Desde Ueno cogemos el metro para ir a visitar un templo shinto con un túnel de “toriis” muy espectacular que vi en mi primer viaje a esta ciudad.
En el metro vuelvo a sacar el mapa que he impreso esta mañana (recuerda, todo en japonés) con la esperanza de que la persona que esté sentada a mi lado me ayude a interpretarlo. Porque encima he sacado dos mapas de dos lugares diferentes y ahora no sé cuál corresponde a cada sitio. Pues no, me ha tocado al lado una señorita que va durmiendo como un tronco.
En una publicidad del vagón anuncian el Kindle de Amazon. Vuelvo a comprobar que nadie utiliza el libro electrónico en los transportes públicos aunque sí se ven leyendo libros, desde luego muchos menos que con teléfonos. Igual es que hay pocos libros en esos formatos en japonés.
Afortunadamente al salir al andén el primer vigilante que encuentro sí que conoce el santuario y me dice el número de la salida y eso en el metro de Tokio es fundamental. Piensa que hay estaciones con muchísimas salidas. Hoy en una y no es de las grandes he contado 29 y si te equivocas pues…Pero a pesar de eso hemos estado preguntando a la gente durante casi media hora pues como es domingo y esta parece una zona de oficinas había muy pocos viandantes. O estaban todos en Ueno. Muy amables pero no sabían donde estaba el santuario o acudían a internet a través del teléfono –eso lo hacen frecuentemente- pero luego no sabían interpretar el mapa que les aparecía. Y no me extraña pues hoy he vuelto a encontrar un mapa enorme en la calle de esos que te dicen “You are here” que estaba con la orientación N-S habitual al revés. Ya sé que es una convención y que el norte no está arriba y el sur abajo, pero es que te pasas la vida pensando así, miras un mapa y hasta que te das cuenta de que está “al revés” te vuelves idiota.
Por si vienes: el punto de referencia es un edificio impresionante y precioso: la torre “Prudential”.
Damos con el acceso y allí te encuentras con ese túnel de “toriis” que es algo espectacular. Diría más si se pudiese decir así, que a veces me lee un gramático aficionado y quizás luego me eche la charla: es espectacularmente espectacular.
Llegamos arriba al santuario y nos encontramos con varias parejas con niños recién nacidos en brazos de la madre y una de ellas posa complaciente. Debe ser como un bautizo en el mundo shinto. Y a veces pasa por aquel patio que hay delante del santuario algún cura shinto con el disfraz correspondiente.
Eso de los disfraces eclesiásticos es algo que siempre me ha subyugado y sorprendido. Subyugado porque ver a un cura católico con una capa pluvial negra recitando un responso en latín delante de un catafalco negro como si fuese el entierro de Felipe II en lugar de un humilde 2 de noviembre en mi pueblo siendo niño, me parece digno de una película de Visconti o Fellini. O de ambos. Y sorprendido porque nunca entiendo porqué a todos nuestros dioses tan omnipotentes, omniscientes, bondadosos y eternos les importa tanto los disfraces tan disparatados que llevan sus representantes. Porque ¿has visto algo más excéntrico que una tiara? Pues sí, los gorritos que llevan los curas shintos en las ceremonias importantes. Así que mucho más simple es ir con el torso desnudo como los brahmanes tamiles. De todas maneras los shinto cuando van “de normal” llevan unos trajes sencillos pero que son puro diseño. Algo así como unas pencas de acelga pero servidas en “nuestro” ryokan de Kotohira.
Pues hoy, domingo, además de los bautizos, o lo que hagan con los tiernos infantes, había bodas y son muy interesantes. Lo que ocurre es que no te dejan acceder a la ceremonia pero sí ves el paseíllo de la pareja de novios con los familiares. Trece invitados he contado en una y en otra un número parecido. Los españoles podrían tomar ejemplo de la austeridad nipona.
Por cierto que la novia lleva un vestido tan desproporcionado que una asistente tiene que acompañarla y llevarla casi de la mano. Tengo que suponer que lo hace por el equilibrio de la joven y no porque sea una costumbre ancestral que implique que a las chicas siempre hay que llevarlas de la mano.
Y tanto escribir olvido el nombre del santuario shinto: Hie-jinja. Te dejo el enlace del sitio oficial por si te quieres ir a casar allí o simplemente el mapa para su acceso.
Después de comer empieza a llover y buscamos refugio en Ginza.
Aquí esta palabra significa dos cosas: un barrio y una importante línea de metro. Y también una estación de metro con ese nombre pues casi todas las líneas tienen una estación, no siempre la más importante, con el nombre de la línea. Así que aquí tenemos la estación de Ginza de la línea de Ginza en el barrio de Ginza.
La guía dice de este barrio que es la respuesta de Tokio a la 5ª Avenida de Nueva York y a la calle Oxford de Londres. No conozco Nueva York y de Londres casi no me acuerdo, así que no sé si será verdad o una exageración. También dice que en 1870 este barrio fue el primero de esta ciudad en modernizarse al estilo occidental con edificios de ladrillos y grandes almacenes así como lámparas con luz de gas. Hoy hay otros distritos que rivalizan con éste, pero Ginza sigue siendo algo especial. Aquí te encuentras las mejores tiendas de las marcas más famosas y con un lujo que no te imaginas. Hay, por ejemplo, un “Sony Building” donde los amantes de la fotografía y de la imagen pueden pasarse un rato estupendo. Y los empleados aunque vean que no vayas a comprar son extraordinariamente amables. ¡Y mira que yo llegué a preguntar cosas! Al lado un edificio increíble: toda la pared exterior, vaya, la fachada, está hecha de ladrillos de vidrio. Le pregunto a la señorita del servicio de información de Sony por el nombre del edificio y me dice una palabra rarísima. Cuando la escribe descubro el problema de mi falta de comprensión: “Hermès”. Ya me había pasado en alguna otra ocasión: intentan pronunciar una palabra francesa como si fuese en inglés.
Sigue el mal tiempo y regresamos al hotel. Mañana dicen que hará bueno. Eso espero porque tenemos paseo en barco por el río.