La historia.
Cuando Sati se desintegró las diferentes partes de su cuerpo fueron cayendo por la geografía india. Pues bien, en la colina de Kamakhya cayó el «yoni». ¿Y qué es el «yoni»? Pues significa útero y también vagina, pero sea lo que sea que cayó, aquí se edificó un templo para celebrar tan notable acontecimiento, que es fundamental para el culto tántrico «shakti», relacionado con el poder femenino. Así se celebra aquí un festival muy importante conmemorando el fin del ciclo menstrual de la diosa madre. Y si estaba hoy a rebosar no quiero ni pensar como estará entonces. Porque yo dentro de mi ingenuidad occidental siempre pienso que la gente va al cine (cuando iba) y al parque del Retiro los domingos y que hoy, martes, estaríamos solos. Error. Los martes es día de venir aquí a rezar y a ofrecer sacrificios. Porque el personal ofrece palomas , que no sé porqué están manchadas de rojo, (¿sangre?), que el brahmán coloca en la cabeza del fiel oferente y que después vuelan.
Vaya, solo unos metros pues se quedan allí mismo. Pero además de palomas también ofrecen cabritas y he leído que incluso búfalos. Por allí había unas cabras hermosas y grandes como he visto en otras ciudades indias, pero no en España, de cuerpo alto y esbelto y cabeza pequeña y sin cuernos, pero lógicamente deben ser más caras que las otras e imagino que, si no es por prestigio personal, a Dios en su omnipotencia le debe dar lo mismo una cabrita que una gran cabra. O sea que los fieles las eligen pequeñitas. Y así ves a una pareja india con su cabrita que se la llevan a un brahmán, este le echa agua por encima, le mete la cabeza en una «Y» de madera que está anclada en el suelo y ¡zas!, de un certero tajo la decapita. Sin ningún miramiento coge el cuerpo y lo tira a un montón y la cabeza a otro, mientras ambos sigue moviéndose. Unta un dedo en la sangre y marca con él en la cabeza de los oferentes. Pero así como en el templo de Kali de Calcuta era poco frecuente, aquí no hacían cola pero sí que he asistido a unos cuantos. En una ocasión han despellejado y descuartizado al animalito pero no sé si es que el oferente comía carne o era alguien que iba allí a comprarla en lugar de ir a la carnicería. Hombre, si es al mismo precio está bien, pues además tienes el plus de la gracia santificante que imagino que algo así tendrá. Lo malo es que las condiciones higiénicas no eran de las más adecuadas. Vaya que si la India quisiera entrar en la Unión Europea, que no creo, tendría que cerrar ese matadero divino.
Pero mucho más que cabritas el personal fiel ofrece cocos. Antes de entrar en el templo hay muchas tiendecitas que venden un «kit de ofrendas»: guirnaldas de flores, tiras coloreadas de telas, confites y un coco. En el interior del templo hay un lugar con un trozo metálico donde rompen el coco y rápidamente tiran el líquido por encima de una piedra roja, que puede que represente a algún santo o algún trozo de un dios, vete tú a saber. Este es un santuario muy familiar con grupos donde hay padres, hijos y abuelos excepto algún grupo de chicas y es curioso porque no había grupos de chicos, quizás porque ellos no tienen la menstruación, ni «yoni». Sí algún trío masculino de turistas indios. Pues bien lo de cascar el coco siempre lo hace el personal masculino de las familias, quizás sea porque los hombres estamos más dotados para esa difícil operación: somos más fuertes y más hábiles. ¿Te imaginas a una chica que va a romper el coco y se le cae al suelo o peor todavía se pilla un dedo? ¿Y si se pilla un dedo y es feminista y dice una blasfemia sobre la diosa del lugar? Total, que siempre varones. La verdad es que los cocos son más bien pequeños: deben pensar como con las cabras. Pero un consejo: si quieres hacer una fotografía de tan masculino acto ten presente que a veces el líquido del coco te puede salpicar hasta el objetivo.
Otra cosa curiosa de este templo aunque no sea exclusiva de él: hay unas colas enormes para acceder al «Santísimo» (si eres un viejo católico ya me entenderás). Según la guía hay tres tipos de colas: » no queue/short queue/queue» con tarifas de «500/100/free». A mí me dijeron que la de «500» estaba cerrada por la visita del presidente del país. «¿Pero es que va a venir aquí?». Pues no, pero estaba cerrada. Y lo que vimos debía ser la «cola de gratis». Va el personal encerrado en una especie de jaula aunque realmente son como dos jaulas paralelas y parece que tienen una especie de tajadera y abren un rato cada una para que pase un grupo. Pero aquello debe ser lentísimo y los ves esperando resignadamente. ¡Lo que hace la fe!
Una observación: pregunté por la «no queue» de 500 rupias solo por interés intelectual, no porque pensase gastarme la pasta en tales frivolidades. Porque además creo que si quieres tener la experiencia mística, o aproximarte por lo menos a ella, debes hacerlo como los verdaderos fieles: «queue free».
Nosotros por allí paseándonos descalzos (como todos pero sin la fe descalzadora) y Marisa haciendo fotos fantásticas. Y de vez en cuando alguno se nos presentaba y luego la pregunta típica sobre de dónde éramos. Yo también les preguntaba y contestaban sorprendidos y casi vacilantes que «India», como pensando: «este gilipollas no se da cuenta de que aquí todos somos indios». Y claro yo lo que les preguntaba era que de qué parte de la India venían. Y así he conocido por primera vez en mi vida a unos de Tinsukia, ciudad cuyo nombre descubrí en un viaje en tren y que seguramente no tiene ningún interés turístico pero que me encantaría conocer solo por la sonoridad de su topónimo. Por cierto, está casi en el extremo norte de Asam, lo que la sitúa en el extremo más oriental de este país.
Asímismo hemos conocido a unos nepalíes que también vivían en Tinsukia. Y a otros de Meghalaya. Y nos hemos hecho fotos con familias y me han pedido que les hiciese fotos con sus cámaras. Eso siempre me lo piden a mí a pesar de que la que lleva la máquina colgando es Marisa. Debe ser que lo debo llevar en la cara eso de fotógrafo.
Bueno, hoy ha sido el día de los saludos porque hasta en la calle, cerca del hotel, un oficial de policía me ha saludado efusivamente: me da la mano y me pregunta que de dónde somos. Que cuando se ha acercado tan decidido y como era al lado de donde el presidente va a hablar creía que nos iba a pedir la identificación, la «aidi» que dicen aquí.
Cuando hemos subido al templo lo hemos hecho en un jeep donde íbamos 17 adultos y una niña de 3 ó 4 años: cinco en la primera fila -piensa que uno de ellos era el chófer y tenía que conducir-, cuatro en la de en medio -un lujo viajar allí-, y seis en los dos asientos laterales traseros -allí íbamos nosotros- y dos más colgando detrás. La bajada en comparación ha sido como ir en el Concorde.
Nota 1. Sobre la cosmogonía y la teogonía.
La tradición india conoce donde cayó cada parte del cuerpo cuando Sati se desintegró. Pues bien, yo creo que se podría saber dónde y a qué altura ocurrió el fenómeno calculando la trayectoria de cada trozo. Parece un poco «gore» pero podría ser interesante para situar hecho tan importante que es algo así como un «Big bang» divino.
Nota 2. Niquitosos y escrupulosos abstenerse.
El templo de Kamakhya no es muy adecuado si eres algo pusilánime con lo de la sangre bobina o tienes aprensión por pisar descalzo en superficies no muy limpias.
Nota 3. Sobre las colas.
Al margen de la información de la guía, que no siempre está actualizada, veo un letrero que dice: «Special Que Rs. 101/-50». Me hubiese gustado preguntar sobre aquellos precios pero estábamos ya saliendo. Porque lo de «101, a pesar de lo extravagante del precio lo entiendo: pagas 101 rupias por entrar por la puerta 5. Pero, ¿lo del «-50»? ¿Te pagan 50 rupias cuando pasas por allí. Un enigma más.
Nota 4. Decoro.
No publicamos fotos de las cabritas que Marisa es muy mirada para esas cosas.
Nota 5. Competencia pastoral.
En la entrada del templo principal hay un gran letrero en inglés, en hindi e imagino que en asamés que advierte a los fieles contra los falsos predicadores: «…toda persona que lleve ropa de color rojo no quiere decir que sea necesariamente personal de este templo». Tienen que llevar una tarjeta identificativa. Pero hay unos brahmanes muy elegantes y con el teléfono celular a mano, que están sentados rezando o leyendo (que yo en sánscrito no distingo los Puranas de una novela de Donna Leon) y van vestidos con un traje blanco inmaculado. A lo mejor es que son los jefes y no tienen que hacer servicios de atención a los clientes, quiero decir a los fieles, pero la verdad es que ninguno se ha acercado a ellos. Realmente tienen un porte y actitud que te hacen comprender que están por encima de todos los demás. Es curioso porque el letrero sobre los falsos empleados no previene contra los que van vestidos de blanco. Total que al final te percatas que deben intimidar al personal. O quizás es que se dedican solo a los de la cola de 500 rupias y como hoy está cerrada ellos están ociosos.
Nota del editor: Flickr ha decidido, no es la primera vez que lo hace, dificultar los enlaces a fotos depositadas en sus servidores, aunque el que las enlace sea el propietario, por lo que hasta nueva política de Flickr, se pueden dar anomalías en la presentación de las fotografías. Casi simultáneamente, WordPress en una versión mejorada, incluye al menos una peora en relación con el ajuste, al pixel, de fotos enlazadas por lo que las anomalías pueden tener doble origen. Lamentamos las irregularidades que se produzcan, ahora que nos conocíamos cómo hacer las cosas bien.
29/04/2014 a las 09:01
gracias al Editor por la nota sobre la misteriosa desaparición de las fotografías pues ya pensaba que se trataba de la CIA.