Es la capital de la provincia (prefectura) del mismo nombre y la gran ciudad que está más al sur de todo Japón y tiene algo más de 600 mil habitantes, así como Zaragoza, aunque no hayas oído hablar nunca de ella hasta ahora.
Parece que en las encuestas que realizan a nivel nacional es la ciudad elegida como la más agradable para vivir (cosa que no ocurre con Zaragoza) y uno de sus personajes estrella, Sakamoto Ryoma, fue elegido en el 2009 como la segunda figura política más “edificante”, siendo Lincoln el primero. Claro que el señor Sakamoto vivió de 1836 a 1867. Es como si en España eligiésemos a Gustavo Adolfo Bécquer, coetáneo del kagoshimés, pues vivió de 1836 a 1870.
El otro punto importante es el cercano volcán de Sakurajima, todavía activo y del que dicen que tiene pequeñas erupciones a lo largo de todo el año.
Esta región se llamó Satsuma, como un tipo de mandarinas, y fue gobernada por el clan Shimazu durante 700 años. Aquí en Japón todo dura mucho tiempo.
Por su situación geográfica comerciaba con China y con Corea y San Francisco Javier llegó aquí en 1549, lo que provocó que esta ciudad, como Nagasaki, también en esta isla pero más al norte, fuesen las puertas de la entrada del cristianismo en Japón.
¿Y qué hemos venido a ver aquí?
Nuestro plan inicial era ir mañana domingo a la cercana isla de Sakurajima para ver el volcán y pasado mañana acercarnos hasta Ibusuki, 50 km más al sur, donde hay aguas termales y cuya gran atracción son los baños de arena, para acabar en un puerto pescador llamado Makurazaki donde acaba la línea férrea. Vaya, ambos sitios parecen un poco esos de “world end” cuando los ves en el mapa.
Estos eran nuestros planes pero tendremos que ir modificándolos pues a pesar de que hoy ha hecho un día estupendo mañana está previsto (un 90% según el servicio japonés de meteorología) que llueva todo el día. Y el lunes que lo haga toda la tarde. Y aunque la esperanza es lo último que se pierde (¡qué le pregunten al Sr. Rajoy por la Sra. Aguirre!) me temo que se cumplirá lo peor. Bueno, lo peor, lo peor no, pues paseando por una de las avenidas principales hemos visto en la pared de un gran edificio un letrero de “Tsunami Escape Building”, que con mis conocimientos de japonés hasta que no tenga la ola sobre mi cabeza no me enteraré de lo que se me viene encima.
Así que de momento nos vamos a dar una vuelta por el centro y buscaremos un restaurante recomendado por la guía.
En el exterior de la estación del tren hay montado un escenario donde canta un grupo juvenil. No lo hacen mal pero el personal que asiste al concierto son los más patosos que he visto tocando palmas cuando se lo piden los músicos para acompañarlos.
Encontramos el restaurante pero a base de preguntar muchísimo pues estos de la guía te dicen el nombre en caracteres latinos pero en este caso, como en muchos otros, el letrero de la calle solo está en japonés. Encima éste estaba en un segundo piso, que no se veía nada en la calle. Y claro a las 4 de la tarde estaba vacío. Es como si en España vas a comer a las 7 de la tarde, que aquí a las 6 ya cenan.
Y encima los letreros de la calle tampoco tenían menú en inglés, ni lo hablaban ellos. Afortunadamente la guía recomendaba unos cuantos platos y el personal me los ha señalado en una carta con fotografías y precios: la mejor comida del viaje. Lástima que por problemas de iluminación del local las fotos han salido fatal y no las podremos publicar. Y el personal ha sido el más encantador de todo el recorrido, bueno tanto como la joven de turismo de hoy y la pareja del ryokan de Kotohira.
Al salir nos dicen que nos hacen una foto, cosa que imagino que hacen a todos los clientes aunque quizás también hayan valorado el esfuerzo que supone para una pareja extranjera llegar hasta ese restaurante. Lo gracioso es que nos la han hecho con una polaroid y nos han dado una copia. Y encima no hemos salido mal.
Nosotros a cambio les hemos pedido hacerles también una foto pues eran una pareja muy fotogénica.
Y como en todas las grandes ciudades japonesas también en esta hay unas impresionantes galerías cubiertas, “arcades”. Pues en una de ellas aparece un talludito joven en un monopatín. Y yo que creía que aquí no había vandalismo ciudadano, aunque quizás este se limite a hacer el panoli por la calle y no se dedique a romper aceras, bancos y jardines como los monopatineros madrileños. ¿Serán menos vándalos los de Barcelona? Aunque bien pensado es el primero que veo en las dos semanas que llevo en este país. Pero para compensar estas calles están llenas de jardineras con unas preciosas flores y en algunos sitios pequeños arbolitos también con grandes flores. ¿Cuánto tiempo durarían en España? ¿Una noche? ¿Una noche y una mañana?
Una de las galerías tiene una falsa cúpula espectacular.
Vemos a un joven ataviado como un ninja pero de profesión calígrafo trabajando en el suelo de uno de estos pasajes. ¿Será que los calígrafos japoneses se disfrazan así para imponer más respeto?
Primero pensé en que su fotografía me serviría para concienciar a mis nietos de la importancia de la buena letra que te permite trabajar disfrazado de algo que a ellos les gusta y también ganarse la vida. Luego he comprobado que cogía la herramienta mucho peor de lo que lo hacen ellos y por lo que les reprendo continuamente.
Paseando por una de esas galerías damos con una tienda de helados que también recomienda la guía: dice que en el caluroso verano vengas aquí a refrescarte tomando un “kakigori” o un “shirokuma” y que es fácil dar con ella porque tiene un oso polar en la puerta. Y así es: tiene dos. Uno que parece uno disecado de verdad y otro enorme de cartón piedra en la calle.
Entramos nos sentamos, nos dan la carta toda en japonés que muestra unos helados enormes. Pero grandes, grandes. Le digo al camarero que cuál de los 20 que hay en la carta es el “kakigori” y me señala uno con el dedo. “¿Y el “shirokuma”? Y me señala el mismo. Le pregunto por otro y me dice que también es “kakigori” y “shirokuma”. Que aquello parecía un chiste. Y así una y otra vez. Al final me dice que todos son “kakigori” y “shirokuma”. Así que elegimos uno por el aspecto y menos mal que hemos pedido uno para los dos: era un montón grande, grande, de hielo picado con algo de leche condensada y cuatro alubias grandes blancas pegadas en un costado. Para nuestra garganta fatal aunque había varias parejas de novios que estaban calzándose uno cada uno de aquella monstruosidad. Pregunta: ¿qué pintan las alubias en aquel falso helado?