66. La India 2013. 30 de octubre. Dehradun. Parte 2.

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Una de las cosas que quiero hacer en esta ciudad es comprarme un mapa físico de la India. Y es que aquí se ha quedado como herencia colonial el “Survey of India”, donde se hacían los mapas (ahora imagino que con Google Maps  se acabó esta tarea) y un precioso museo, ahora cerrado, y una tienda donde venden esos mapas, los oficiales de la India.  Lo que no sabía es que llegar hasta allí iba a ser tan difícil porque están en edificios separados y bastante alejados. Preguntando, preguntando, todo el mundo conoce el “Survey of India” y allí llegamos y nos sacaron del error. El controlador-recepcionista nos hizo un mapa detallado   y nos dijo que se lo enseñásemos al conductor de un “tres ruedas”  (parece que llaman así a los rickshaws)  y que no pagásemos más de 40 rupias pues lo conductores de esos vehículos pensaban que como éramos extranjeros éramos ricos. Y así fue: delante de la puerta hay  una parada y nos piden 150. Vamos a  un cruce cercano y nos piden 540. No un poco más: más de 13 veces más.   Vuelvo a la oficina y se lo explico al mismo señor de las 40 rupias. Sale con nosotros, va a la parada, les echa una bronca (o eso me pareció) y nos llevan por 50. A veces la India es agotadora.

La oficina de venta de mapas a donde llegamos es como una oficina siniestra de las que aparecían en “La Codorniz” pero con ventanas. Enorme, siete sillas, varias mesas y un somnoliento funcionario que se quedó tan sorprendido de vernos allí (ya habíamos pasado un control de seguridad con policías) intentando comprar unos mapas de la India (lo único que venden por otra parte) como si al que vende los billetes de autobús en mi pueblo para ir a Zaragoza le hubiese pedido un pasaje para un crucero con el Titanic. Insisto: es la sede oficial donde se realizan los mapas de la India.  Resultado: no hay mapas políticos en inglés, solo en hindi. “¿Y el de Arunachal Pradesh?”.  Se lo tenido que repetir cuatro veces, no sé si es que no entendía mi pronunciación o para qué quería yo un mapa de ese estado.  Que no lo tenían. “¿Y el de Assam?”. Tampoco.  Razón: los hacen en Calcuta.  “Pero sí tenemos el de Bután”.  “Pues ese no, pero quiero el de Sry Lanka”. “No tenemos mapas de otros países”.    Al final fue amable  pero la conversación de locos.

Desde allí con un autobús que el mismo funcionario me recomendó fuimos al templo de Tapkeshwar. En el camino pasamos por una zona  llena de establecimientos militares, también herencia británica, y de nuevo parece que estás en otro país: no hay basuras, las tapias que los  circundan están perfectas y limpias y hay jardines muy cuidados.

Pasamos por uno que se  llama “Garhwal Eco Warriors”.  Imagino que será como “Greenpeace” pero con ametralladoras y si se toman lo de “eco” en serio se morirán de angustia o estarán con una profunda depresión y más que un cuartel aquello será como un sanatorio.

El bus te deja en un pueblecito  a un kilómetro del templo a donde llegas a través de un barrio residencial  que no esperarías encontrar allí con unas casas   tipo chalet enormes  y muy cuidadas.

El templo de Tapkeshwar es un típico centro de peregrinación hindú fuera de temporada. Antes de entrar en el recinto una especie de santón joven está rezando en voz alta y con pinta muy estrafalaria. Bajas unas escaleras  y hay una especie de habitaciones   a los lados, algunas con inquilinos, parecen santones jubilados,  que te miran con ojos cansinos.

El templo propiamente dicho está situado en una cueva al lado de un riachuelo en un entorno muy bonito. Hoy hay poco personal y el ambiente es tranquilo y relajado  pero en los momentos de alguna festividad debe ser una locura pues los santos de este templo están dentro de esa cueva a la que han pintado los techos de azul –las estalactitas- y alicatado las paredes y todo es bastante estrecho. Un par de brahmanes reciben los donativos y hacen los encantamientos adecuados.

Me sorprende ver a un grupo de jóvenes en una de las salas pero resulta que están viendo un partido de cricket en el televisor que tiene encendido el brahmán.  Sin embargo en la misma sala hay una cabezota de algún santo hecha a base de rudrash donde algunos fíeles se postran.  Aquí en nuestras iglesias no han probado todavía a poner pantallas gigantes con los partidos de fútbol. O quizás sí y no me he enterado.

Un sitio con mucho encanto.

Regresamos a Dehradun, paseamos por la calle comercial y peatonal llena de personal y comprando cosas para el próximo Diwalli. Hay un grupo de chicas pintándose los antebrazos y manos, imagino que para alguna boda o similar. Lo había visto hacer en  Delhi, sobre todo para los turistas,  en nuestro barrio pero aquí las filigranas son espectaculares.

Vamos a la estación a comprar los  billetes de tren para mañana a Haridwar.  Hay una ventanilla para una serie de personas que ya me sorprendió en mi anterior viaje: se llama “Privileged Counter” y yo estoy dentro de ellas. Está destinada a “Members of Parliament, MLL, Freedom Fighters, Senior Citizens (for self) (nosotros), Ladies (for self), Press Correspondents, Foreign Tourists (nosotros)…”.

Además de comprar el billete (cosa rara que haya de un día para otro pero es que el de autobús es mucho más barato)   aprovecho para preguntarle a la señorita ferroviaria el significado de los que no entiendo dentro de los “privilegiados”.  Por las respuestas que me da estoy seguro de que no lo sabe pero se lo inventa. Parce mentira que alguien que esté en esa situación no se lo sepa pero así es. De todas maneras ha sido amable en la venta, en la atención y respondiendo a mis preguntas que obviamente era la primera vez que se las hacían. Total que sigo sin saber quiénes son los “freedom fighter” ni los “MLA”.

Una cena estupenda  en el hotel y a dormir.

Mañana a Haridwar.

Nota lingüística.

Según la información facilitada por mi amiga Smriti, “mehandi” son los  dibujos  que se ponen las mujeres en sus manos y pies, y los que hacen este trabajo se llaman mehandiwala, o mehandi laganewala.

 

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