Desde Amasya en diez horas de autobús estás en Estambul. Sales a las nueve y media de la noche y a las siete y media ya estás en la gran otogar. Son autobuses cómodos y muy bien atendidos. Paras dos veces en áreas de servicio donde lo hacen también todos los autobuses. Creo que ya he hablado de ello: tienes que tener muy claro qué autobús es el tuyo, porque te han despertado en medio de un sueño y bajas medio atontado, vas al lavabo o a tomar algo y cuando regresas te percatas que hay una docena de autobuses de la misma compañía que la tuya y que todos van a Estambul. Vienen de diferentes sitios pero sólo suelen poner el destino en el letrero luminoso. Así que fíjate en la ubicación pero sobre todo en la matrícula o el número de autobús. La segunda parada ha sido a las tres de la mañana y los pasajeros se han tirado como locos a comer algo. Debe ser algo cultural o es que utilizan una técnica parecida a la que expliqué: a las tres de la madrugada cena-desayuno y así se los ahorran. De la otogar puedes llegar a la zona de los hoteles con metro y tranvía. Mi compañía ponía un «servis» que te dejaba en una parada del tranvía. Nos hemos bajado dos orientales y yo. Las pobres iban muy despistadas y les he ayudado, pero no mucho porque aunque iban a la misma parada que la mía como el tranvía venía a rebosar nos hemos subido en diferentes vagones y yo sí que me he bajado, pero ellas no. No sé donde habrán ido a parar. Me han dicho que eran de Taiwán. He estado a punto de decirles que eran las primeras que conocía de su país después de Chiang Kai Chek pero no sabía como se lo tomarían y no les he dicho nada. Es que salía mucho en el NoDo cuando Taiwán se llamaba la Isla de Formosa. No sé si vino a ver a Franco pero debían ser muy amigos por lo del comunismo enemigo común y quizás también por lo de ser los dos «generalísimo». Que tengo que preguntar como se llama esa figura gramatical que consiste en que sólo un nombre tiene superlativo, porque además lo del superlativo es solo para los adjetivos y lo de general parece un sustantivo. Porque tú eres conserje pero nunca puedes ser «conserjísimo». Que seguro que los de la Real Academia de la Lengua se te echaban encima. Pero, ¿le dijeron a Franco que no podía? ¡Cuántas preguntas sin resolver! Y el «generalísimo» chino debía estar hecho una buena pieza. El otro, el nuestro, también, pero es que ahora la gente solo se acuerda de cuando era un viejecito benévolo que firmaba penas de muerte, pero ha olvidado cuando era más joven. Total que no sé nada de las chinas de Formosa. Vuelvo al hotel de siempre y subo a la terraza a ver de nuevo la mezquita azul. Impresionante. Me voy por los alrededores del Gran Bazar a la búsqueda de un artilugio. ¡Qué diferencia hace un mes! Esto está como los albergeros de Malatya pero aquí florecen turistas. Oyes hablar español continuamente. Yo que no lo había oído desde que me encontré con Pier, el italiano. Paso por la oficina de información turística que está al lado de Santa Sofía. Está el mismo borde de siempre. Una pregunta: ¿el borde nace o se hace? Yo creo que nace pero que luego desarrolla su bordez a lo largo de los años. Este desde luego tiene pinta de serlo de nacimiento. Se le nota por un rictus que aparece en la boca cuando dices: «¿le puedo hacer una pregunta?» ¡Cuánto echo en falta al eficiente y amable joven de Van! En una zona cercana al Gran Bazar un grupo de jóvenes y en el suelo unos arreos que son como sillas de montar pero para que ellos carguen mercancías sobre sus espaldas. ¡Estos sí que tienen todo el derecho a ser bordes! En el Gran Bazar vuelvo a coincidir con la bolsa del oro. No la había visto en mi vida, ni sabía que existía y ahora me la encuentro cada vez que vengo. Sigue pareciéndome un tumulto, todo hombres y gritando. Después de comer me voy a Beyoglu. Es la zona que dentro de la parte europea está al norte del puente Gálata, incorporando la plaza de Taksim y la calle Istiklal como puntos más importantes y que en el siglo XIX era conocida como Pera. De ahí lo de ser un «niño pera». Vuelvo al confitero de siempre. Y también vuelvo a encontrar a un señor mayor sentado allí, cliente habitual, y que habla un francés perfecto. Lo del francés en Turquía es algo que está desapareciendo a pesar de la importancia que tuvo ese idioma en el imperio otomano. Ahora si no es por los viejecitos de Beyoglu o por algún exótico como los de Diyarbakir ya no encuentras a nadie que lo hable. En la plaza de Taksim grandes letreros anunciando el «Istanbul’da lale Zamani» estos días. Es la fiesta del tulipán y está con expositores de esas flores y música al aire libre y sobre todo con muchos jardines llenos de ellos. Cuando bajo por Istiklal, la calle por donde vamos todos los turistas y también muchísimos turcos, hay un grupo de jóvenes ofreciendo un periódico. Esta calle, excepto un tranvía antiguo que parece de juguete y algún coche de reparto o de policía, es peatonal. Durante un trecho muy grande me encuentro a un joven cada 8 ó 10 metros mostrando la primera página de un periódico titulado «Yurtsever». Le he preguntado al confitero y me ha dicho que significa «los que aman el país» o sea patriotas, pero no conocía el grupo. Por mis explicaciones deduce que son universitarios que están en contra del imperialismo USA. Lo curioso para mí es la actitud y aspecto, pues son jóvenes de 18 a 25 años, normalmente vestidos y peinados, quiero decir que no se parecen a los estridentes movimientos europeos radicales. Ofrecían el periódico sin ninguna presión. Las chicas eran el 30 ó 40%, también jóvenes y en general guapas, vestidas a la occidental. Paso luego por el pasaje Cicek, es una preciosidad. Lástima que esté totalmente ocupado por restaurantes. Sigo bajando hasta el Bósforo y desde allí a «mi barrio», Sultanahmet. Vuelvo a cenar a mi restaurante habitual. Charlo con el dueño un ratito. Hay sentada una pareja mayor y al pasar a su lado me preguntan si hablo inglés. Me he pasado todo el mes preguntándolo yo y ahora me lo hacen a mí. Son ingleses y querían que les tradujese un artículo de un periódico turco. Es que me han visto hablar con el dueño y creían que yo era turco también. He estado a punto de contarles lo de Pentecostés pero menos mal que no lo he hecho porque me han dicho varias veces que ellos eran cristianos y parecía que estaban molestos con el islamismo de Turquía. Además me han dicho que estaban buscando signos de la diáspora judía en Estambul y no los encontraban. ¡Es que hay gente para todo!
Camino del hotel paso por la mezquita azul. A los infieles ya no les dejan entrar por la hora que es. Vaya, no nos dejan entrar. Yo que soy un firme defensor de la ley de la reciprocidad, tanto que debería estar incluida en las leyes de la termodinámica, creo que se debería aplicar a todas las culturas y religiones. Creo que ya dije algo sobre este tema cuando en la India me cobraban 10 veces más que a los nacionales en algunos monumentos de pago. El Prado cuesta 6 €, si eres indio pues pagas 60. Pues lo mismo con las religiones y sus culturas. Si eres de una cultura o religión que obligas a descalzar -os recuerdo que en Sikkim tuve que hacerlo para visitar un museo por algo de Buda que parece que no le gustaba que fuese calzado- e intentas entrar en una iglesia cristiana o en el Thyssen, por hablarte de una «iglesia atea», pues no te voy a hacer descalzar que eso para ti es normal pero si que hagas algo que no sea habitual para ti, por ejemplo que te pongas los calzoncillos por fuera. Y si eres de los que obligas a cubrirse a las mujeres pues los hombres deberían visitarnos con un pasamontañas de esos de atracador. Y el horario también diferente. Pero sin avisar. Claro que me parece que no hay muchos musulmanes interesados en visitar iglesias cristianas. Pero por si acaso yo pondría una cuerda como ellos y diría: los musulmanes no pueden pasar de aquí. Seguramente me acusarían de algo, que no puede ser de racismo, ni xenofobia, pero no veo que ningún defensor del multiculturalismo se queje por la cuerda de las mezquitas para los infieles. Que no es por ser turista e ir en grupo, es por no ser musulmán, porque si lo eres y también turista pues entras por donde quieres y fotografías lo que te da la gana. Insisto, entiendo que los templos son lugares de culto y que debemos atenernos a sus reglas de conducta, pero sin discriminaciones. Y también entiendo que me tengo que descalzar sobre todo cuando además de las razones religiosas, que no comparto, hay razones de limpieza por las habituales alfombras que cubren el suelo, pero que cuando pisas un milímetro del «suelo prohibido» en el exterior tienes encima a un celoso guardián de la doctrina echándote la bronca.
Observación cambiaria.
Hoy al pasar me he ido fijando en los diferentes sitios de cambio de Estambul. En todos los sitios venden los euros casi al mismo precio pero los compran a diferente y algunos casos con bastante diferencia. Porque podrías pensar que alguien que te da menos liras por tus euros que otro, cuando los venden también los venderían más baratos. Pues no. Simplemente que dándote menos a ti ganan más ellos. Así que puedes calcular a cuanto te los van a cambiar en los sitios más favorables: miras a cuanto lo venden y réstale un poquito. Ese será el precio de la compra. Los peores sitios, los de paso de turistas. Los intermedios, los bancos. El mejor sitio para hacerlo es el Gran Bazar.
Nota del editor.
En Turquía se lee en folletos turísticos que el tulipán, flor tradicional y muy apreciada en Turquía ha llegado a ser conocida en Europa (y de ahí a gran parte del mundo) con su nombre por uno de esos errores habituales en los chistes. Se dice que Oghier Ghislain de Busbecq, embajador austríaco ante Solimán el Magnífico en 1554, preguntó a un cortesano cual era la flor que llevaba bordada el turbante del emperador, porque el embajador había visto florecer en la calle a fin de marzo esa misma flor y le pareció un hecho extraordinario porque marzo es un mes muy difícil para las flores en Centroeuropa. El cortesano que no había entendido bien la pregunta, creyendo que preguntaba por el nombre del turbante, le respondió tülbent, turbante en turco. El tülbent turco pasado por las entendederas del embajador pasó a tulipán, cambiando lo que en turco se llama lale. Pocos años después de la anécdota del embajador austríaco, los bulbos de tulipán llegaron a Holanda, causaron furor en el país y crearon una industria típica holandesa y el aprecio de la flor en todo el mundo.
03/05/2007 a las 13:01
A lo máximo, puedo ser conserjucho. Pero en el fondo sé que me tienen envidia, eso de tener casa gratis y vivir libre de hipotecas es lo que tiene.
Lo de las religiones y sus reglas no tiene lógica en la mayoría de los casos.
Pero a mí lo de descalzarse me parece curioso, sólo por el hecho de saber que nadie en siglos ha pisado calzado por ese sitio, por otro lado, habrá casos en los que no sea muy higiénico y casi sería mejor dejar a algunos que no se quitasen los zapatos.
30/05/2007 a las 20:15
Interesante lo de «tülvent». Claro, después llegó Lepanto y el 2º Imperio «Carolingio» y….TULIPAN. De no haber sido así ¿estaríamos llamando a la margarina LALE?