En el camino al mercado de Bujeon entro en un banco a cambiar. La oficina está en el segundo piso (primero para nosotros) y debe ser como esos bancos de los que hablaba la señora de Bárcenas que no parecían bancos. Aquí la planta baja tiene un montón de gente, pero donde está el cambio es un espacio enorme con cuatro empleados y solo nosotros de clientes. Me hacen rellenar un formulario donde debo poner la fecha de mi nacimiento. La impenetrable alma asiática siempre me sorprende: ¿para qué querrán saber cuando he nacido?
Además no es una norma general pues en algunos como este me piden el pasaporte, pero en otros te dan los wons a cambio de los euros sin más.
El otro día en un banco había una mesa con fruta y arroz. Pensamos que quizás era una cuestación, como un banco de alimentos. Preguntamos y no: lo vendían allí, en la oficina bancaria. Pues en este había unos sobres de té y unas bolsitas de café con leche al lado de un surtidor de agua caliente y fría. Cuando nos íbamos lo veo y le pregunto al enigmático empleado que me ha cambiado los euros si eso era para los clientes o para los empleados. “For customers”. Pues nos hemos ido con un café con leche cada uno. La verdad es que a Marisa le ha dado un poco de vergüenza, pero yo he decidido pasarme por allí después de comer cada día si estoy por la zona e ir cambiando de 10 en 10 euros.
Pero lo más curioso es que al lado del surtidor del agua había una máquina gimnástica. También he preguntado por ella: “For the customers”. Y creo que es una gran idea: vas a realizar una gestión y mientras esperas te tomas una infusión y/o haces un rato de gimnasia. Claro en algunas oficinas españolas te podrías entrenar para un maratón.
Llegamos al mercado de Bujeon y ha resultado una experiencia muy interesante aunque no hayamos tenido la interacción que se puede tener en los del sudeste asiático. Aquí he hablado unos segundos con un par de vendedores, pero hemos encontrado a un excéntrico joven en un puesto que al enterarse de nuestra procedencia se ha puesto muy contento pues se va casar en junio y se va a Madrid de luna de miel. ¿Cómo se moverá allí con un inglés de 40 palabras y un español de una? La “una” es porque le he enseñado a decir “adiós”.
También un señor nos ha preguntado si éramos americanos. Ya nos han hecho la misma pregunta otras veces. Y, este, al saber que éramos españoles se ha alegrado muchísimo. ¿Cómo se sentirán los regionalistas de las regiones periféricas cuando vengan aquí y les digan que “Spain number one”?
En los puestos de marisco vemos mejillones, pero lo curioso es que estos, como otros bivalvos, los abren y los venden sin concha. Vaya, que es una actividad general de los vendedores mientras esperan a los clientes desconchar moluscos.
Es algo extraño pues creo que deben conservarse peor que en su estado natural, pero aquí ves grades bandejas de esos desnudos animales.
También hemos encontrado galeras pero lo sorprendente es que en este enorme mercado con multitud de puestos de pescado y marisco solo había un humilde cestito en un puesto de ese sabroso crustáceo.
Un animal que tenían perfectamente expuesto, de una manera casi artística, era el pulpo. Toda esta zona tiene fama de platos a base de pulpo y eso se notaba en los puestos.
Sorprendentemente había mucho pescado congelado, pero que se exponía como si no lo estuviese. Además eran piezas enteras, no troceadas como suele ser en España.
Otras veces eran pececitos secos y salados en grandes cajas.
En el lado vegetal algas que parecían recién recolectadas, y brotes de soja y muchas coles y cebollas y hierbas mil de las que luego ponen a fermentar.
Y puestos con unas setas preciosas, de esas que comprarías aunque supieses que eran venenosas.
Pero el rey, por lo menos en cuanto apariencia eran los puestos donde venden ya preparadas todas las cosas picantes que te ponen en todas las comidas como platos acompañantes.
Una novedad para nosotros ha sido unos grandes mejillones, también sin concha, que los venden, como antes las porras, atados por una cuerda.
Y entre ese follón de gente pasaban continuamente vendedores con grandes carros ofreciendo una única mercancía, como manzanas.
Este es un mercado cubierto pero no en su forma tradicional de una gran nave, sino una gran galería con continuas ramificaciones que acaban en unos espacios estrechos que dan a su vez a otras galerías. Vaya, que es mejor que te fijes bien, o que lleves brújula si quieres regresar al sitio por donde has entrado.
Otra novedad: un señor vendía castañas y si querías te las pelaba en una maquina pelacastañas.
Hemos encontrado algunos restaurantes en medio de aquel maremágnum de esos de “¡qué pena que ya hayamos comido y no sea todavía la hora del cena!”.
En uno de ellos 2 ó 3 señoras preparaban con gran celeridad y destreza rollos de sushi maki.
En un puesto especializado en grandes cangrejos tenían a estos expuestos con un agujero en la parte posterior para demostrar que dentro tenían el apreciado coral amarillo.
Una señora ha comprado un frasco de 4 ó 5 litros relleno de grandes trozos de cangrejo que estaban macerándose en un líquido negro con cebollas, guindillas, ajos…Como he observado atentamente la operación cuando la vendedora ha acabado la faena me ha ofrecido uno igual. ¿Cómo creía esa señora que yo podría viajar así? ¿Te imaginas pasar el control de equipajes con ese frasco? O peor todavía: ¿cómo nos íbamos a comer todo aquello?
Hemos vuelto a encontrar rayas como en Mokpo pero estas evisceradas y colocadas como una formación de soldados de la guerra de las galaxias.
Y cerdo, con cabezas enteras que parecían que estaban en una sala de autopsias.
En resumen, un mercado muy interesante.
Marisa se pregunta después de ver esto que qué podrá tener el de Jagalchi del que la guía dice que es el mercado de pescado más grande del país y que pensamos visitar estos días.
PD
En un puesto había unos extraños trozos de unos 15 cm por 10 y por 12 donde una parte era negra y la otra blanca. Quizás era…ni idea.
En el cartel del establecimiento había dibujada una ballena. Así que estos jodidos coreanos también las cazan.