17. Corea 2017. 21 de marzo, martes. Noveno día de viaje. Gwangju.

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Llegamos al “Asian Culture Complex” y el vigilante de la puerta nos dice que vayamos al “Visitors Centre”. Allí una joven nos explica en qué consiste aquel enorme complejo y luego nos vamos a dar una vuelta por el exterior. Está situado donde tuvieron lugar las protestas que acabaron con el “alzamiento” del 18 de mayo. A pesar de su espectacularidad hay gente a la que no le gusta este proyecto pues hemos visto una pancarta en que se quejaban de que con esto querían hacer olvidar lo que supuso ese movimiento del 18 de mayo, que aquí es algo así como el 25 de abril de 1974 para Portugal.


Ahora este centro pretende ser un lugar de creación y difusión artística elevando esta ciudad a un nivel internacional. Nosotros solo hemos paseado por el exterior y es algo notable. Además había de fondo una bonita música clásica, pero al salir a la plaza estaban preparando algún fiestón y probando el sonido y el chún-pata-chún era horrible.
De nuevo la envidia al comprobar que en todo aquel enorme complejo no había ni una pintada, ni siquiera eso tan bucólico escrito con rotulador de punta fina de “Yenifer I love you” o el otro menos bucólico de “Semíramis guarra”.


En mi colección de prohibiciones encuentro una muy acertada: los patinetes, que aquí están en el mismo plano de igualdad de patines, motos y bicicletas.


Y encima un divertido piano, como en Dongdaemun de Seúl, para que el personal que pase por allí lo pueda tocar. Que hasta Marisa se atreve con el “Clair de lune” de la “Suite bergamasque” de Debussy.


Hasta el letrero indicando los servicios era ingenioso. Y los lavabos…bueno, increíbles.


Y todo sin un vigilante.
Con otro autobús nos vamos a la zona de los museos. Porque esta ciudad tiene varios museos situados en la misma zona y nosotros hemos caído en el “nacional”. Y digo “caído” porque la joven de turismo nos había indicado otro y nos hemos equivocado con el autobús, porque ¿qué harías tú si una parada se llama “Entrada del museo”? Pues eso, bajarte.


El museo tiene un precioso y cuidado jardín con árboles en su entrada primorosamente cubiertos con arpillera en forma de venda como ya habíamos visto en Japón. Y es que todavía hace fresco por aquí.


El edificio tiene restos prehistóricos y algunos de la historia más reciente y todos expuestos maravillosamente.
Y desde allí regresamos al hotel. Un amable guardia de tráfico que aparentaba 14 años, pero que debía tener 30 (¡cómo se conservan estos asiáticos!) ha echado mano de su teléfono y nos ha buscado la parada de autobús más cercana para volver al hotel, pero el hombre blanco (o sea, yo) pierde facultades y nos hemos perdido.
Al lado del guardia un pequeño parque con un gran grupo escultórico, de esos del tipo “brutalismo soviético” con muchos balones y algo del año 88. ¡Pues claro las olimpiadas del 88!


Alrededor del monumento un montón de mástiles con unas banderas que empezaban a romperse. Busco la nuestra y la encuentro al lado de una con la hoz y el martillo. ¡Si Franco levantase la cabeza!
A ti joven lector (o robot chino que me lee) te parecerá una tontería, pero yo recuerdo la primera vez que vi una bandera soviética en España y lo que me impresionó: era un gran barco que había llegado al puerto de Villanueva y Geltrú (creo que para su desguace) y lucía orgulloso la hoz y el martillo en su enorme chimenea.


NB
Por si eres un vexilólogo: la bandera adjunta a la nuestra era la de Angola y no tiene una hoz y un martillo sino un engranaje y un machete.

Gwangju y las protestas.
En la historia reciente de Corea Gwangju ha tenido una importancia enorme a la que parecía predestinada desde la época de la dinastía Joseon.
Se estableció aquí una ciudad ya en el año 57 y fue un centro importante administrativo durante el periodo de los «Tres Reinos».
Durante la época Joseon fue un lugar de exilio para los disidentes religiosos y políticos, así como un centro de difusión cultural.
Durante la ocupación japonesa, en 1929, hubo una revuelta de los estudiantes que dio lugar al mayor levantamiento de la nación en el periodo colonial.
La provincia continuó siendo el caldo de cultivo de la oposición durante los regímenes militares de los años 60 y 70 y que culminó con el famoso levantamiento y masacre de mayo de 1980.
Es una curiosa historia que se mezcla de manera sorprendente con la actual.
El dictador general Park Chung-hee fue asesinado por el director de la Agencia Central de Inteligencia Coreana. Durante su largo mandato (desde 1962 hasta 1979) todos los movimientos democratizadores fueron reprimidos y al morir él, creyeron que las cosas iban a cambiar. En marzo de 1980 comenzaron movimientos estudiantiles en todo el país con ánimo de conseguir una serie de reformas. Entonces el nuevo dictador Chun Doo-hwan realizó varias medidas represivas que en Gwangju acabaron con la famosa masacre del mes de mayo. El número de muertes va de unos pocos cientos hasta unos 2000 según las fuentes.
Además de ser un símbolo para las futuras aspiraciones políticas este hecho llevó a que el gobierno invirtiera grandes cantidades de fondos públicos para relanzar la economía de la provincia.


El “Asian Culture Complex” está levantado en el mismo sitio donde hubo el principal levantamiento y hay movimientos ciudadanos que intentan que eso no se olvide. De esta manera hay paneles informativos con esas reclamaciones.
Y como colofón de esta historia tenemos a la hija del general Park Chung-hee, Park Geun-hye, que ha sido presidenta de Corea del Sur entre 2013 y 2017. Vaya, que la están quitando ahora mismo.

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