37. Corea 2017. 2 de abril, domingo. Vigésimo primer día de viaje. Busán. Día 4. Primera parte.

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Después de la lluvia de ayer hoy amanece un día soleado. Vaya, lo previsto según la “Korea Meteorological Administration”, KMA.
Los viajes en metro los aprovecho para mis estudios antropológicos, así hoy: las chicas llevan generalmente el pelo negro o castaño oscuro con melena lisa, pero las señoras mayores el pelo muy corto y negro y rizado. ¿Es natural el liso o el rizado?
Las jóvenes suelen llevar prendas grises, negras o de colores muy oscuros y en bastantes casos abrigos o prendas extrañas similares, pero las señoras mayores siempre anoraks de colores vivos, como fucsias, naranjas, …Es como si rechazasen el negro.
Por cierto, ¡cómo vestirán aquí las gitanas mayores? Y aún más: ¿hay gitanos en Corea?
Los hombres siempre el pelo corto, ni barbas ni bigotes y algún joven con el corte tipo indio cheroqui. Hoy en todo el día solo un joven con melena y ha resultado ser de Sardañola.
Hoy vamos a visitar Gamcheon-dong. Es un lugar muy curioso pues han conseguido transformar un poblado casi chabolista, vaya, un barrio pobre levantado en las laderas de una colina, en una atracción turística muy importante. Y lo han hecho con mucho tino.

Gamcheon Culture Village.
Un letrero en la entrada dice de él que ha sido llamado el “Machu Pichu de Corea”. Obviamente el autor de esa comparación no ha estado en la ciudadela inca.


El mismo letrero dice que este barrio está compuesto de una serie de callejuelas que forman un laberinto y de casas pintadas en colores pastel, las cuales están construidas en terraza de manera que una no impida la vista de su vecina. Y todo esto es cierto: laberintos, terrazas y pasteles por doquier.


La guía la define como una extravagante comunidad con casitas con forma de piezas de Lego. Y también que compres un mapa en la entrada y te dediques a la búsqueda del tesoro, empleando dos palabras muy interesantes: “scavenger hunt”. Y eso hacemos.
Nada más llegar te encuentras el centro de información donde te venden (el único sitio en el país) un magnífico plano del “village” por una cantidad simbólica, 2000₩, donde te detallan los lugares más importantes para ver y para hacer fotografías y donde marcan una serie de puntos donde te pueden estampar un sello y en dos de ellos al hacerlo te regalan una estupenda postal.


El recorrer los 9 puntos del sellado te “obligan” a visitar todo lo más interesante del lugar. Además, te dan dos opciones para enviar las postales: entrega al destinatario en 3 semanas o en un año. Esto último es francamente curioso, pero poco recomendable para parejas de enamorados: puede ser que al recibirla para celebrar el aniversario de tan maravilloso día ya estés con otro.
A lo largo del recorrido hay casas normales donde sigue viviendo gente y numerosos letreros que te lo recuerdan para que no alteres su tranquilidad, pero también espacios expositivos, tiendas de artesanía, algún artesano y bonitas pintadas callejeras. Pero por si acaso te ruegan constantemente que no pintes nada tú.


Así hemos encontrado a un artista pintando con pasteles del natural. Lo gracioso es que el “natural” eran un par de bacaladitos amojamados, casi momias.


Y entre todas estas callejas te mueves rodeado de turistas; claro que hoy es domingo y que ayer con lluvia no creo que hubiese muchos visitantes dado las cuestas y escaleras que hay en el poblado.
Otra característica es que aquí como en Jeonju, pero en menor cantidad, algunas jóvenes se disfrazan y pasean así por las calles.


Solo hemos visto a un joven que además iba con su pareja.


Y viendo a aquellas jóvenes acceder por unas escaleras a unos baños me pregunto cómo solucionarán el problema en un sitio tan reducido con aquellas aparatosas faldas.


Y todos haciéndose fotografías mil, pues además de los espacios naturales han colocado cosas especiales para tal fin, como un muñeco de un tebeo donde el personal se sienta con él y se inmortaliza.


Que hoy había una cola considerable para ello. Se trataba del Principito y el zorro. En otro había un falso faro donde también te podías fotografiar en una ventana como la hermana de Dalí.


En este país les encanta colocar alas de ángel, tipo “trampantojo”, para que el personal se fotografíe de esta guisa. No he resistido a la tentación.


Y Marisa tampoco ha podido resistir a la tentación de fotografiar un par de gatos, a pesar de que huye de este tipo de fotografías.


La moda de los malditos candados también ha llegado aquí, pero todos con corazoncitos.


Y entre los fotógrafos una pareja de las que me sacan de quicio, pero que deben formar una secta (no secreta): son los que llevan un peluche (estos de hoy bastante mugriento) y se fotografían con él allá donde van. Los hemos encontrado toda la mañana.
También hemos visto a algunas jovencitas vestidas de “marineras”, vaya como cuando hice la primera comunión, solo que yo llevaba pantalones cortos y estas chicas una faldita. (Y la de esta foto era mucho más llamativa que yo a los 7 años. O a los 20).


No hemos encontrado ningún restaurante, aunque alguno debía haber, pero sí múltiples puestos de cosas para picar. En uno de ellos “nuestros” churros que como curiosidad además del precio ponía la longitud: 50 cm.


Uno de los puestos de sellado del mapa se llama “La casa de la paz”. Un letrero en la entrada te explica que “este lugar fue construido como resultado de la guerra de Corea y que los mensajes y firmas de los visitantes que contienen los deseos para la paz nacional y la prosperidad de toda la humanidad se pegarán en las paredes interiores de la casa y se acumularán continuamente. Esta casa está destinada para recoger estos deseos por la paz”. Que parecía una redacción de un escolar de primaria sobre “pide un deseo”.
Allí dentro te encuentras tres paredes blancas con las firmas y los deseos del personal. Las deben pintar con frecuencia pues, aunque había bastantes, no cubrían por completo el espacio.
La primera que veo dice: “SAY NO TO TRUMP”. Así en mayúsculas. Por si acaso no la han firmado, no se vaya a encontrar una cabeza degollada de un caballo en la cama. Otra: “I love China”; que no sé qué tendrá que ver con la paz mundial. Como la mayoría estaban escritos con alfabetos desconocidos para mí no sé si habría otras tontadas semejantes.


Hay unas escaleras muy empinadas que se llaman “Las escaleras para ver las estrellas”. Un letrero proporciona una extraña explicación: “La gente acostumbraba a sentirse mareada y a ver estrellas cuando subía estas escaleras llevando pesadas cargas”. La verdad no veo la poesía del nombre en una explicación tan prosaica.
Realmente este barrio es un lugar muy interesante que debes visitar si vienes a Busán, pero teniendo presente dónde está pues he encontrado un comentario de una uruguaya que después del laudatorio “Imposible no ir”, la caga con un “Es otra ciudad dentro de Seúl”. Es como si fueses a ver la Sagrada Familia y dijeses: “Imposible dejar de visitarla. Es el templo más bonito de Madrid”.

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