Hoy es domingo, y por cierto Domingo de Pascua, y como siempre lo vamos a dedicar a darnos una vuelta para ver a las excéntricas de Harajuku y el cercano parque de Yoyogui-koen. Vaya, que siempre hacemos lo mismo. Pero hoy haremos un pequeño desvío para visitar un mercadillo de cosas de segunda mano, tipo rastro, según he leído, en el exterior del templo que visitamos ayer de Nogi-jinja que tiene lugar el cuarto domingo de cada mes. O sea hoy.
En el metro veo a alguien leyendo el periódico y como los publican con la escritura en vertical es un buen método para leerlo en lugares públicos sin molestar al vecino. ¡Qué buena idea! Solo un abuelo lee un libro en papel, el resto del personal dormita o mira embelesado el teléfono. Y ya vemos a dos chicas disfrazadas.
Llegamos al mercadillo y es interesante pero muy pequeño si piensas en el Rastro de Madrid. Simplemente unos pocos puestos alrededor de unas escaleras que dan paso al santuario dedicado al famoso general Maresuke Nogi y que visitamos ayer. Además si encuentras algo gracioso debes pensar en el equipaje que ya llevas y así evitas las tentaciones. Eso sí, muchos de ellos están colocados como si fuesen bodegones.
Pero estamos en el entorno de un santuario shinto y es domingo y eso quiere decir bodas así que no podemos dejar de fotografiar a unos novios que bajan por las escaleras donde está situado el mercadillo.
Llegamos a Harajuku y lo primero que encontramos es a un joven tocando el “didgeridoo”. A pesar de que debe ser japonés tiene pinta de hippy, que debe ser condición indispensable para tocar ese instrumento. Y digo “tocar” pues es uno de los fenómenos más curiosos de los últimos años comprobar como se ha puesto de moda ese palo o como lo llama la Wikipedia “aerófono ancestral”. Hombre, es gracioso pero tanto como para ganarse la vida tocándolo, o peor todavía recorrer el mundo con él…Pues el joven de Harajuku llevaba tres de ellos, más una guitarra (o por lo menos la funda) y un paraguas.
Antes de ir al parque de Yoyogui nos vamos a visitar el santuario shinto de Meiji-jinju. Es el más grande de Tokio y fue destruido por los bombardeos americanos de la segunda guerra mundial y reconstruido después. Se llama Meiji por estar dedicado a ese emperador, famoso sobretodo porque durante su reinado se realizó la restauración que lleva su nombre pasando el poder real del shogun al emperador. (Más o menos).
El año pasado no pudimos visitar este recinto pues me equivoqué con el mapa y creía que se podría acceder a él desde el contiguo parque de Yoyogi, lo que no es posible.
El santuario está rodeado de un gran parque y se acede a él por un enorme torii de 12 metros de altura construido en 1975 con cipreses japoneses de Taiwán de 1500 años de antigüedad, gracias al donativo de un piadoso (así lo califica el letrero que explica esta historia) benefactor. Ha sido hecho siguiendo el modelo original de 1920.
Es domingo y este es uno de los lugares importantes de visita así que hay muchos turistas occidentales y por tanto también españoles puedes estamos todavía en Semana Santa. Y además algunos de esos españoles van vestidos de eso, de turistas españoles: como un domingo por la mañana en el barrio de Salamanca de Madrid cuando van a tomar el aperitivo después de misa.
En el camino de acceso al santuario hay una gran exposición de antiguos barriles de sake. Son preciosos y muy fotogénicos.
Un letrero explica la historia de estos barriles con una prosa, que al menos en su traducción al inglés, recuerda las encendidas proclamas religioso-patrióticas de la Semana Santa de los años 50.
Son una donación de los fabricantes japoneses de sake.
Y como estamos en un santuario shinto y es domingo…pues bodas a tutiplén. Lo que ocurre es que este es un lugar muy turístico y somos legión los mirones y los que hacemos fotos. Y entre los fotógrafos “cazo” a una joven cambiando el carrete de una máquina de eso, de carrete. Uno de Kodak negativo. Que no me lo podía creer.
Me hubiese encantado poder hablar con ella y que me explicase porqué sigue con lo antiguo y donde le revelan los negativos.
Cuando volvemos Harajuku el joven del didgeridoo sigue allí. No me extraña pues pueden estar soplando mucho rato. Como ejemplo y por si no lo conoces te dejo un enlace a un vídeo de 10 horas que colmará todas tus expectativas.
Vemos a un grupito de niñas disfrazadas pero nada que ver con las otras ocasiones.
Lo que sí continua igual son las largas colas (e incomprensibles para mí), generalmente de chicas delante de algunos restaurantes, aunque lo de comer en domingo en este barrio es francamente difícil a no ser que estés dispuesto a hacer cola y a veces de más de una hora. Solución: comprarte algo en alguno de los llamados “convenience stores”, pequeños supermercados donde dispones de bastante comida cocinada e ir a comértelo al cercano parque de Yoyogui, que es lo que nosotros hacemos.
De cualquier manera hoy está todo a rebosar.
Otra cosa curiosa de la que ya nos percatamos el año pasado es que se ven coches deportivos en plan de pavonearse, cosa que es rara en otros lugares de esta ciudad por lo menos entre semana.
En la entrada del parque un clásico: los fanáticos del rockabilly. Ahora se están preparando para mostrar sus habilidades dentro de un rato. Luego encontramos a un excéntrico que está medio largo en el suelo dibujando con tizas sobre un papel y acabada la obra se pinta los labios y estampa un beso, imagino que como firma, sobre el papel.
Regresamos a los del rock y compruebo que siguen siendo los mismos pero ahora hay dos grupos. Le pregunto a uno si se han separado y me dice que siguen siendo amigos pero que eso, que son dos grupos. Creo que ya no es lo mismo, ya no se ve el buen rollito de otros años entre todos.
A Marisa le encanta fotografiarlos y dedicamos un buen rato de la tarde a su espectáculo. Lástima que no pueda poner más que un par de fotografías de ellos.
Una de las cosas que me intrigan es el tema del calzado. Para bailar se ponen unas botas rotas, rotas. ¿Es por el “farde” de llevar algo tan viejo? ¿Se baila el rock mejor con esos desechos?
Hay uno que incluso se “remienda” las botas con un rollo de cinta aislante ¿De verdad no se pueden comprar unas nuevas?
De entre todos aquellos destaca el más chulángano de todos. Creo que ya estaba en mi primer viaje en 2008.
Y ya en el parque los prados están ocupados por grupos de amigos o familiares sentados por el suelo sobre grandes plásticos azules (un clásico) comiendo y bebiendo alegremente aunque la sakura está arrancando tímidamente: dentro de unos días (y nosotros que lo veamos) esto será una explosión de flores.
Y otro clásico: el grupo que toca los tambores.
La diferencia con el año pasado es que no hay ningún negro, pero a cambio hay un par de chicas.
Y entre tanta gente diversa nos encontramos con la mayor sorpresa del día o quizás del viaje: una pelea en aquel tranquilo parque.
Un joven beodo intenta agredir a otro que lo evita como puede, pero el primero no ceja a pesar de que el sobrio está con un grupo de amigos y amigas y parece que el borracho está solo. Recibe algún sopapo del agredido pero poca cosa. Al final alguien llama a los vigilantes, acuden dos pero no logran hacerse con el agresor y llaman a la policía. Y tú piensas en tu país y que estará todo resuelto en cuanto suenen las sirenas y lleguen los coches raudos y veloces. Error y sorpresa. Aparecen plácidamente dos agentes en bicicleta. Y no hay manera. La verdad es que lo tratan con guante de seda. Al final entre los cuatro logran “reducirlo”. Error y más sorpresa. El joven agresor ha decidido dar un beso a uno de los agentes y lo que podría ser un drama se ha convertido en una comedia. Los curiosos rodean al grupo e incluso alguno aprovecha para un autorretrato con el rodante grupo donde cada uno sujeta como puede al dipsómano y este accede al final a no besar al agente.
Aparece una joven que se lo lleva como puede. Y yo que pensaba que aquí la gente no se pegaba por la calle…
Ha sido un día redondo pero todavía queremos acabarlo en Akihabara y su pirotecnia de luces.
NB
La joven de la máquina “con rollo” la estaba cargando con uno de Kodak Portra 160. Esta película tenía fama de ser muy buena para retratos. Parece que estamos hablando del paleozoico.