En la cadena de hoteles donde nos alojamos tienen un mismo tipo de desayuno con algunas variantes que no sé si serán locales, regionales o por casualidad. Y además suelen variar algunos platos cada día. Lo que sí hemos detectado es que aquí gustan mucho los boniatos. También son distintos los clientes de fin de semana que los que hay los días laborables. Lo que son idénticas en todos los hoteles son las dos señoras que están en la pequeña cocina y que además de cocinar y preparar las 5 ó 6 cosas que te puedes comer, también friegan y surten la mesa donde coges los manjares. Pues bien, todas son pequeñitas, mayores, y de una rapidez asombrosa. Y te dicen mil veces “arigato” en cada ocasión en que dejas los restos de la bandeja y los cubiertos, vaya los palillos, en su sitio. Se ganan bien el salario, sea el que sea.
Había anunciadas lluvias y se ha cumplido la previsión: llovía cuando nos hemos levantado y sigue lloviendo cuando hemos salido del hotel, no mucho pero de forma continua. Así que hemos decidido hacer una visita turística en un autobús de esos que hacen un recorrido circular con paradas en los sitios más importantes y que puedes volver a coger de nuevo. Y funciona de maravilla. Aquí tienen el valor añadido (que creo que no lo tienen en Madrid o Barcelona) de que el billete te sirve para coger cualquier tranvía o autobús urbano de la ciudad durante el periodo de validez.
La primera parada, donde nos hemos bajado, era en el parque de San Francisco Javier. Y hemos sido los únicos.
Es un pequeño parque con una iglesia católica dedicada a ese santo. Yo tenía interés en verla pues siendo domingo quizás podríamos ver una misa.
Cuando estuve en el 2008 en Nagasaki visité la catedral de Urakami y me topé con un funeral. Fue realmente interesante.
Mi amiga Carmen en una crónica de nuestro pasado viaje a Sri Lanka se sorprendía de mi interés por las ceremonias religiosas. A mí me gustan en especial cuando corresponden a comunidades religiosas que están en franca minoría, como aquí, o en un estado de casi desaparición como los arameos en el este de Turquía aunque sean los pobladores originales y no una religión sobrevenida como el islam allí o el cristianismo aquí. Aunque después del paraíso del Génesis todas son sobrevenidas. Pero ¿cuál era la religión de nuestros primeros padres? ¿A quién adoraban Adán y Eva? ¿Qué normas morales seguían? ¿Qué ritos practicaban? Esto de las religiones y sus dioses es un contradiós.
Pues bien aquí nos hemos encontrado con la hora de salida de misa y no sé la razón pero casi todas eran personas mayores.
La iglesia es un edificio totalmente moderno pero de bonita arquitectura. Hay un grupo de fieles todavía dentro del templo y dos jóvenes dirigen unos cantos con unos niños. Aparece uno con una cruz y se ponen a rezar un vía crucis. ¡Un vía crucis en Japón! Quizás sea un simulacro de algo y se lo pregunto a un cura mayor que está observando la escena. Pues sí es eso y se reza como preparación de la Semana Santa cercana. ¡La de veces que lo habré rezado yo con los Padres Escolapios! Ciencia no nos enseñaban –no es que no quisiesen, es que no sabían- pero a rezar….
Ya lanzado y como no veo ninguno le pregunto si hay algún confesionario. La verdad es que se lo he preguntado con un poco de miedo, porque dado su nivel de inglés temía que creyese que igual me quería confesar yo y me hubiese puesto en un aprieto porque en inglés de los pecados capitales no me sé ninguno y tendría que decir un número correspondiente a cada mandamiento y luego “very bad” o decir por ejemplo que “ I use of God’s name in vain”. Todo muy complicado. Pues parece que sí había confesionario y que estaba dentro de una habitación pero no he logrado entenderlo ni verlo. Marisa a veces me critica ese afán de entender la vida de los indígenas pero en ocasiones quizás tenga razón.
Y como los japoneses aunque sean católicos no pueden dejar de ser japoneses la pila del agua bendita era de puro diseño.
Paseamos por el jardín donde hay una puerta de piedra que parece copia de algo europeo y una estatua del santo con una placa que dice que San Francisco Javier fue un misionero de la Compañía de Jesús, nació en 1506 y murió en 1552. Que hizo labores de misionero en varias partes de Asia y que llegó a Kagoshima trayendo por primera vez el cristianismo a Japón.
Y en esa placa descubro que esta pequeña iglesia es catedral con lo que quizás he estado hablando con el obispo aunque a mí más me había parecido un sacristán. Acaba diciendo que la estatua es una donación de Italia. Así que nuestra España no aparece para nada. ¿Qué pensarán los nacionalistas de uno u otro pelaje de esta omisión?
El autobús tarda 30 minutos en llegar a cada parada, lo cogemos y nos bajamos de nuevo en un parquecito que hay con la estatua de Saigo Takamori que, como no sabes, es la figura más importante de esta ciudad y quizás de esta isla y al que se le conoce como “el último samurái”. La placa de la estatua encabeza la leyenda con un ”la vida de un héroe, un hombre de honor y piedad”. Como todos habéis visto la peli “El último samurái” ya sabéis un poco por donde va. En ella el guapo Tom Cruise no es ese “último samurái” sino el que interpreta Ken Watanabe. Pero, ¿quién era de verdad SaigoTakamori? Pues si lo deduces por la estatua de su parque era un señor mayor, grande y gordo. Algo así tipo Sr. Fraga Iribarne.
Pues muy mayor no era que murió con 49 años en 1877 y grande sí pues medía 1,8 m lo que para el Japón del XIX era un tamaño considerable. Su vida se resume en que primero apoyó al emperador (“Restauración Meiji”) contra el shogun y luego se rebeló contra él para apoyar a los samuráis en lo que se llamó la “Rebelión Satsuma”. La lideró y perdió al fin frente a las fuerzas imperiales y como buen guerrero japonés se suicidó por “seppuku”. Todo esto, la rebelión y el personaje se convirtieron en leyenda y el gobierno perdonó póstumamente a Saigo, le dio honores y hoy es un ejemplo del espíritu samurái.
Pues allí estaba su imponente figura y no dejaba de llover.
Marisa observa que a pesar de lo limpios que son en este país, el suelo de las aceras parece como sucio y lo mismo los bancos de los parques: ¡las cenizas del volcán! Parece mentira pero así es.
Había leído en la guía que hay días en que los habitantes de esta ciudad tienen que abrir el paraguas para protegerse de las cenizas de las erupciones. Pues hoy con la lluvia, todas esas que están en suspensión en el aire han caído mojadas en el suelo.
Cerca de allí una cafetería con el nombre de “ma.ña.na”.
NB
Leyendo sobre Saigo Takamori he descubierto, con tristeza, que mi admirado Emilio Salgari también se suicidó de forma parecido al ritual japonés. Y el último que murió de forma semejante fue Mishima.