32. Corea 2017. 30 de marzo, jueves. Decimoctavo día de viaje. Busán. Día 1. Segunda parte.

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La segunda etapa turística nos lleva al templo de Beomeo.
Como no sabemos como estará aquello de restauración comemos antes de ir allí. Encontramos un pequeño local donde un joven, que podría ser un modelo de alta costura, hace con mucha habilidad unos pastelillos chinos buenísimos. Son como los momos tibetanos y en coreano se llaman “mandu”. Comida sana, nutritiva y barata.


Para ir al templo se coge un autobús desde una parada de metro. Va a ser nuestro único autobús en esta ciudad, aunque se podría hacer andando pero es una subida larguísima.
Creo que Beomeo es el templo budista más importante de Busán y además la guía lo recomienda para una estancia de esas tipo “templestay”: unos ejercicios espirituales pero en coreano. Valora mucho esas estancias para poder oír los cantos de los monjes antes del amanecer. No sé yo…
Beomeosa.
Se llama así por una leyenda que dice que un pez nadó desde el cielo de Brahma hasta un pozo dorado. Está muy claro, ¿no? Según el cartel de la entrada “pez desde el cielo de Brahma” en coreano es “Beomeo” y “pozo dorado”, “Geumjeong”. Me parece que si para entender lo del misterio de la Santísima Trinidad hay que tener fe, como me decían los Padres Escolapios, para deducir el nombre con esa explicación también.
Fue construido por el “Gran Maestro Uisang” en el año 18 del rey Munmu de la dinastía Silla, o sea en el año 678. Es uno de los 25 templos más importantes de Corea y tiene más de 200 sucursales en todo el país. Es también el templo más importante de la escuela Seon, una variante del budismo Chan, el cual está relacionado con el zen. Así que todo claro.
La guía dice de él que a pesar de su situación dentro de la ciudad “es un mundo aparte de la selva urbana”. Acaba esta poética descripción diciendo que “antes de regresar a la ciudad pasa por un restaurante que está en la parada del autobús para comer una tortilla de cebolletas”. Pues menos mal que hemos llegado comidos que aquí nos ha pasado como con las cabras a la parrilla del teleférico de esta mañana: no había nada.


Desde la parada del autobús haces un pequeño camino cuesta arriba y te encuentras la primera puerta de entrada al complejo; se llama “Jogyemun”, o “puerta de una columna”.


¡Caray con los arquitectos budistas ¡ Si consiguieran hacer una puerta que se sostuviese solo con un pilar les darían el premio Pritzker. Esta realmente tiene 4 columnas, la gracia es que no están dispuestas en cuadrado sino en fila y así cuando la miras parece que solo hay una.


La tercera puerta es la de Burimun, que según indica una lápida significa literalmente “non-duality”. ¿Y cómo se traducirá en castellano-budista ese concepto? Porque habrá que buscar el antónimo de “dualidad” para el significado del “no” que le antecede. Pero lo contrario del “dos” no sería “uno”.


Veamos: en una aritmética binaria lo contrario del uno es el cero y viceversa pero en una aritmética ternaria (¿existe tal concepto y si es así sirve para algo?) tenemos el cero, el uno y el dos y lo contrario del dos es…Pues no tiene contrario.
Claro que para sacarnos de dudas esa lápida informativa explica claramente el concepto: “El término “no dualidad” quiere decir el “Camino del Centro”, el cual transciende las dualidades relativas. Ser y no ser o nacimiento y muerte no son diferentes el uno del otro”. O sea, la gallina.
Y pensar que te meterás en unos maravillosos ejercicios espirituales (“templestay”) en este maravilloso lugar y te estarán machacando al amanecer con el “burimun” … Lo bueno es que en inglés no sería capaz de seguir el discurso y en coreano…
En uno de los recintos hay unas mujeres limpiando el interior del templo. Imagino que lo harán como las devotas católicas: por la cara y sin ningún tipo de seguro, ni de pago a la seguridad social. ¿Por qué las señoras serán siempre tan cándidas? ¿Por qué a los clérigos en general les gusta tan poco limpiar?
En el exterior unos obreros están también trabajando. Estos monjes budistas de la “dualidad” del “ora et labora” de la regla benedictina se han quedado con la “unicidad” del “ora”.


Todos estos templos disponen de unas colchonetas para que los fieles puedan rezar por el método de echarse largos en el suelo y volverse a levantar. Por cierto, que yo creí que ese método, “rezo por postración”, era típico tibetano, pero aquí o hacen igual.


He encontrado una información donde dicen que este método tiene muchas ventajas. Imagino que son ventajas frente a los tradicionales como estar sentado o de pié, pero ninguna frente a no rezar. Las ventajas son:
-Una experiencia de “don” o de veneración.
-Un acto para purificarse de las corrupciones y en especial de la vanidad.
-Un acto preparatorio para la meditación.
-Un acto que acumula méritos (relacionados con el karma).
Como lo he copiado de una web donde proporcionan estas explicaciones te dejo el enlace al original para que corrijas los errores de traducción.

Te adelanto que el extraño ”don” de la primera “ventaja” no es la palabra “don” del DRAE, sino que es una palabra que viene del sánscrito y del pali y que significa “generosidad o caridad”. Y que si sigues indagando a través de esos enlaces entrarás en el mundo del budismo, jainismo e hinduismo de donde nunca más saldrás.
Quedas advertido.
Finalmente te dejo un enlace de la mecánica de ese tipo de oración por si lo quieres probar. Los que tenemos dolores de espalda nos morimos de envidia viendo ese trajín. Yo una vez conocí a un monje tibetano que había hecho todo el recorrido desde el Tíbet hasta Bodhgaya en la India de esa manera. Incluso había contado el número de postraciones que había tenido que hacer. ¡Cuánto poder tiene la fe!

Como sabéis estos budistas son zapatófobos y hay que entrar descalzos en todos los lugares de rezos. A veces hasta se ponen frenéticos si pisas calzado la madera previa al dintel.
Hoy en uno de los templos una señora ha dejado sus elegantes zapatos en los estantes que hay para tal fin que contrastan con unas zapatillas (falsamente) “tradicionales”.


Entre los diferentes pabellones hemos visto pasar con frecuencia a monjes y algunas monjas. Claro solo sé que iban disfrazados de tales, pues quizás eran técnicos municipales de abastos en un “templestay” de trabajo.
Algunos fotógrafos se toman tan en serio su afición que lo hacen arrodillados.


En una bonita caseta hay una gran campana. Vaya, debería decir “campanario” en lugar de “caseta”, pero aunque está muy bien no tiene nada que ver con la formidable presencia de nuestros campanarios. Esta además de la campana tiene otros tres instrumentos de percusión. Una lápida explica el uso de ellos en los templos coreanos.


-Una campana Dharma para los seres conscientes (?) en los infiernos.
-Un tambor Dharma para los seres que no vuelan.
-Un gong de madera en forma de pez para los seres que son llevados por la corriente.
-Un gong en forma de nube para los seres que son llevados por el aire.
O sea, excepto para los que están en el cielo tienen toques para todos.


Aunque no se ha puesto el sol todavía ésto se ha quedado vacío de visitantes y como no sabemos la hora del último bus nos apresuramos a regresar.
En el metro de vuelta me percato de nuevo que no se ve ni un libro, ni un periódico. Vaya, quiero decir de papel pues sí hay mucha gente con el teléfono en sus manos.
Vamos a cenar con la peripecia que he contado al principio (ver crónica anterior) y acabamos en otro que recomienda la guía que es del tipo coreano que conocíamos de Japón: una barbacoa.


Finalizamos el día regresando al hotel con una pequeña alegría: una tienda de Zara. Qué razón tenía Rafael el Gallo; me alegra ver la muestra del éxito de un compatriota «hecho a sí mismo» y hay quien se enfada cuando ese compatriota dona más de 300 millones de euros en equipamiento oncológico para hospitales españoles (incluída Cataluña).


Marisa se pregunta si los maniquíes tendrán caras coreanas. Pues no te sabría decir.

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3 respuestas to “32. Corea 2017. 30 de marzo, jueves. Decimoctavo día de viaje. Busán. Día 1. Segunda parte.”

  1. LaOtraMarisa Says:

    No voy a escribir todo lo que se me ocurre leyendo tus crónicas, porque resultaría aburrido para el personal, pero insisto en que me divierte tu sorna, me admira tu conocimiento, me levantas el ánimo… Cada día, contemplar las fotos de la orante Marisa y leer tus textos, son una caricia de frescura y una alegria p’a la mente.

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