me hubiese gustado probarlos, pero aquellos vasos parecían demasiado grandes para las “probatinas” que suele haber en este país.


Han colocado una especie de estudio fotográfico donde posan divertidos un grupo de niños.


Regresamos al hotel y aunque es muy pronto para recogernos tengo un resfriado de categoría y toso tanto que si me ocurre esto al llegar al aeropuerto de Seúl me hubiesen puesto en cuarentena o repatriado al instante.
Por cierto, cuando te ponen en cuarentena ¿quién se encarga de satisfacer tus necesidades de comida y estancia? Porque no quiero ni pensar que te pongan en la misma habitación que los que tienen la peste bubónica, tú que solo tienes un resfriado vulgar, aunque sea muy aparatoso.
Así que yo me retiro al lecho del dolor y Marisa se va a pasear por el cercano Dongdaemun Design Plaza de donde regresa con una maravillosa colección de fotografías. Debe haber pocos lugares ciudadanos en el mundo donde puedas hacer tantas y tan variadas y donde cambien tanto a lo largo del día las posibilidades de hacerlas.


Y no solo piensa ella así, sino que es algo general pues se encuentra a un nutrido grupo de fotógrafos (quizás una escuela) aprovechando aquellas luces y curvas.


Realmente es un lugar fuera de serie.


Te animo a que les eches una ojeada a las fotos de este conjunto que están en el álbum de Seúl.

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