Empezamos nuestra vida de turistas visitando el edificio histórico llamado Gyeonggijeon. Antes de llegar Marisa me dice: “Un par de novios”. Era una pareja joven vestida de forma bastante estrafalaria. Luego vemos a otros y a otros, y a más todavía. Y pienso que o bien son como los hindúes que se casan de golpe un montón por el tema astrológico (¡Viva la religión y muera la ciencia!) o es que es algo como lo de las flores en las fiestas del Pilar de Zaragoza. O que quizás sea como lo de Kioto y al personal le gusta disfrazarse para…pues como lo del tema del disfraz no lo entiendo tampoco comprendo que al personal le guste disfrazarse sea de traje regional, de monja en el carnaval o de fiel en la procesión de Semana Santa. Solo entiendo los vestidos exóticos cuando son por orden superior, como por ejemplo los cabos del ejército, los guardias regionales o los diáconos, pues todos ellos lo deben hacer para seguir manteniendo su puesto de trabajo y a su familia.
Así que vamos a una oficina de turismo que hay en la entrada de ese conjunto a preguntar por ese extraño comportamiento y por otras informaciones. Resulta que es una costumbre coreana: la gente viene a Jeonju, alquila un traje de época (desconozco de que época), se pasea así disfrazado y sobre todo se fotografía. Y también nos dicen que si hoy nos parecen muchos que esperemos a mañana sábado en que habrá muchos más.
La encantadora joven de turismo con un inglés muy precario nos pregunta que de donde somos: españoles. Y casi se le saltan las lágrimas de alegría: ¡tenía un folleto de la ciudad en castellano y debía ser la primera vez que podía entregarlo a alguien! Pienso que si hubiese sido regionalista catalán le habría dicho que era “from Catalonia” y la pobre se hubiese quedado sin saber qué folleto nos daba. Y eso no es una invención mía, que en muchos viajes asiáticos me he encontrado con frecuencia con apóstoles de su región que la ponen en la columna de “Nationality” en la inscripción de los hoteles o en los registros de museos.
La joven fue tan amable que llamó por teléfono a una compañera suya que hablaba castellano para que me aclarase las dudas que ella no supo explicarme.
Entramos en el recinto previo pago de la entrada, pues es gratis para los mayores de 65 años, pero solo los coreanos. Y no es cuestión de cambiar de nacionalidad por unos pocos euros. O porque no te guste la tuya. (Véase más arriba).
Gyeonggijeon.
Pues ya que tengo la información en castellano aprovecho para copiar lo que dice de este recinto: ”El Gyeonggijeon, donde se encuentra el Retrato Real del Rey Taejo Yi Seong-gye, cuenta con reliquias como el Jogyeongmyo, el archivo histórico Jeonsujago, la cámara de placentas, etc… Los caminos del bosque de bambúes y diversos y tupidos árboles son muy lindos para caminar, y sus bien conservadas instalaciones son utilizadas también para el rodaje de películas y telenovelas históricas”.
La guía dice de este recinto que fue construido en 1410, reconstruido en 1614 y entre otras cosas tiene una réplica del retrato de Yi Seong-gye, el fundador de la dinastía Joseon. ¡Una réplica! Y lo remarcan como algo importante.
El lugar es francamente interesante y además con la cantidad de coreanos y coreanas (más de estas que de aquellos) disfrazados todavía lo es más.
Hay un pequeño museo para conmemorar que uno de los pabellones está consagrado al rey Taejo de la dinastía Joseon. Allí una joven coreana-americana nos explicó los malvados que son (o que eran) los japoneses. Yo le previne que quizás cuando regrese a su país de acogida el nuevo presidente puede que no la deje entrar. Como le habíamos dicho que éramos españoles nos preguntó que de qué país de América éramos. Que no, que somos españoles de España. Pues no veas lo que le alegró: su hermana había estado en España y ella estaba loca por ir también por lo que le había contado. Y de nuevo pienso en los regionalistas y en cómo habrían respondido los vascos que han actuado hace poco en un programa de la televisión pública vasca explicando el asco que les damos los españoles. Y ya veo una gran diferencia con Japón: aquí ninguno de los tres con los que he hablado sobre nuestro país nos ha preguntado por Gaudí, ni por Dalí. Laudate dominum.
El tema de los disfraces es tan curioso que creo que le dedicaré una crónica.
El recinto de Gyeonggijeon está enclavado en el barrio de “Hanok Maeul”. Es famoso por tener una gran concentración de viviendas tradicionales y es un lugar encantador y muy cuidado, pero que se ha transformado en un gran reclamo turístico con todo lo que eso implica: muchos puestos de las cosas que compran los turistas, que en el caso de los coreanos, por lo menos aquí, son cosas que se comen.
Así uno de sus productos típicos son los pinchos de pulpo, que además aromatizan el ambiente.
Otra característica es que esta ciudad forma parte de las “cittaslow” y no sé si es por ello pero está prohibido fumar, por lo menos en esta zona.
Además muchos turistas alquilan motos eléctricas para circular por este barrio. Y aunque esos aparatos parezcan simpáticos, pues no contaminan (directamente) y no hacen ruido, se pueden transformar en un suplicio para los que vamos a pie.
Acabamos el día en “nuestro barrio”, donde está el hotel, que aunque con calles peatonales es lo opuesto al barrio anterior: tiendas de ropas y de cosmética, música en los comercios, cafeterías y similares, y gente joven, muy joven.
Un buen día si no hubiese sido porque al final me he quedado sin poder andar. Espero que se solucione pues mañana queremos hacer una excursión a un templo y sus alrededores que están un poco lejos.