Hoy ha sido un día atípico dentro de nuestra vida de turistas pues hemos visitado dos lugares fuera de lo habitual gracias a nuestro amigo Hiro.
Primero hemos ido a un lugar muy especial dentro de Tokio: Shimo-Kitazawa. La guía dice de él que como este sitio sería todo la ciudad si en lugar de haber sido gestionada por burócratas lo hubiese sido por jipis (lo siento pero así lo llama el DRAE). Y realmente si no fuese porque para llegar hasta allí hemos tenido que coger el metro de Tokio, más un tren, te parecería que estabas en otra ciudad. Casas de 2 ó 3 pisos, tiendecitas pequeñas, algunas de ropa usada (lo que los modernos llaman ahora “vintage”), muchos restaurantes y algunos signos de vida bohemia y muchos jóvenes por sus calles.
Pero seguimos estando en Japón y un letrero te advierte de que en un sitio determinado no se pueden aparcar ni bicis, ni motocicletas y que si lo haces se te pueden llevar el vehículo y que recuperarlo te costará 3000¥ la primera vez y 4000 las siguientes. Por cierto que yen en japonés se dice “en”, pero cuando escriben los precios, si lo hacen con caracteres arábigos (lo que no es siempre el caso para mi confusión) siempre escriben el símbolo de yen (una “Y” con dos barras cruzadas) y a veces la palabra “yen” pero nunca “en”. Un misterio más del alma nipona.
Encontramos un restaurante llamado “Ibiza” con la carta en una pizarra en la calle pero todo en japonés. Mi amigo me explica que el primer plato del menú es “paella”, como no podía ser de otra manera: 2200¥, unos 18€. Claro que sin bebida y tampoco sabemos el tamaño del plato.
Realmente me he percatado del establecimiento porque tenían una bandera española de buen tamaño colgando en la fachada. Espero que los nacionalistas de las nacionalidades históricas españolas no la quemen.
Con Hiro entramos en uno de los lugares de juego a los que tan aficionados son los japoneses. Parece que está prohibido jugar directamente con dinero y emplean algunos subterfugios para burlar la ley. En este jugaban con canicas de acero. El jugador compra un puñado de ellas y las va echando en la máquina. Según donde caen esta se las traga o salen otro montón de ellas que recoge el jugador. Mi amigo cree que los pocos que había esta mañana eran profesionales pues tenían a su lado unas cajas de plástico con miles de ellas. Lástima que no se pudiesen hacer fotos. También en aquellas calles varias casas de juegos para niños y adolescentes donde echaban 100¥ y podían coger con unas pinzas un regalo.
Vamos a comer a una “izakaya”. Realmente no sé si tiene traducción: es un restaurante donde se comen platitos, normalmente compartidos y se bebe cerveza e imagino que sake. Nos dice mi amigo que estos días de la sakura lo normal es beber cerveza. Por cierto que he leído en la web “el sakura”. Le pregunto a Hiro si en esta palabra existe el masculino y femenino. Pues no. Así que además de que por acabar en “a” es más fácil hacerla femenina, la traducción de “floración de los cerezos” también me lleva a ponerle el artículo “la”.
Una comida deliciosa donde he descubierto una especie de sardinas repletas de huevas.
Desde allí nos vamos al parque de Asukayama.
El ambiente es impresionante y los cerezos están todos floridos. A diferencia del parque de Ueno donde hay más paseantes que celebrantes aquí todo el territorio está tomado por grupos de amigos o familias y no hay turistas occidentales y menos chinos. Es un ambiente más natural que el de ayer y no tan reglamentado.
Hay un escenario donde bailan un grupo de esforzados aficionados una danza que quizás sea tradicional japonesa pero lo hacen bastante regular.
Al salir veo un letrero de prohibición con un perro y una cagada. No podía estar peor diseñado. Según lo que muestra parece que lo que está prohibido es que los perros defequen. Creo que puedes prohibir que entren los perros o que si hacen algo allí que no deban que lo solucionen los dueños, pero prohibir ese acto fisiológico…
Nos despedimos de nuestro amigo Hiro al que he crucificado estos dos días con preguntas sobre el alma japonesa. He aprendido mucho pero no sé si seré capaz de recordar todas sus enseñanzas. Quizás la próxima vez vuelva a preguntarle lo que ya le he preguntado este año. Problemas de la volatilidad de mi memoria. (Mientras que no haga falta formatearla…). Por ejemplo: ¿para qué sirve un embalsamador en un país donde al personal suelen quemarlo? Me ha dado su versión personal pero desconocía que aquí se embalsamase. Puede ser que antes de la cremación los conocidos y familiares van a ver al difunto y en muchos casos los féretros suelen tener una ventanita a la altura de la cara. Pero en este caso bastará con el maquillaje mortuorio.
Ya solos y antes de cenar vamos a dar una vuelta por la zona cercana a nuestro hotel donde hay edificios bellamente iluminados.
Este gran lujo japonés y su derroche lumínico siempre me sorprenden.
Vemos un coche kilométrico aparcado en una calle principal. Marisa me pregunta: “¿Quién alquilará un coche así?”. Le respondo rápido: “un capullo”. Me ha recordado un espectáculo parecido pero en plan cutre: en Madrid alquilan una especie de tartana en la que los clientes pedalean y beben cerveza mientras circulan por el paseo de El Prado. Hay cosas más estúpidas pero hay que emplear un gran esfuerzo en encontrarlas.
En otra calle hay aparcados tres coches enormes. El primero de ellos tiene las puertas abiertas pero hacia arriba como si fuese a volar. Todo el contorno de la puerta está iluminado con luces azules y aunque está abierto de par en par parece que no hay nadie en su interior ni cerca del vehículo. ¿Quién lo dejará así? Un exhibicionista. Vaya, otro capullo.
PD
En algunos países asiáticos a todo lo que está escrito en caracteres latinos lo denomina “en inglés”, sea inglés, francés o castellano. En Japón a lo que está escrito en caracteres latinos lo llaman “en alfabeto”.