Nuestro último día en Colombo y con un tiempo estupendo. Vaya, calor.
Después del desayuno toca preparar el equipaje. Creo que Marisa y yo somos maestros en ello. Llegamos con las mochilas llenas sin un solo hueco y tenemos que meter todo lo comprado (que a mí me parece siempre demasiado y a Marisa demasiado poco) donde antes no cabía ni un pañuelo más. Además la mochila de Marisa no la podemos cargar demasiado pues por un problema técnico no la puede facturar y debe llevarla con ella como equipaje de cabina, así que no puede pasar de los 8 kilos, ni de un tamaño determinado. Esta mochila, la de Marisa, debería servir de guía a las señoras que van con grandes maletas, que aunque sean de ruedas, no pueden manejar por ellas mismas. Lo dicho: una maleta que a la venida pesaba 8 kilos para un viaje de 34 días. Algún día publicaré el contenido prototípico de una maleta o mochila así (8 kilos para 34 días).
Y ya solucionado el equipaje, el último e importante escollo del viaje –eso creía a esas horas-, nos vamos a dar una vuelta por la parte más vibrante y bulliciosa de Colombo: Pettah. La guía lo define como la zona con más mezcla étnica del país. Y efectivamente se ven muchos musulmanes (que aquí se asocia la religión a un grupo social), únicos a los que puedes distinguir por su aspecto externo: el gorrito blanco, la barba tipo “profeta” y los más piadosos con la marca morada en la frente. Sí ves la mezcla, si no étnica, sí religiosa pues hay mezquitas, algunas muy grandes, templos hindúes e iglesias cristianas. No hemos visto ningún templo budista pero el personal debe serlo pues son mayoría. Y lo que hay son tiendas sin fin. Y como en las ciudades medievales cada calle está especializada en un tipo de producto. Además algunas calles, cosa curiosa, tienen como nombres ordinales: “1st Cross St, 2nd Cross St, 5th Cross St…”. Y otra: no se ven apenas mujeres, ni como clientes ni como comerciantes, por lo menos esta mañana y en algunas calles. Claro que en la “1st Cross St», no vende más que material eléctrico y las chicas no compran enchufes.
Al lado de un templo hindú de nombre complicado, el Sammangodu Sri Kathirvelayutha Swamy Kovil, hay dos grandes imágenes de dos ídolos españoles, o por lo menos adorados en España, que no hay que ponerse nacionalista. A mí me sorprende verlos en aquel ambiente. Pero no están puestos para rezar como los hindúes sino para vender. Y no creo que aquí paguen derechos de autor.
La puerta del templo está enmarcada por sendos bananos con sus respectivos racimos de plátanos. Pero es que son árboles enteros, cortados y colocados allí. Cuando llegamos la primera vez también vimos árboles así colocados en otros templos hindúes. En su puerta un cepillo para los donativos de lo más curioso que he visto.
Y cerca de allí la gran mezquita de Jami-Ul-Alfar. Lo diferente de este edificio es que no está exenta como las mezquitas importantes ni está encajonada entre dos casas como algunas pequeñas. Aquí da a dos calles pero con edificios anexos que son casas normales. Una de las fachadas la están haciendo o reconstruyendo y es algo impresionante y con muy poco aspecto de mezquita. Algunas cosas a mí me recordaban a Petra.
Lo que no es nuevo está pintado de rojo y blanco lo que le da un aspecto muy llamativo y también en eso se aparta del estándar del islam cuyo color confesional es el verde.
Buscamos vainilla y a pesar de que parece que es un producto típico de este país no ha habido forma de encontrarla. Cuando la pides te ofrecen unos frasquitos que son de un líquido con aroma, químico, de vainilla.
Una de las calles que hemos recorrido hoy estaba llena de camiones cargados sobre todo de cebollas y con unas tiendas tipo almacén medieval con largos y oscuros pasillos también llenos de sacos de cebollas, algunas tan pequeñas que parecían ajos. La gente nos invitaba a entrar y a que les hiciésemos fotos.
En uno de esos sitios pregunto por la vainilla y el señor no tiene pero es tan amable que manda a un empleado suyo a preguntar. Tampoco hay por los alrededores. Hace un par de llamadas, dice algo de “vanilla” y “foreign” y me da un papel con una dirección. En estos casos estoy preocupado porque parece que vayamos a comprar un cargamento y solo queremos un par de vainas, además que llevo muy poco dinero (es el último día en el país y lo apuro mucho) y no sé si cuestan 100 o 1000 cada vaina.
Llegamos a la tienda y por la cantidad de personal que hay allí te percatas que es la tienda de referencia para comprar especias. Incluso una cosa que parece más habitual, la pimienta blanca, tampoco había forma de encontrarla y también la hay aquí. Encima el dependiente que nos atiende le pide a Marisa que lo fotografíe. Y no se quedan sorprendidos cuando les digo la poca cantidad de vainas que quiero. Si regresamos a Colombo volveremos allí.
Luego caemos en la zona del pescado seco. Un almacén detrás de otro de salazones. Muchos con pescaditos pequeños como los que vimos preparar en Talaimannar, pero también algunas piezas grandes. Charlo con un señor muy simpático en uno de los almacenes. Marisa le pregunta el precio del kilo de las gambas saladas: 1200 rupias. “¿Quieren algo? Es que hay extranjeros que compran”. Le debía haber dicho que es que hay gente muy insensata porque si pones un paquete de salazón en una mochila ya no hace falta que la factures, la puedes tirar con todo dentro.
El salazonero ha resultado ser “roman catholic”; aquí nunca dicen “católico” a secas, siempre anteponen lo de “romano”. Se llama Frederic Fernando, siendo Fernando el apellido y a pesar de trabajar en tan menesteroso puesto habla un buen inglés: ha trabajado en Arabia Saudí, Omán y Qatar.
Son pequeños pero felices encuentros. Quizás para compensar lo de los tuktuk de Colombo. Hoy nos ha seguido uno durante 100 metros. Hasta que me he ido a un guardia joven y le he dicho que me estaba siguiendo. El policía ha tardado en entender lo que le decía pero al final cuando lo ha hecho se ha echado a reír. Me ha dicho que era algo molesto.
Hay una calle dedicada a las hierbas, no sé si todas medicinales. El dueño de una tienda ve nuestro interés por unos trozos como de regaliz de palo (paloduz) que tienen en el suelo y me explica su nombre y que es bueno para el “azúcar negro”, pero quizás me haya dicho otra cosa.
En la fachada de un banco un reclamo que no entiendo: “Si depositas 10.000 rupias en este banco te recompensamos el día de tu boda con hasta 50.000 en regalos”. Al consultar la web del banco se ve el truco enseguida, el truco está en la preposición «hasta». Te dan «hasta» 50.000 según tu saldo el día de tu boda. Así que «hasta» que te cases tienes que aumentar el saldo muchísimo más. En concreto te «regalan» el 1% de tu saldo. Pero es cierto que menos da una piedrankia.
Y en todas aquellas calles largos carromatos de madera cargados hasta los topes llevando mercancías de un lado para otro. Aunque son llamativos no son tan espectaculares como los de Khari Baoli en Delhi.
A este barrio lo atraviesa la “Main St”, pues bien siguiendo esa calle hacia el oeste dejas ese ambiente menestral y comerciante y bullicioso y pasas a una zona tranquila y elegante de oficinas y centros públicos, el lugar donde estuvimos anteayer, el Fort, y nos vamos a comer al mismo sitio. Sigue siendo un lugar de calma y reposo pero a esta hora sí que hay gente de esas cercanas oficinas comiendo. Nos atiende el mismo solícito camarero que la otra vez. Le insistimos en que la comida no pique. El a su vez también insiste. Inútil empeño. Y eso que cuando nos trae la nota obsequioso me dice: “¿No picaba, verdad?”. ¿Y qué le vas decir? A mí solo se me ocurrió “la madre que te parió”, pero no sé cómo se lo hubiese tomado.
Regresamos al alojamiento donde disponen de un gran cuarto de baño para que te duches y cambies si quieres. Una buena medida.
La señora del parkinson está leyendo sentada en una mesa. ¿Qué hará esta mujer de 79 años sola en Colombo? Uno del hotel me ha explicado su triste vida pero no puedo escribirla pues me la contó con gran secreto. Limpios y aseados nos tomamos el último té, cogemos un taxi y al aeropuerto.
La mañana en Pettah ha sido muy interesante. ¡Qué pena que se pierdan este barrio los turistas!