36. Japón 2015. Décimo sexto día de viaje. 14 de marzo, sábado. De Hiroshima a Kagoshima.

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Hoy último desayuno en este hotel y se nota que es sábado: hay un par de familias con niños y no hay hombres solos como otros días, en que son mayoría.
Ayer descubrí en la web del hotel que los que teníamos la “Club Card” internacional debíamos cambiarla. Creo que quieren que la tarjeta sirva como llave para abrir la puerta de la habitación en el futuro cuando pongan en marcha un nuevo sistema de control de accesos.
NB Una parte de mi vida profesional la dediqué a sistemas de control de accesos y de control de presencia. La diferencia esencial es que los primeros simplemente te abren la puerta o el torno y los segundos te controlan los tiempos. Fue una experiencia muy interesante pero muy estresante. Imagínate que en una gran factoría con miles de operarios el reloj de control de presencia no coincide con el general de la fábrica que es el que hace que cambien los turnos y que el personal salga pitando para sus casas y que por tanto marquen antes de cumplir el horario requerido. O que por una tontez del sistema se dupliquen los fichajes de entrada o salida. Todo problemas que ponen al borde de un ataque de histeria a los del departamento de personal por si los obreros (ellos también lo eran pero no lo sabían) se enteran de las disfunciones del sistema. Una locura.
Pues voy al recepcionista para que me la cambie pero me tiene que hacer una nueva fotografía y en esos casos te das cuenta de golpe de lo que has envejecido. Pero este joven ha sido el peor fotógrafo que he conocido y me ha hecho la foto con un gran contraluz, así que lo único que se ve de mi cara es una especie de mancha oscura. Además he perdido la antigüedad en la fecha de la tarjeta pero funciona tan bien que desde el año 2009 en que me la hice me han guardado los puntos acumulados y no utilizados.
Hoy nos vamos a Kagoshima y a pesar de que nuestro hotel está a unos 100 metros de la estación hay que ir con bastante antelación pues estos edificios en las grandes ciudades son enormes y con subterráneos comerciales donde es fácil perderte. Por esto en la información de los hoteles siempre te dicen: “a tantos minutos a pie de la salida oeste por la puerta 9”. ¿Te imaginas algo así en España? Así que mi consejo es que si tienes suficiente tiempo que llegues bastante pronto y si no lo tienes, por ejemplo porque el tren sale temprano y el desayuno del hotel lo sirven muy justito de tiempo, pues entonces que el día anterior hagas el mismo recorrido para tenerlo claro.

Los trenes “shinkansen” tienen una parte de la estación solo para ellos y en el suelo de los andenes está marcado el lugar exacto donde se colocará la puerta de tu vagón. En el caso de hoy en la misma posición estaba el vagón número 10 y el 6 pero claramente te explica para qué tipo de tren es el uno y el otro. Siempre me admira la buena organización de este país.

Este tren, un “Sakura”, es estupendo y los asientos son unos grandes butacones con muchísimo espacio para las piernas.
Hoy vamos a pasar de la isla de Honshu, la grande, la importante, donde están todas las grandes ciudades, a la de Kyushu, la que está situada más al sur y al oeste.
Compruebo una vez más que desde el aeropuerto de Narita hasta que hemos bajado del tren siempre ha habido población, hoy incluso hemos pasado al lado de un gran complejo industrial y de grandes ciudades desconocidas para mí, donde sí se veían algunos rascacielos en el centro y bloques de viviendas pero por lo general han sido siempre casitas. Quizás no les guste la propiedad vertical por los terremotos. Tengo que reconocer que en Hiroshima hemos estado en el piso más alto del hotel y aunque la vista era la mejor de todo el viaje no me he sentido demasiado cómodo pensado en una evacuación por la noche.

A las 12 veo como un pasajero abre un “bento” y se pone a comer. Esas cajitas las suelen vender en las tiendas de las estaciones y son lo más limpio que hay, pues además de que comen con palillos, como no hay pan no hay migas y como no hay sardinas en aceite no hay lamparones en las camisas y como no hay embutidos grasientos no hay manchas en las tapicerías de los asientos. Un gran invento. Si añades que nadie pone los zapatos encima de los asientos, al revés que todos nuestros jóvenes españoles de los más macarras a los más cultivados, parece que estás en otro planeta.
Nosotros ante la duda de dónde y cuándo podríamos comer hemos echado mano de nuestra reserva de turrón. Solo para matar el gusanillo.
Un detalle más de la eficacia japonesa: en el respaldo del asiento hay un esquema con la situación y distribución de tu vagón, de los dos que tienes adyacentes, de la situación de los servicios y del AED, “Automated External Defibrillator” (muy importante conocer esta sigla), en España DEA, “Desfibrilador Externo Automático”, (que hoy estaba en el nuestro), de las papeleras y del vagón de fumadores así como unas normas de comportamiento:
-no andes zascandileado por el tren. (Traducción libre de “rush”).
-coloca tu teléfono en modo silencioso.
-informa a un empleado del ferrocarril si ves algún objeto sospechoso o un equipaje sin dueño.
La segunda norma volvería locos al 96,4% de la población española.
Y para acabar con el tren: en cada asiento de ventanilla hay un enchufe para el ordenador o teléfono colocado en la pared.
¿Qué más puedes pedir?
El tren pasa de una isla a otra pero no te enteras pues además de ser muy rápido atraviesa muchos túneles y lugares vallados. Desde luego no es la mejor opción para ver territorio.
Llegamos a Kagoshima y yo me pregunto si los de esta isla, Kyushu, será como en España y serán diferentes a los de Honshu y hablarán un japonés con más gracejo y serán más divertidos, como los andaluces.
Desde luego la joven de la oficina de turismo ha sido la más amable de todo el viaje y la que nos ha proporcionado más y mejor información.
Y la mejor sorpresa: casi 20ºC, que después del frío de estos días pasados es una maravilla.

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