51. Japón 2016. 4 de abril, lunes. Trigésimo quinto día de viaje. Tokio. Día 13. Último día.

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La JMA anunciaba lluvias y así ha empezado la mañana. Una putada porque es lunes y no tienes la alternativa de meterte en un museo. También predecían que de 12 a 18 pararía la lluvia y realmente lo ha hecho antes así que hemos logrado salvar el día.
Dejamos las maletas en el hotel y aunque es algo habitual no deja de sorprenderme la última tecnología para guardar el equipaje de los cacos: una red de gladiador con cascabeles. Eso sí, te dan un tique por cada bulto que dejas y los controlan cuidadosamente.


La calle donde está la entrada del metro es una gran avenida con preciosos parterres de flores que me llena, una vez más, de envidia.


Ya lo he escrito alguna vez pero por si no lo has leído antes y vienes a esta ciudad: las entradas de acceso al metro están en muchas ocasiones situadas en edificios normales; quiero decir que no son accesos en medio de la acera o plazas. Así a veces esperas encontrar una gran marquesina con un acceso y lo que encuentras es simplemente una puerta en la pared de un edificio con un pequeño letrero. De esta manera también consiguen que una estación tenga múltiples salidas. Bueno, a veces, más que múltiples lo que hay son “multiplísimas”. Bien es verdad que a veces dentro del metro cambias de línea y hay constantes indicadores que te llevan a la nueva con información de los metros que te quedan hasta la otra. Yo he llegado a ver 570 metros e imagino que no será la más lejana. A esto añádele las continuas subidas y bajadas por escaleras normales. Quizás se deba a todo ello el buen tipo de los tokiotas.


Otro motivo de envidia: la amplitud y limpieza de los accesos a algunas estaciones como una de las próximas al hotel: Mitsukoshimae.


Decidimos empezar hoy por Shibuya pues allí hay un edificio de oficinas desde donde hay una bonita vista del famoso cruce. El informador de turismo ha sido muy amable y eficaz pero yo he sido un torpe y hemos ido a parar a otro rascacielos distinto y ha dado la causalidad que la equivocación me haya hecho llegar a una oficina de mi antigua compañía. Interpelo al primero que entra y le pregunto si trabaja allí. Que sí. Le explico que yo he trabajado en esa empresa durante muchos años y que estoy perdido. Pues yo me encuentro en la oficina de Madrid o en la de Barcelona donde trabajé a un japonés y me dice que “I am lost” y no me lo llevo a cenar a casa pero le hago entrar en la oficina, le ofrezco un café y toda la información necesaria para ayudarle. Pues este diligente empleado de hoy como si se le hubiese aparecido la Virgen de Fátima a un devoto chiita.


Al final, y no gracias al soso excolega, damos con el edificio y el mirador ha resultado una decepción: hay una obra delante y apenas se ve nada. Pero ha parado de llover y decidimos irnos a visitar un jardín que no conocemos y en este caso hemos encontrado la otra cara de la moneda. Primero le pregunto a un par de señoras mayores (unos 50). Una habla algo de inglés pero no sabe dónde está exactamente el jardín. Bastaba con decir “lo siento mucho pero no soy de este barrio”. Pero saca el teléfono, consulta con su amiga, sigue consultando con el teléfono los mapas y al final me indica la dirección a seguir. Más tarde vuelvo a preguntar a un señor elegantemente vestido y nos lleva hasta la puerta del jardín que buscábamos y eso que él no iba hacia allí y nos ha tenido que acompañar a buen paso durante unos 6 minutos.
Después de las multitudes del hanami de ayer y de anteayer hoy hemos encontrado un jardín casi vacío cuando hemos llegado y eso que eran ya las 12 del mediodía. Más tarde, a lo largo del tiempo, han ido apareciendo más visitantes pero en ningún caso como en los otros lugares. Y es que aquí no se celebra el hanami.
El jardín se llama Koishikawa Kōrakuen y es uno de los jardines más bonitos de Tokio. No se puede comparar con los tres famosos, ya sabes Kanazawa, Mito u Okayama, y tampoco es de los famosos por la sakura pero es una preciosidad.


Nada más pasar la entrada (de pago) te encuentras con la lista más larga de prohibiciones de todas las que eh visto: 14. Por si eres un munícipe interesado en tener el jardín de tu pueblo como uno japonés:
-Coger plantas o animales.
-Entrar en las zonas prohibidas. (Y las detalla).
-Alimentar a los animales salvajes, incluyendo a los pájaros.
-Entrar en el jardín con animales (incluyendo a las mascotas) o plantas.
-Soltar peces o tortugas en los estanques.
-Llevar comida para las carpas.
-La utilización de bicicletas o motos por el jardín.
-Realizar deportes como correr o jugar con pelotas.
-En verano: quitarse la ropa.
-Echarse en los bancos o en la hierba.
-Tocar instrumentos musicales excepto en los actos organizados por la administración del parque.
-Llevar bebidas alcohólicas al parque.
-Hacer fiestas en él.
-Utilizar manteles, mantas o láminas de plástico en el jardín. (Vaya, lo que se utiliza en el hanami para sentarse en el suelo).

En el recorrido te encuentras varios estanques con carpas y patos y con alguna isla estratégicamente situada. También puentes con uno que es especialmente famoso: el puente de la luna llena o “Engetsu-kyo”, porque el puente con el reflejo que produce en el agua tiene la forma de esa luna.


También hay restos de antiguos santuarios y de casas de té que fueron destruidos o bien por el terremoto de 1923 o por los bombardeos americanos de 1945.


Y desde luego hay cerezos en flor, no muchos, pero sí los suficientes para embellecer el lugar. Además debido a la lluvia y al viento hay zonas con el suelo llenos de pétalos.
Y muchos fotógrafos, generalmente de más de 50 años que se deleitan con el paisaje, las flores y los reflejos del agua, y como siempre te encuentras además con alguien pintando o dibujando y también siempre gente mayor.


¿No les gusta la fotografía ni el dibujo a los jóvenes? Bueno, no hay que ser tan duro, quizás es que los jóvenes están en clase o trabajando.
De vez en cuando rompe la paz y la tranquilidad del lugar el estruendo y los gritos de una montaña rusa de un parque de atracciones cercano.
Ha sido una mañana estupenda y una bonita despedida de Tokio y la sakura.


Volvemos hacia la zona del hotel y seguimos encontrando cerezos en flor en calles anodinas.
Con un tren al aeropuerto de Narita. El que hemos cogido tiene una estación antes de llegar que también se llama Narita, como el aeropuerto, pero que no es la terminal. Aunque lo advierten continuamente, para evitar la equivocación debes tenerlo en cuenta.
El aeropuerto es sencillo pero con todo lo que necesitas a mano y con los precios de las máquinas expendedoras de bebidas como en Tokio y no con los exorbitantes de otros aeropuertos.
En la cola de espera para nuestro vuelo ya me encuentro con España: “Hola, macu”. Un par de jóvenes cuentan sus problemas a voz en grito por el teléfono celular con sus amigos de Barcelona.
He leído estos días que un grupo de intelectuales catalanes quieren que en Cataluña el castellano se enseñe en las escuelas como tercera lengua al mismo nivel que el francés. (No recuerdo si la segunda sería el inglés o el occitano). ¡Siempre con el problema de la identidad! (Y de poder y de negocios). ¿Por qué nunca dicen nada de ser mejores ciudadanos? No he oído a uno que diga que si son solo catalanes (o vascos o españoles) serán más cívicos.
Una abuelita japonesa pequeña y enjuta se pone a hablar con Marisa. Va a Teherán. No ha sido fácil entender “teelán”. Y había estado en Uzbequistán. ¡Vaya ancianita valiente y viajera! “¿Pero ha ido sola?”. “No, que es muy peligroso”. Ahora van un grupo de 8 con un guía. Habla algo de inglés y se lo va traduciendo a otra amiga. Ambas entusiasmadas de hablar (?) con unos españoles. Al final nos intercambiamos las edades: resulta que una es más joven que yo. Imagino que cuando escriba su viaje dirá que se ha encontrado con un “simpático abuelito español”. Y añadirá: “era mayor que yo”.
De vez en cuando aparece en la pantalla un mapa con los cuatro puntos cardinales y un hexágono que imagino será la “Kaaba”. Esto de los dioses o del dios siempre me intriga. ¿Realmente se cabreará si le das la espalda al rezar o lo haces de medio lado? ¿Te lo (los) imaginas diciendo: “Te mando la peste bubónica porque al rezar estabas girado 37º 45’ de lo que manda la ortodoxia”?
Para cenar elegimos “menú japonés” y ha estado muy bien, lo mismo que el bacalao del desayuno.
Las 12 horas del vuelo se han pasado casi en un sueño.

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