29. Corea 2017. 29 de marzo, miércoles. Decimoséptimo día de viaje. De Suncheon a Busán.

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Hoy ha llovido por la noche pero afortunadamente ya no lo hace, pues a pesar de que estamos cerca de la estación de autobuses con lluvia puede ser un problema.
Ayer sacamos los billetes con antelación para evitar una desagradable sorpresa, pues no hay demasiados servicios, pero la sorpresa es que vamos solo, vaya, casi, pues solo hay un pasajero más.


Este autobús es como el otro que cogimos: filas de tres asientos. Dos en la parte izquierda y uno en la derecha y con una gran separación de espacio para las piernas. No te digo más que solo tienen 28 asientos aunque es un vehículo de tamaño normal, de esos de 40 ó más plazas.
No sé dibujar con este procesador de textos, pero te dejo las medidas para que veas la amplitud: la anchura interior del autobús es de 2,35 metros, las de los dos asientos 1,18, siendo la de cada butacón de 46 cm. La distancia del respaldo al de delante es de 88 cm y el espacio para las rodillas de 42 cm. Quédate solo con estos dos datos y cuando viajes en autobús lo comparas: anchura interior del asiento 46 cm y espacio para las piernas 42 cm.


La duración del viaje es de 2 horas y media y hacen una parada de 10 minutos al cabo de hora y cuarto.
Durante casi todo el recorrido llueve ligeramente y el autobús va siempre por la derecha, o sea por el carril exterior.
Media hora antes de llegar empieza Busán con naves industriales y grandes bloques de pisos.
Aquí en Corea esos bloques suelen tener un gran identificador en la fachada.
Llegamos a la estación “Express Bus Terminal”.
Lo primero de todo es conseguir información de los lugares que queremos visitar. Una joven que habla chino, como indica un cartel que tiene delante, también habla un poquito de inglés y me informa adecuadamente.
En esa estación empieza la línea de metro que es la que nos deja cerca de nuestro hotel. Afortunadamente la tarjeta monedero de transporte que nos regalaron nuestros amigos Raquel e Ignacio también sirve para Busán así que no tienes que preocuparte ni de tarifas, ni de manejar complicadas máquinas expendedoras de billetes.
El metro es moderno y espacioso, aunque en esta gran ciudad de más de 3 millones y medio de habitantes solo hay cuatro líneas.
Compruebo que a diferencia de Japón aquí la gente sí que habla por teléfono en el metro, aunque hoy solo había dos haciéndolo y con voz muy bajita.
En una estación sube un vigilante. No lleva la parafernalia de los españoles pero sí una porra. Luego compruebo que la “defensa” es de esas de plástico luminosas, pero tiene tal cara de mala leche que solo con ella ya te intimida.
El metro de Busán, y ceo que también el de Seúl, tienen una característica importante a tener en cuenta: no suelen tener escaleras mecánicas o si las tienen solo son de subida. Así que si eres una señorita española con una gran maleta piénsatelo dos veces antes de coger el metro. En Tokio a veces nos pasaba algo semejante y entonces lo que hacías era buscar el acceso más cercano que tuviese ascensor. De todas maneras me ha parecido un medio de transporte muy fácil de utilizar para un extranjero. En países con grafía no latina nos tendríamos que limitar a visitar ciudades con metro.
En esta cadena de hoteles, como en otras muchas, hasta las 3 de la tarde no te dan la habitación, así que dejamos el equipaje y nos lanzamos a la dura vida del turista.
No puedo dejar de comparar este país con Japón (imagino que a un coreano no le hará mucha gracia), aunque hay algo en que se parecen: la falta de ordenamiento urbanístico en las grandes ciudades. Aquí enfrente del hotel hay pequeñas casas al lado de grandes rascacielos. Y supermodernos establecimientos al lado de comercios de hace 40 años. En este caso lo que encuentro al lado del hotel son ferreterías o similares que tú no puedes encontrar en España más que en polígonos industriales. Que he visto hasta una tienda donde vendían poleas y materiales para hacer correas de trasmisión.


Vamos a comer a un restaurante que recomienda la guía pues dice que el plato principal (de nombre casi impronunciable), «dwaeji gukbap», es una sopa de cerdo y arroz que es una especialidad muy difícil de encontrar fuera de aquí; la define como “simple, sustanciosa y directa, como la gente de esta hermosa ciudad”.


El que nos ha servido, vista nuestra impericia sopera, nos ha explicado donde debíamos colocar cada cosa pues no teníamos claro qué comer dentro de la sopa y qué fuera de ella.
Este restaurante es famoso porque gente conocida ha escrito sus autógrafos en papeles pegados por las paredes. O eso dice la guía, pues demás de no ser capaz de leer ni un signo en coreano, no conozco a ningún famoso de este país, excepto al agente Cho de la serie “El mentalista”.
Bueno no sabemos leer el coreano pero a veces tenemos que acudir, como hoy, al nombre en ese alfabeto que aparece en la guía para compararlo con el que hay escrito en el cartel anunciador del establecimiento.


Marisa dice que estas calles estrechas y llenas de gente y de restaurantes le recuerdan a China. A mí unos vídeos de un divulgador fotográfico de Hong Kong.


Quizás ambos tengamos razón, pues he comprobado que bastantes de los viandantes eran jóvenes turistas chinos.
Como la tarde no está muy clara cambiamos la visita prevista a un templo por el mercado de Bujeon.

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