Lo primero es ir a la oficina de turismo. En este viaje no vamos a pernoctar en Tokio al llegar sino que iremos tan directamente como sea posible del aeropuerto de Narita a Kioto. Además hay un tipo de bono de transportes en Tokio que solamente se puede comprar en el aeropuerto y lo necesitaremos para la vuelta.
Nos proporcionan información en castellano además del imprescindible y complicado mapa del metro. De allí nos vamos a la oficina de ”Japan Rail” pues como hemos comprado el pase para viajar en el tren lo vamos a utilizar a partir de hoy mismo. Esto implica que obligatoriamente tenemos que estar aquí, en Tokio, el día 21 en que se acabará su validez. Nos atiende un empleado con un inglés perfecto. “Perfecto” para mí, pues le he entendido todo y como siempre en esa compañía ha sido de una eficacia como no hay otra en todo el mundo. Así cambiamos el impreso de España por un pase que nos permitirá viajar por todo Japón.
Queremos ir de Narita a Tokio y desde allí a Kioto. Nos dice que es mejor coger el tren hasta una estación más pequeña después de la de Tokio y hacer el allí el cambio de tren pues es mucho más fácil.
Has de saber que si tu meta es Tokio hay múltiples maneras de ir desde el aeropuerto hasta allí. Distintas maneras y distintos precios. Teniendo el “Japan Rail Pass” lo mejor es un tren de esa compañía que además de muy veloz apenas para en un par de estaciones y en nuestro caso va más allá de Tokio: te bajas en Shinagawa y allí trasbordas para el tren de Kioto.
Ventajas: los trenes rápidos japoneses, como los AVE españoles, tienen unos andenes separados del resto de los trenes y en una gran ciudad puede ser bastante complicado ir de un sitio a otro.
Advertencia: en este país además de la “JR” hay varias compañías privadas. La estación principal, que siempre es la de JR se le llama con el nombre de la ciudad. Las de las otras líneas tienen el nombre de la línea. Por lo tanto no vale decir solo “estación del ferrocarril”, pero a cambio se simplifica pues no tienes que decir “Campo Sepulcro”, como se llamaba antes a la estación principal de Zaragoza, que era en realidad de la línea MZA. Así en Tokio la estación principal se llama así “Tokyo Station” y en Kioto “Kyoto Station”. Vaya, al revés que lo de Barajas.
Desde que sales del aeropuerto aparecen casitas con tejados con varias vertientes. No aparecen los primeros bloques de pisos hasta que llevamos más de 30 minutos. Esto será una constante en todo el país: casas con tejados complicadísimos. ¡Con lo difícil que es calcular las tejas en una casa española normal con dos o tres vertientes! Aquí muchas tienen 8 ó 10. Y algunas más.
Nuestro tren el “Narita Express” en menos de una hora te lleva hasta la “Tokyo Station”. Este tren tiene unos compartimentos en la entrada del vagón para dejar los equipajes. Para mayor protección hay un cable para asegurar la maleta con un candado con clave. Advierte que si luego no te acuerdas de la clave debes esperar a llegar a la estación final para que te lo desbloqueen.
De nuevo me vuelvo a encontrar con el ceremonial del personal ferroviario: cuando el revisor entra y sale del vagón nos hace a los viajeros una reverencia y lo mismo la jovencita (siempre son chicas sonrientes) que vende comidas y bebidas con un carrito.
En Shinagawa cambiamos al tren que no llevará a Kioto, un “shinkansen”, el AVE japonés. Al empleado que nos ha entregado los billetes le he pedido que nos lo diera en el lado del monte Fuji: tarea vana pues hoy está todo nublado y con lluvia intermitente.
Esta vez compruebo que el cambio horario automático de la cámara compacta ha funcionado perfectamente y no como en Sri Lanka. Es algo que recomiendo siempre los amigos: el cambio de huso horario no solo afecta a nuestro sueño y a las horas de las comidas, también a las fotografías porque si no lo haces aparece una con un sol estupendo que has hecho a las 11 de la noche y no estabas en el polo norte ese verano. Por supuesto que hay programas para cambiar la hora de los datos de las fotografías pero las opciones gratuitas solo te permiten hacerlo de una en una o de pocas en pocas.
Marisa observa que la comunicación que aparece de forma continua en la pantalla informativa lo hace en japonés y de vez en cuando en caracteres latinos.
Otra característica: el personal viste de oscuro y muchos con la mascarilla higiénica.
Llegamos a Kioto. Marisa se queda maravillada del edificio de la estación. Y es que es algo espectacular. Y, como es la norma, se llama “Kyoto Station”. Allí vamos a la oficina de turismo.
Una diferencia importante con el resto de países asiáticos que hemos visitado es que aquí hay muchísimo turismo nacional y por tanto las oficinas de información turística están especialmente pensadas para ellos aunque aquí hemos encontrado personal que nos ha atendido en inglés.
Otra característica de estos informadores es que saben escribir al revés y así tú miras el mapa desde tu lado y ellos desde el de enfrente te escriben “BUS 45” sin tener que andar dándole la vuelta al mapa o mostrándotelo al revés.
La señora que nos atiende nos dice que nuestro hotel está a unos 25 minutos andando pero ahora está lloviendo y nos recomienda el metro. Y el metro o el autobús en Japón siempre es una complicación a menos que saques un billete de esos de un día o dos que te evita tener que sacar billetes por viaje. Así en Kioto el precio del billete del metro depende del recorrido. Y tú llegas la máquina expendedora y tiene toda la información en japonés además de que es un aparato como los de las máquinas tragaperras de los casinos de Las Vegas con muchos botones. Te quedas con cara de imbécil, o mejor, me quedo con cara de imbécil, esperando que alguien saque un billete en alguna otra máquina y vea el procedimiento. Y entonces descubro la milagrosa palabra en uno de los botones: “English”. Pero a pesar de eso solo logro entender que debo meter un billete de 1000¥. Afortunadamente la de turismo me había dicho que el precio del viaje eran 210¥, así que veo un botón con esa cantidad y lo he apretado. ¡Éxito! Consigo billete y su cambio. Si no hubiese sabido el precio exacto no sé cómo se habría desarrollado el diálogo entre la máquina y yo. Por eso se recomienda que en las grandes ciudades saques el billete del menor importe y luego al salir pases por otra máquina donde te ajustan el precio en función de la distancia recorrida.
El hotel de Kioto es de la cadena que descubrí en mi segundo viaje, el del 2009, y es de los que la guía clasifica como “Business Hotel”. Además en aquella ocasión me hice con una tarjeta de cliente, “Member card”, lo que me proporciona alguna pequeña ventaja. Esta cadena dice que tiene más de 200 hoteles. Yo añadiría que son todos iguales, que no son el “Sheraton”, que es el patrón de medida de hoteles de mi amigo Luis, pero que yo me encuentro muy a gusto en ellos. Espero que este viaje me resulte igual de bueno pues pienso alojarme en ellos siempre que sea posible.
A lo mejor hago un “post” al final tipo “Sheraton vs Toyoko”.
Volvemos a la estación en busca de la cena pues en este edificio, como en otras grandes ciudades japonesas, suele haber unos grandes almacenes una de cuyas plantas está ocupada por pequeños restaurantes. Además, para facilitar la selección, todos exhiben en su escaparate una reproducción de los platos en plástico junto con el precio. Y menos mal porque con lo difícil que es el japonés y lo extraña que es su cocina para nosotros sería un serio problema elegir que vas a comer.
Marisa se queda sorprendida una vez más con la fiel reproducción de los platos y su bonita presentación. Y cuando te los sirven todavía más.
El problema es saber donde debes mojar cada plato pues cada uno tiene su salsa particular y te los sirven todos al mismo tiempo. Yo se lo pregunto por señas al camarero que solícito me explica como hacerlo. Así que comida riquísima y presentación todavía más. Y el precio como un menú normal en España, claro que aquí bebes té verde en lugar de un Valdepeñas.
Por supuesto debes saber manejar los palillos con total seguridad.
En el exterior de la estación una gran torre muy fotogénica.
Volvemos dando un paseo hasta el hotel y así acabamos nuestro primer día japonés.