Los días de Delhi son casi iguales todos los años. Alguna pequeña diferencia como éste con el “election day” o una grande como pasar aquí el Diwalli hace años. Pero generalmente son días de compras, algún paseo y encontrarte con algún conocido y con mi amiga Smriti.
Si estoy en domingo, un clásico, es leer alguno de los anuncios del “matrimonials” en el periódico.
Este año veo un apartado de “HIV Positive”. Me sorprende en un país que tiene muchos casos pero que los oculta. En otro veo que en “novio busca novia” (realmente es más corto pues aquí los periódicos escriben de forma sincopada y solo dice “brides”) uno (o sus padres) dice como característica importante: “salario de 5 dígitos”. Para mí que es la parte inferior de los cinco, o sea diez mil y pico, porque si no lo diría. Pues hay bastante diferencia entre 10.000 y 99.999. Exactamente 89.999 rupias.
Lo dejo porque solo con esa sección del periódico podría escribir todo el artículo.
Otra actividad habitual en domingo es acercarme a la “India Gate”.
Para ir de Pahar Ganj a C.P. se va por una calle de nombre desconocido para casi todo el mundo pues todos dicen “la calle de la estación de ferrocarril de Nueva Delhi”. Como en Madrid todo el mundo dice “Atocha” en lugar de “Plaza del Emperador Carlos V de Alemania y I de España”. Pues esa calle podría ser una zona espléndida. No hay más que edificios oficiales o similares, grandes aceras, poca circulación (hasta llegar a la estación)…pero está todo muy degradado. Primero grandes paredes que sirven de mingitorios y una zona de basurero donde merodean perros y vacas y en la que a veces hacen hogueras con algunas basuras. Y en los últimos años un par de grupitos de drogadictos terminales. Esta vez he visto que en la tapia que rodeaba a uno de esos edificios estaban poniendo vidrios rotos. Los colocaban en lo alto de la tapia, lo que es lo normal, y también a media altura. No creo que tenga que ver con lo de Bombay, ni con los drogadictos de la calle pues ninguno de éstos está en situación de saltar una tapia de tres metros. Pero sí te indica que hay una sensación de miedo.
Lo mismo pasa en el metro. Primero te encuentras un arco detector de metales y luego un control de policías que te miran el equipaje. No sé que harán en las horas punta porque yo lo cogí en domingo e iba casi vacío. Luego por la megafonía te advierten de los paquetes abandonados. Pero así como alguna campaña en España te advertían que avisases al personal de seguridad aquí son más rotundos: “puede ser una bomba”.
Hoy India Gate está cubierta de niebla. No sé si es niebla o polución, pero es bastante frecuente en esta época del año.
Siempre hay muchos jóvenes jugando al cricket, pero este año también hay un grupo jugando al fútbol. Es la globalización y la gestión de marketing de la liga inglesa. La diferencia es que el cricket solo necesita cuatro palitroques puestos de pie y vale casi cualquier suelo.
En India Gate se está desarrollando una ceremonia militar. No es extraño si piensas que este monumento conmemora los 90 mil soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial.
Cuando llegué ya se había acabado lo más importante pues se iban varios coches llenos de jefazos pero quedaba una especie de cambio de guardia que pasaba de un grupo de militares de un regimiento de Asam a otro de la marina india. Y fue un espectáculo no demasiado vistoso pero muy interesante. Los asamitas eran todos pequeñitos y de rasgos tirando a mongoloides pero sin llegar a los de los gurkas nepalíes.
Los marinos eran altísimos y con rasgos casi occidentales. Los pequeñitos iban cargados de medallas y los altos no tenían ni una. Claro que ganar una medalla un marino debe ser complicado. Estos días ha habido una noticia de que la marina india había hundido un barco de piratas frente a las costas somalíes. ¡Medalla al canto! (Imagino). Al cabo de unos días aparece otra noticia de que los tailandeses dicen que era un barco de pesca y que han liquidado a un montón de pescadores. Imagino que les retirarán la medalla.
Y en la misma ceremonia de pase de testigo, además de la diferencia medallera y de la diferencia de estatura, que iba de un metro cincuenta y poco de los asamitas a casi dos en todos los marinos, también me percaté que los militares indios no han aprendido que los más altos suelen ser los más patosos. Cuando yo hice la mili, el día en que había desfile –y en el ejército en que yo “serví” se desfilaba mucho- a los más altos les ponían servicio de cocina para que no apareciesen por allí pues por su estatura deberían ir en primera fila pero por gracia y donaire deberían estar pelando patatas toda la mili.
El editor de este blog me hizo una vez la observación de que entre los más altos siempre hay alguno que ambla. Para mí que el Sr. Rodríguez era de éstos. Y el Sr. Rajoy…bueno él tiene pinta de no haber hecho la mili y eso que considera el desfile del 12 de octubre un coñazo, que si hubiese desfilado tanto como yo, no sé qué pensaría entonces. (Sí lo sé: añadiría “putada”, “pérdida de tiempo”, “ineficacia militar”,…).
Pues los marinos indios, altísimos, lo hacían fatal. Incluso el más alto se confundió dos veces en los momentos cruciales. ¡Miedo me dio pensar la bronca que se llevaría el tío!
Muchos fotógrafos profesionales y al acabar la ceremonia el personal se hace fotos sin parar con el monumento de fondo e incluso algunos se atreven a pedirle a un soldado de esos que llevan cresta hacerse una foto con él.
Aparece una pareja de occidentales con dos niños: él, alto con barba y melena gris, “casual elegant” (o al revés, que no lo sé); ella rubia con melena, zapatos de tacón de vértigo, falda transparente con minifalda debajo y cara como recién salida de un quirófano. La mamá se pone a hacerse una foto con los dos niños: cruza las piernas y la cruzada la sostiene en el aire, que a mí no se me ha ocurrido nunca y mira que he hecho fotos. Un fotógrafo profesional indio de los que pululan por allí le hace un reportaje en plan disimulo.
Hubiese dado dinero por ver el equipaje que llevaba aquella familia.
Por la noche hago la buena obra del día: cuando estoy al lado de la entrada de Pahar Ganj se me acerca un blanquito francés de unos 30 y tantos y me pregunta si sé donde está su hotel. Yo creo que se pensaba que se lo iban a comer pues me dijo que se dirigió a mí porque fui el único que le inspiró confianza. Y no solo hablaba castellano sin acento sino que utilizaba giros catalanes (“es que mi mujer es catalana”). Estaba en un hotel de los caros y había cruzado C.P., pero en el sentido equivocado y apareció en Pahar Ganj en lugar de en la zona de sus hoteles.
Le indiqué el camino y le proporcioné un mapa de Delhi para que no se perdiera de nuevo.
Diccionario. Del DRAE.
Amblar.
1. intr. Dicho de un animal: Andar moviendo a un tiempo el pie y la mano de un mismo lado.
2. intr. Mover lúbricamente el cuerpo.
Obviamente me refiero a la primera acepción cuando digo que algunos altos desfilan así.