58. Japón 2015. Vigésimo quinto día de viaje. 23 de marzo, lunes. Tokio día 2. Segunda parte.

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Seguimos nuestro periplo y pasamos por delante de la embajada coreana. Además de enorme está fuertemente custodiada por la policía. Bueno eso de «fuertemente» es en relación al resto de lo que he visto del país.
Segunda sorpresa del día: los lavabos públicos, por lo menos algunos, tienen alarma. Marisa entra en uno de una calle bastante grande y en su búsqueda del tirador del agua pulsa la alarma. Sale toda agitada porque no sabe como pararla. Ni ella, ni yo que también entro, ni una señora a la que he parado y preguntado. Al final acude un policía y le explico lo de mi señora. «No problem». Pero Marisa lo ha pasado bastante mal.
En las calles los grandes edificios de acero y cristal contrastan con los cerezos de los paseos que ya empiezan a florecer.

Nuestra siguiente etapa es Kagurazaka. Es un antiguo barrio de geishas con calles estrechas y algunas peatonales y con mucho encanto y que te sorprende que se hayan podido mantener así en medio de una ciudad como esta. Muchos restaurantes y muchos jóvenes como los que hemos encontrado antes que parece que están en su fiesta de graduación.
Entre los restaurantes muchos franceses e italianos y un español con un letrero bastante ecléctico: «Asador el buey. Bistec. Callos y Mariscos. Vinos». Y una cabezota de un toro de lidia. A su lado «Azurri» con unas bonitas letras azules. Al «nuestro» estéticamente solo le faltaba un bandolero de Sierra Morena en la puerta.


Más tarde vemos otro que se llama, ¡cómo no!, «España» con aspecto más moderno pero que en su escaparate anuncia entre otras cosas «Calabacin con almendras» y «Croquetas de paella». ¡Toma ya croquetas!

Para compensar tanto despropósito algunos restaurantes (japoneses, claro) están adornados con preciosas flores.
Nosotros encontramos uno en el que solo hay ramen. Está en una callecita estrecha y es de lo que debes sacar antes el tique.

Ha sido todo un acierto aunque haya sido por casualidad. Es pequeñito y lo llevan una pareja encantadora. Solo tiene una barra donde caben cinco o seis comensales. Cuando llegamos nosotros son las dos, hora muy tardía para ellos, pues hemos visto en la publicidad del «Azzurri» que empezaba la hora de la comida a las 11:30 y que a las dos de la tarde era el «último pedido».

Ahora hay tres comensales que acaban en un momento y nos quedamos solos. Imagino que es para clientes habituales pues la callecita apartada del bullicio y la falta de interés de la entrada hace que aquel sitio tenga muy poco atractivo exterior. Lástima de la barrera del idioma aunque hemos logrado medio hablar con la señora y desde luego hemos podido ver todo el proceso de la comida. Es curioso que siendo tan pequeño tengan el sistema de tiques pero así se evitan los problemas de caja.

Este barrio a pesar de no estar dentro de los destinos turísticos de Tokio es un lugar encantador y muy recomendable y hoy además he visto a la chica más guapa de todo el viaje. Lástima que a pesar de estar haciéndose una fotografía, o una sesión, solo le haya podio hacer una y sin pose.

Regresamos al hotel y volvemos a pasar por los espectaculares pasillos del metro cercanos a nuestro hotel. Son los bajos de unos importantes grandes almacenes e imagino que eso tiene alguna relación. Y es que los grandes almacenes son algo notable y algunos como este, Mitsukoshi, espectaculares.
Hiro.
Tenemos un amigo en Tokio, Hiro.
Lo conocimos en un viaje por Birmania. El iba solo y alquilamos un coche para hacer un recorrido conjunto. Creo que visitamos un río donde había gente que buscaba oro, como en las pelis del oeste. Luego, visto que nos compenetrábamos bien seguimos juntos algún día más.
Hiro no es un japonés habitual. No voy a contar su vida aunque es muy interesante pero sí que ha viajado mucho, cosa rara aquí, y siempre solo; más raro todavía. Por ejemplo ha estado en España, antes de conocernos, y asistió a un concierto de Paco de Lucía, pues le gusta la guitarra y además la toca, aunque no viaja con ella, que yo sepa. Cuando lo conocimos lo que sí hacía era pintar con acuarelas.

En mi primer viaje a Japón en 2008 (al que pertenece la fotografía) estuve visitando Tokio con él durante un par de días. En mi segundo como viajé a Nagoya solo estuve en Tokio un rato y no pudimos vernos. En este tenemos el propósito de volvernos a encontrar y hoy hemos quedado en este hotel.

Gran encuentro.

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