Ya era la hora de comer y nos decidimos por ir directamente a un restaurante de la segunda planta, pues lo de elegir el pescado directamente de las “Jagalchi Ajumma” y que te lo sirvan nos parece muy difícil con nuestro nulo nivel de coreano, aunque alguna de ellas lo ha intentado.
Esa zona de los restaurantes es un espacio diáfano con un panel de madera que separa unos establecimientos de otros. La mayoría de la superficie está ocupada por una gran tarima con unas mesas bajas para comer sentados en el suelo. Afortunadamente hay pequeños espacios con mesas “normales” y sillas. En las de mesas bajas los comensales deben descalzarse para comer lo que proporciona una curiosa estampa.
Elegimos uno de ellos y pedimos pulpo. Había tres opciones: crudo tal cual, hervido y cocinado con una salsa de aspecto picante. Pedimos la segunda opción. Cagada. Podríamos habernos ahogado en el intento de lo duro y gomoso que estaba aquello. Menos mal que Marisa tiene la idea de pedir que nos corten todo en trozos más pequeños. Debía ser algo normal porque nos trajeron unas pinzas y unas tijeras para que lo hiciésemos nosotros mismos. Así que ha resultado un doble fiasco: primero porque aquello era muy difícil de comer y segundo porque Marisa había puesto mucha ilusión en esta comida.
Cuando acabamos de (mal) comer salimos al exterior y seguimos recorriendo la parte del mercado que no habíamos visto cuando llegamos. Allí encontramos las tortugas de caparazón blando que descubrimos el año pasado en Japón.
Sigue sorprendiéndonos que la mayoría del pescado que se vende esté congelado. Ves como sacan grandes bloques de hielo donde están englobados los ejemplares, las señoras los “arrancan” y los exponen así estirados.
Pienso en la recomendación de la guía de visitar este mercado en una hora: nosotros casi empleamos ese tiempo en una tetera que Marisa descubre en un puesto.
Vemos que podemos pasar al muelle de pesca y Marisa con ese tipo de barcos se vuelve loca con las fotos y más aquí que están algunos bastante deteriorados, exteriormente al menos, lo que los hace más fotogénicos todavía.
Lo raro es que parece que están todos atracados y eso que es una flota enorme. No sé si será porque es viernes (no creo), porque siguen unas pautas de descanso como en España para que se recuperen las poblaciones de peces o es que están con algún conflicto laboral y han parado. Veo a un par de ellos con grandes pancartas en cubierta. Cuando regresamos al hotel le pregunto por ellas a la recepcionista. Acude al ordenador para su traducción y me escribe: “Sea sand is destroyed by the sea food”. Me dan ganas de decirle que lo que me ha escrito es una tontería, pero me limito a darle las gracias.
En un lado del muelle una cantidad enorme de una especie de capazos con los anzuelos para la pesca del palangre. Pero muchísimos.
Esta mañana vimos a un anciano, pero viejo, viejo, arrastrando un enorme remolque cargado de cajas de madera de las que se emplean en la pesca. Ahora está en el muelle con un martillo en la mano y unos clavos intentando arreglar las cajas rotas.
Este hombre y las abuelas que he visto trabajar de jardineras me hace sospechar que el tema de la seguridad social no está bien resuelto.
También en el muelle en un sitio resguardado, pues ha bajado la temperatura y el ambiente con el viento es un poco fresco, hay un par de señores mayores jugando a una especie de damas del que desconozco el nombre.
Y como siempre en estos puertos uno de los elementos más fotogénicos son los norayes.
Dejamos el puerto lleno de bares, el interesante mercado y regresamos a la zona de nuestro hotel.
Visto el ambiente nocturno de estos días decidimos regresar a aquellas calles.
Tras el fracaso del “pulpo verdadero”, nos decidimos por un restaurante que recomienda la guía con una extraña descripción: “un claro ejemplo de un restaurante de éxito cuyo dueño no ha querido actualizar su interior. Según una superstición, la buena fortuna que puede gozar un negocio con éxito puede perderse si se cambia el interior. Por lo tanto, algunos restaurantes de aspecto lamentable, como este, sirven una comida estupenda”.
La misma guía recomienda el “jjajangmyeon”, nombre que no te atreves a repetir, pero que nosotros pedimos por casualidad. Su aspecto es horrible y su sabor estupendo. Lo curioso es que la joven que nos atiende cuando le pedimos el plato del menú que nos enseña nos dijo “peinau” varias veces, al no entenderla a la primera. Vaya, yo creía que si la entendía y que lo que me estaba diciendo era que pagase antes de hacer el pedido a la cocina o sea “pay now”, pero era tan sorprendente la petición que pensé que quizás en coreano el “pei-nau”, que suena a chino, podría ser algo como “¿lo quieren poco hecho o muy hecho? Y es que, además, detrás del precio había un “2” seguido de la letra griega lamba en minúscula. Imaginábamos que significaría para dos personas, pero por el precio debía ser para una sola. Menos mal que pedimos un solo plato pues aquella enorme ración era para dos personas e incluso para tres.
Tras la cena nos dimos una vuelta por aquellas atestadas calles. Toda gente muy joven, aunque quizás fuesen de más de 30, su aspecto era de 15 a 20. Claro que eran las 9 de la noche, pero piensa que empiezan a cenar a partir de las 5 de la tarde y cuando nosotros cenamos, a las 8 y media el restaurante estaba lleno. Otras costumbres.
En medio de algunas calles había puestos de comida que parecían muy apetitosa pero después de “jjajangmyeon” enorme, no podíamos probar nada más.
Otra característica de la vida nocturnade esta ciudad es que encuentras algún cantante callejero, pero que realmente forman un grupo, pues cuando acaba su canción aparece otro y canta la suya. Siempre son cantantes solos que utilizan un teléfono como fuente de la música y un par de potentes altavoces. Y en general lo hacen bastante bien. Lo que ocurre es que además de su música a veces está la megafonía de las tiendas que se superpone y el ruido de la circulación pues, aunque son calles con poca circulación en esos momentos no son peatonales. La Sra. Carmena tendría que venir aquí a poner un poco de sosiego. Así alguno cantaba con mucha fe, pero con mal resultado.
Un joven hace juegos de magia con gran éxito de público.
En otro lugar un gordo cantado melodías suaves que da gusto escuchar hasta que de repente se pasa al rap.
Un buen día con un buen final.
Mañana anuncian lluvias.
Nota ortográfica.
Quizás tú, como yo, tengas la duda de cuál es el plural de “noray”, palabra de uso frecuente en tus conversaciones.
Pues el DRAE te lo soluciona en el apartado de formación del plural en “d) Sustantivos y adjetivos terminados en -y precedida de vocal”. La norma general es formarlo con -es, como en “rey” o “ley”; pero “los sustantivos y adjetivos con esta misma configuración que se han incorporado al uso más recientemente hacen su plural en -s. En ese caso, la y del singular mantiene en plural su carácter vocálico y, por lo tanto, debe pasar a escribirse i”.
¿Y “noray” de la que tratamos?
Pues “Pertenecen a la etapa de transición entre ambas normas y admiten, por ello, ambos plurales las palabras coy, pl. coyes o cois; estay, pl. estayes o estáis; noray, pl. norayes o noráis; guirigay, pl. guirigayes o guirigáis, con preferencia hoy por las formas con -s. “
Y ya para acabar un consejo: “Son vulgares los plurales terminados en -ses, como jerseises”.
Por favor, nunca digas “jerseises”.