En la habitación contigua a la nuestra hay una guapa jovencita que ha venido a Bali a hacer yoga y que además está sola. Sabemos lo del yoga porque el mozo-camarero-limpiador le dijo por la mañana cuando se marchaba: ”¿Al yoga?”. Además cuando llegamos ayer de la excursión ella estaba en su terracita haciendo unos virtuosos ejercicios de esos que te duelen las vértebras solo de verlos. Además como se deja –nos dejamos- los zapatos en un descansillo delante de la habitación, he visto que tiene tres pares: unas chanclas, unas playeras y una especie de botines abiertos y según los que no están se puede adivinar su actividad.
¿Qué hará una jovencita sola aquí llevando una vida tan monacal? Insisto: podría ser una modelo de revista.
Después de nuestro desayuno nos vamos a la oficina de turismo para la excursión que habíamos contratado ayer. Nos dijeron que lo mínimo eran dos pasajeros y lo máximo seis. El conductor nos dice que tenemos suerte pues vamos nosotros solos. Me sorprende porque parece que la organización a través de la oficina oficial de turismo te da más garantías y además hay muchos turistas occidentales y chinos.
El vehiculó es un Toyota pequeño que se llama “Avanza”. Es algo que me sorprendió en los dos primeros viajes a Japón: la cantidad de modelos de coches con nombres españoles. E incluso encontré un Mazda que se llamaba “La puta”.
Quizás por ser domingo nos encontramos con carreteras llenas de coches y motos. Y también autobuses que no son de línea regular sino solo de excursiones.
Las carreteras son muy estrechas y además sin arcén lo que hace la maniobra del cruce todo un prodigio de habilidad pues suele haber árboles a ambos lados de la calzada. Para compensar no hay ningún animal en la carretera, a diferencia de lo que ocurre en la India. Tampoco ciclistas a excepción de un grupo de 20 mayores y occidentales que hemos encontrado en una carretera secundaria. Y tampoco hay señales de tráfico ni indicadores de direcciones. Hoy en un viaje de 10 horas solo he visto dos, bastante pequeñas y que indicaban Ubud. Me pregunto cómo harán los extranjeros que alquilan una moto. Otra nota discordante: a la gente no le importa aparcar en la carretera con lo que se forman buenos embotellamientos al tener que ceder el paso.
La primera parada ha sido en un parque con monos: Sangeh Monkey Forest. El chófer nos ha advertido que no llevásemos gafas pues a veces te las quitan, ni nada a mano en los bolsos y que se acostumbran a subirse al hombro, pero que no los asustásemos que se bajan solos. No nos ha hecho ninguna gracia pero ya que estábamos allí había que entrar.
La primera sorpresa es que había muchas excursiones de indonesios y muchos de ellos de la isla de Java pues ellas iban con pañuelos en la cabeza. La segunda es que hay restos de un templo del siglo XVII, Pura Bukit Sari. Una información dice que las mujeres durante la menstruación o del tiempo de duelo por un ser querido no pueden entrar en el recinto dado que se consideran impuras. ¡Hay que joderse con la pureza y las religiones!
Y la segunda característica del lugar es que es un sitio de referencia para hacerse fotos los novios el día de su boda. O por lo menos vestidos de tales. Porque quizás hagan como en mi infancia: hacías la primera comunión en tu pueblo vestido de marinerito y luego al cabo de los días ibas a Zaragoza, vestido normal, y en la casa de un familiar te cambiabas y de esta guisa ibas al Pilar y pasabas por debajo del manto de la Virgen. ¡Qué tiempos! Pues volviendo a este parque: en los mejores sitios había cola de novios y fotógrafos: hoy una pareja en faena y dos esperando.
Y como siempre hemos aprovechado la circunstancia para fotografiarlos también nosotros. El fotógrafo de una pareja me ha saludado y hemos charlado un rato. Me ha dicho que se casaban a los 23 ó 24 años. Desde luego parecían muy jóvenes, sobre todo ellos.
Como teníamos la amenaza de los monos no nos hemos dedicado a pasear a pesar de que parecía un sitio muy agradable.
La segunda parada ha sido una plantación de café y cacao. Realmente era un “atrapa-turistas” aunque ha sido interesante.
Te enseñan dos plantas de café y dos de cacao.
Además tienen un par de civetas a las que además de alimentarlas con papayas les dan granos de café que han resultado ser del famoso “luwak”, que luego recuperan de las heces y dicen que es tan bueno que tiene un precio desorbitado. O quizás sea al revés.
Te dejan probar varias clases de café, chocolate e infusiones y luego te llevan a la tienda. Si no hubiese sido por las pobres civetas y sus cagadas no habría merecido la pena.
La joven que nos acompañaba durante la visita nos ha dicho que el dueño de la plantación tiene una explotación en el norte de la isla con 100 (o quizás haya dicho centenares) de esos animales.
Un detalle: la prueba de los 15 ó 20 productos era gratuita (ya lo pagabas con creces luego en la tienda) excepto una tacita de café de las cagadas que costaba 60.000 idr.
NB
En balinés civeta se dice “luwak” y ese es el nombre que se le da a ese café.
Y boniato, “taro” y hacen una infusión con él.
A veces dicen “mangosta” en lugar de “civeta” pero son animales tan diferentes que pertenecen a distintas familias. En inglés lo tienen más fácil: lo llaman “cat-like”.