61. Japón 2015. Vigésimo séptimo día de viaje. 25 de marzo, miércoles. Tokio día 4. Parte primera.

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Ayer le pedí a la manager del hotel si me podían guardar el periódico del día para tener la información de una crónica. Me dijo que sí, pero a las 10 de la noche estando en la habitación pensé que quizás no se lo había transmitido a la recepcionista o que no se acordarían y baje a reclamarlo. Como me acababa de hacer la colada diaria decidí ir vestido con la maravillosa bata que ya considero parte de mi uniforme hotelero. Me temo que aquí no tengan costumbre de vagar de esta guisa por el hotel porque cuando me vio salió como una flecha a entregarme el periódico y las dos recepcionistas que estaban en aquel momento se rieron bastante aunque quizás no lo hacían de mi aspecto distinguido sino de alguna historieta que se contaban entonces. Además hoy al hacer la colada en las máquinas de la recepción he bajado vestido así y aunque aquí están situadas en un rincón al lado del ascensor y no tengo que cruzar toda la recepción he subido en el ascensor con otro cliente y creo que al verme se ha quedado bastante sorprendido, claro que no sé si por lo elegantes que me cae la bata con los botones rojos o porque es nuevo en esta cadena y no conoce las costumbres y hábitos. Pero quizás tenga que evitar transitar de esta manera a partir de ahora.
El día se presenta magnífico en cuanto a cielo pero sigue haciendo frío, pues la temperatura mañanera está en torno a los 6 u 8ºC, que suben al mediodía a 12 ó 13. Pero ayer por la noche hacía francamente frío pues si baja a 4 ó 5 y encima hace viento la sensación térmica debe andar por los cero. Pero para nosotros lo más importante es que no llueva y encima hace un sol espléndido con un cielo azul tan bonito como el de Madrid, quizás sea porque el viento ha limpiado la atmósfera o porque Tokio sea una ciudad de aires saludables.
Lo que está peor es la pierna de Marisa pues aunque no tiene heridas aún le duele bastante desde su caída en Kagoshima y le ha quedado un moratón espectacular. Si fuese como los tatuados se pondría pantalones cortos para enseñarlo o por lo menos se los remangaría como si fuese a regar.
Hoy vamos a ver el Museo Nacional de Tokio. La guía dice algo así como que si vas a ver un solo museo vayas a este. Además guardo un buen recuerdo de mi visita en 2008. Y encima está en el parque de Ueno que es uno de los puntos más importantes para ver la floración de los cerezos, aunque visto lo de estos días pasados imagino que todavía les faltarán un poco.
Salimos del metro, cruzamos las calles y justo al entrar en el parque hay una pequeña estación de policía, “koban”, con tres uniformados. Comparten un cuartito de unos tres metros de largo por otros tantos de ancho sin ninguna protección habitual. Ayer hablaba con Hiro de lo diferente que es España, y en general Europa, de Japón. Creo que desde el atentado en el metro con gas sarín, y esto fue hace 20 años y que fue hecho por un grupo más cercano a la locura que al fanatismo religioso no ha habido ninguno más. El me recordó que hace poco el ISI ha asesinado a dos japoneses en Siria, pero ha sido un hecho bastante extraño.
Y justo al comenzar el paseo te encuentras con tres ejemplares hermosos cubiertos totalmente de flores. Y de personal que no cesa de fotografiarlos y de fotografiarse aunque apenas se ve algún palo autorretratador. ¿Será cosa de domingueros?
Entramos en el parque y aunque allí los cerezos todavía no han florecido todo está preparado para el “hanami”: primero protegen los árboles con unas redes de color verde pues aunque sean muy civilizados así evitan las posibles “invasiones” donde no se debe; colocan una cuerda separando un espacio de unos dos metros por cada lado y dentro de ese espacio delimitan en el suelo unos trozos de unos 3×2 metros con cinta blanca como si fuesen las marcas de un mercadillo. ¿Qué consiguen con esto? Pues que los grupos que llegan cada uno coja un espacio de esos delimitados, extienden un plástico “ad hoc”, se quitan los zapatos, sacan comida y bebida y celebran con los amigos la llegada de la primavera. Y hoy a pesar de que serían las 11 de la mañana, que hacia fresco y que era un miércoles ya había alguno comiendo.

Y también un par de “emprendedoras” (como diría la señora Báñez) con vituallas para vender y a las que un cámara de televisión y un periodista les hacían una entrevista. Y de paso he visto que probaban las exquisiteces de las jóvenes. Igual eran unos jetas que se hacían pasar por periodistas para desayunar.

Y como no podía ser menos la preparación finaliza con unas bolsas enormes para depositar los desechos pero ya clasificados. Visualmente estropean el entorno pero son imprescindibles para mantener todo aquello en buen estado de limpieza y salubridad. Y hablando de este tema: imagino que de cara al fin de semana y a pesar de la profusión de servicios que hay en todos los parques ya han colocado filas de mingitorios. Todos los que he visto eran para caballeros. Y una información sorprendente para un español: “No hay papel higiénico. Téngalo en cuenta antes de entrar”. En España lo podrían haber grabado en un a lápida de mármol.

Distribución de las papeleras: una para periódicos (¿se podrá poner cualquier clase papel?), otra para vinilos y plásticos, otra para “styrofoam”, o sea planchas de poliestireno extruído, otra para botellas, otra para “botellas, latas y botellas de PET”, una para basura que se pueda quemar (imagino que no entra dentro de los anteriores), y finalmente dos para “basura que no se puede quemar”. ¿Se puede organizar mejor? Que venga Ada Colau y lo vea.

Y sin ninguna vigilancia de ningún tipo.
Vemos un tótem bastante feo con una inscripción que dice que ha sido donado por “Lions International”. Esto de los “Leones” me tiene siempre bastante intrigado y en este caso concreto no sé qué pinta aquí esa horrible figura. Quizás esté la explicación pero como es en japonés….
Camino del museo un monumento dedicado a Shogi-tai. Una lápida explica como el 15 de mayo de 1868 tuvo lugar aquí la llamada guerra de Ueno donde las tropas del shogun, “Shogi-tai”, fueron derrotadas por las imperiales. Okisato Ogawa y un grupo de sus camaradas del shogi-tai obtuvieron permiso para construir aquí un cementerio en honor de los que perecieron en la batalla. Eso es lo curioso, que sea un monumento dedicado a los que perdieron la guerra. Hay un dibujo muy especial de esa batalla que te hace recordar a las pelis de samuráis y de artes marciales pero con la verosimilitud de un Goya, con muertos y dolor de verdad. Debió ser terrible.
Muy cerca y también dentro del parque de Ueno un pequeño y bonito templo, el Kiyomizu Kannon-Do, construido según el patrón de uno de Kioto. En su exterior una piedra con un haiku de Suiei Matsumoto, poeta famoso que vivió de 1891 a 1976.

Y también en el parque una extraña estatua del príncipe imperial Komatsunomiya Akihito. ¿Por qué es extraña? Pues porque aquí a los héroes se los suele representar de pie, con gesto fiero y la espada al cinto. Y este parece un poco panoli a caballo. Pero fue el primer presidente de la Cruz Roja Japonesa.

Y yo me pregunto que si los países musulmanes, con muy buen criterio, han sustituido la “cruz”, símbolo imperialista cristiano, por la “media luna”, símbolo imperialista islámico, ¿por qué los nipones no han hecho algo semejante? Podrían haber elegido el “sol naciente”, aunque como ya es el símbolo patrio, quizás para la obra altruista podrían haber seleccionado por ejemplo el boniato que aquí gusta mucho. Bueno, la sopa les gusta más todavía pero imagino que ese elemento es muy difícil de plasmar en una bandera. Tendré que consultar a un vexilólogo.
Al fin tenemos delante de nosotros el gran Museo Nacional de Tokio, “Tōkyō Kokuritsu Hakubutsukan”. La visión del edificio es magnífica pues tiene delante del recinto una enorme plaza con una gran fuente.

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