Esta mañana se ha ido Christian con un tren a las 5 de la mañana así que volvemos a estar solos.
Desayuno partido: yo en mi “tasca” favorita una tortilla de las que el huevo envuelve el pan y que descubrí precisamente en este lugar en mi primer viaje a Dehradun y Marisa lo hace en el restaurante del hotel, del que no sé porqué motivos no hacen tortillas, así que unas tostadas y mantequilla. En ambos caso con un té. Resultado: el precio del de ella más del doble. Eso que tiene ir de princesita.
Este hotel es bastante extraño pues solo tiene una planta con un gran patio central donde se abren todas las habitaciones pero sin ninguna utilidad clara. No está nada mal en cuanto a comodidad, si exceptuamos que como está en una de las calles con más tráfico, a partir de las 6 de la mañana los bocinazos de los camiones son algo espectacular. Pero tiene dos cosas impagables: está al lado de la estación del tren y tiene los recepcionistas más simpáticos y amables de todo el viaje, junto con los de Guwahati. Uno de ellos, el más hablador, me explica que es de cerca de Badrinat, o sea ya en el Himalaya. Le pregunto por sus amores: tiene una novia en Dehradun. “¿Lo saben tus padres?”. Pues no, porque son muy “spiritual”. No sé qué querrá decir exactamente con esa palabra, quizás “conservador”. Pero, ¿tú dirías que el Sr. Montoro es muy “espiritual”? ¿Y el Sr. Rato? El caso es que no se los ha dicho. Les gustaría que su hijo tuviese una novia de su pueblo y condición. Cuando me despedí le dije que lo importante era el amor. El sonrió y me dijo que sí. No sé cómo acabará la cosa. ¿Vencerán las convenciones sociales y religiosas o el amor? Si vuelvo dentro de unos años (que volveremos pues a Marisa le ha gustado mucho Mussoorie) preguntaré por él.
Hoy queremos ir al “Forest Research Institute”, más conocido por sus siglas “FRI”, o mejor dicho: solo conocido por sus siglas. Pregunta por el “efarai” y todo el mundo te dará razón pero nadie sabe qué es o dónde está el “Forest Research Institute”.
Un recepcionista me recomienda que coja un autobús que está aparcado allí delante mismo pero del que no puedo dar razón si tú quieres ir pues en esta ciudad los transportes públicos solo tienen información en hindi. Le dice al conductor y al cobrador que vamos al “efarai”. Este es el cobrador más gordo que he visto nunca en la India. Así en lugar de pasar a cobrar a cada pasajero como es habitual tienes que ir tú a pagar. Y es que no cabe por el pasillo pues es un autobús de los que aquí llaman “3+2”, o sea tres asientos en un lado, el pasillo y dos en otro. Pero resulta que solo está hasta que sale el bus y entonces llega el verdadero cobrador que sí puede moverse por el interior que además está totalmente lleno. El amable gordo debe ser el hijo del dueño.
Por si vas: el FRI tiene dos puertas, la principal, que está cerrada, y la Trevor Road Gate. El precio de la entrada, que la primera vez me sorprendió por lo barato, una rupia, lo sigue siendo pero lo han subido a cinco.
Lo primero que te choca del lugar es la limpieza. Parece que estás en otro planeta. Claro que cuando ves la legión de barrenderos, jardineros y cortadores de hierbas que tienen lo comprendes. Luego el silencio, que no es total pues sigue habiendo circulación de vehículos aunque muy pocos. Y después las casitas que tienen los jefes de aquello. Por ejemplo la del Dr. V. Chandra, una casa cojonuda con columnas blancas que para conseguir que se vaya cuando se jubile tendrán que mandar a la guarda civil. Imagino que todas estas edificaciones son de la época británica pues el edificio principal fue construido entre 1924 y 1929; seguramente los británicos de aquella época creían que su imperio no se acabaría nunca.
Según la guía es más grande que el palacio de Buckingham y yo sin haber visitado este último diría que está igual de infrautilizado.
Cuando llegas a la avenida principal y te lo encuentras te das cuenta de que realmente es impresionante. Y además en los días claros puedes tener a Mussoorie en lo alto al fondo del horizonte. Y sigues sin creerte lo cuidado que está todo.
Además de ver el edificio y el parque que lo rodea se viene aquí también por ver el museo. Está situado en seis salas diseminadas por el edificio y que no siempre son fáciles de encontrar pero los múltiples empleados que pasan por allí te ayudan en la tarea. Un consejo: primero ve a sacar el tique (te juro que según el DRAE se escribe así) porque las distancias de un sitio a otro son importantes.
Algunas de las salas del museo serán importantes paras los historiadores de la ciencia o para rodar una película ambientada a principios del siglo XX pues siguen igual que cuando se construyó: vitrinas repletas de insectos o de las consecuencias que producen en las maderas, archivadores con cajones y en ellos nombres como “Melampsora rieini” y otras especies del mismo género. Quise abrir uno para ver lo que había dentro pero Marisa, siempre tan precavida, no me dejó. Y pensé que quizás estaba vacío o con los restos carcomidos de esa pobre colección de “melampsoras”. Me moriré sin saberlo.
Otra sala está dedicada a las plantas y sus propiedades curativas o alimenticias. Hay un tarro que dice que es de polvo de las raíces del “Ficus religiosa”, con ese nombre imagino que se refiere al famoso árbol de Bodhgaya debajo del cual Buda recibió la iluminación. Explica un letrero que este polvo mezclado con harina se come (lo pone en presente por lo que imagino es de cuando se creó el museo) en épocas de hambruna; realmente se debe tener mucha hambre para comerte aquello.
La guía recomienda ver las pinturas de Ashfan Zaidi. Le preguntamos el portero de una de las salas y resulta que es la señora que está con él.
Es una sorpresa pues creía que sería una pintora victoriana de la fauna india y la tenemos allí delante. Aprovechamos para fotografiarla delante de sus obras. Vaya, eso creíamos pero al ver las fotos en el hotel resulta que los cuadros del fondo son de otro autor. La señorita Ashfan nos dice que es artista y que está empleada en el FRI. Sus acuarelas de pájaros y otros animales están francamente bien. En la misma sala hay un enorme tigre disecado. Impresiona tanto que Marisa opina que si te sale un animal así te debes quedar paralizado. Nada de sacar tu navaja del ejército suizo de 48 usos: paralizado.
La mejor de todas las salas es la número 4, la buscamos, no la encontramos y resulta que está cerrada por obras. En ellas hay un corte de un cedro deodara de 700 años de antigüedad. Le insisto al vigilante y al final nos deja entrar (“pero no digan a nadie que han entrado”) para que Marisa pueda verla.
Una curiosidad: una muestra de los diferentes pasos para hacer un lapicero de forma manual. Otra: en las paredes de algunas de las muchas oficinas que hay en el edificio pequeños carteles que incitan a luchar contra la corrupción. El más extraño una cita, que no me acabo de creer que sea auténtica, del profeta Mahoma: “Allah maldice al que da los sobornos y al que los recibe y a quien facilita el camino de ambos”. Pero la que más me gustó fue una, ésta laica, que acaba diciendo: “No pagues por tus derechos”. Y la más contundente una que recuerda a la famosa frase de Sadam Hussein: “La guerra contra la corrupción es la madre de todas las guerras”. Cualquiera de estas se las podrían tatuar a algunos políticos españoles como castigo a sus tropelías, aunque a algún partido quizás le llamarían “el de los tatuados”. Además se los podrían hacer en hindi y así pasaría como los que llevan los tatuajes en chino o coreano y donde ellos creen que pone “polla grande” está escrito “capado de raíz”.
Dispuestos a no dejarnos corromper más (yo realmente no he estado en mi vida en una posición en que me pudiese corromper), dejamos el FRI y cogemos un “vikram” hasta el centro de la ciudad, la “Clock Tower”.
Información botánica.
Etiquetas: Dehradun, Forest Research Institute
18/05/2014 a las 21:01
¿Ves? Si Marisa tiene siempre razón.
20/05/2014 a las 16:22
Querida Marisa: aunque veo que te ha salido tu lado «Anticañete», tiene razón casi siempre, pero no siempre.
Un beso