
Estamos en Chandigarh, etapa nueva para mí, en un hotel que he elegido por la cercanía a la estación de autobuses, pues esta ciudad parece enorme y con una distribución muy especial.
Esta mañana salimos a las 7 desde la larguísima estación de Jaipur. Es un tren también larguísimo que pasa por Delhi antes de llegar a su destino y en este caso de clase EC que es la mejor de los trenes indios.
Nada más salir nos dan un té y pronto un desayuno y finalmente una bandeja de comida. Todo francamente bien.
Llegamos a Chandigarh y es una estación muy nueva, pero en obras lo que te obliga a pasar por un lado que está todo encharcado y embarrado por las lluvias que han debido caer.
Las avenidas de esta ciudad son grandes y es que es una “invención moderna”.
Chandigarh.
Ciudad de más de un millón de habitantes y quizás con la característica administrativa más extraña de la India o quizás del mundo.
Es la capital de dos estados, Punjab y Haryana, pero su gobierno depende del central, de Delhi, lo que se conoce como “territorio de la unión”.
La ciudad fue diseñada por Le Corbusier, quien desarrolló los principales edificios de gobierno y algunos edificios culturales.
Uno de sus principales atractivos turísticos es (Wikipedia) “El Jardín de Rocas de Chandigarh, llamado el Jardín de Nek Chand Saini de Nathupur, en honor a su fundador, Nek Chand Saini, un funcionario gubernamental que comenzó a construirlo en secreto en su tiempo libre en 1957. Se extiende sobre una superficie de 16 hectáreas y está construido íntegramente con residuos industriales, domésticos y materiales desechados”.
Y es algo digno de verse.
También remarcan los edificios gubernamentales, pero no pudimos ver nada más pues buena parte de nuestro tiempo libre estuvo lloviendo bastante.
Una cosa sorprendente, vaya, sorprendente estando en la India: Cogemos un “Uber” para ir a ese jardín y en el camino nos para la policía. Parece que nuestro conductor ha cometido una infracción al adelantar a un rickshaw. En un país donde todo el mundo adelanta por donde quiere o puede pues parece que aquí es diferente.
En el jardín una jovencita pintaba con un pintalabios en una pared y le he ido a echar la bronca, pero mi nieto no me ha dejado y ella se ha quedado bastante sorprendida, aunque ha parado su bárbara acción.
14 de julio. (Día de la toma de la Bastilla. Fiesta nacional francesa).
(Para quitar solemnidad al día también se celebra el día del chimpancé).
El autobús sale a las 8:50 y debería llegar a Manali a las 5 de la tarde, o sea 8 horas, pero hemos llegado a las 6 y cuarto, o sea que 9 horas y media. Y menos mal que hemos llegado.
He sacado el billete en la compañía estatal de autobuses de Himachal Pradesh pues me daba más garantía que una compañía privada y así ha sido pues a mitad de camino nos han hecho cambiar a otro pues el nuestro tenía algún problema.
El autobús es de los clasificados como 2+2, o sea como los españoles, con filas de dos asientos a cada lado del pasillo, para distinguirlos de los “ordinary” que son 2+3. También les llaman “Volvo” que, además de la marca, es una categoría superior, pero el interior estaba bastante cochambroso.
Ya ves que en el autobús aparece la palabra “HIMSUTA” de la que dice la IA cuando hago una búsqueda en Google: “»Himsuta» es el nombre de un servicio de autobús Volvo operado por Himachal Road Transport Corporation (HRTC). Estos autobuses son conocidos por ser una opción de viaje premium, cómoda y lujosa, especialmente para viajes más largos. A menudo cuentan con comodidades como reposapiernas y asientos altamente ajustables”.
¡No te fíes de lo que te digan!
La salida de Chandigarh te muestra una ciudad cuadriculada con grandes avenidas y con una circulación que no parece de la India, pues incluso había un carril bici.
Y lo mismo que desde Delhi a Chandigarh había grandes extensiones de campos de arroz al salir de nuevo el campo era así.
Nuestro autobús sale bastante lleno y en algún pueblo recoge a más viajeros mientras el cobrador decía sin cesar “Kullu Manali”, que me ha hecho recordar a un amigo que cuando estuvo aquí hace años a menudo repetía esa cantinela: “Kullu Manali”.
Nos acercamos al río Beas y hay un montón de obras en la carretera, algunas debidas a desprendimientos recientes, vaya de ayer o anteayer cuando parece que estuvo cortada la carretera. Así hemos estado más de una hora en una de esas retenciones.
Hemos parado solo una vez para comer unos 15 minutos.
La llegada a Manali no es en la estación que está en el centro de la ciudad sino en una nueva a un kilómetro o dos.
Nada más llegar nos abordan con ofrecimientos de taxis y hoteles y con uno de ellos vamos al nuevo alojamiento.
Es un hotel estupendo que está muy bien, pero he elegido mal por la situación, a unos 15 minutos del centro.
Había pedido dos camas y como no las tenían nos han dado un alojamiento familiar: dos grandes habitaciones unidas por un pasillo con el cuarto de baño: total 42 m².
Las luces de las habitaciones parecen de un “hotel del amor” o eso imagino. Yo nunca las había visto igual.
En el centro, el “Mall”, hemos encontrado la oficina de turismo, pero no hacen viajes de recorrido por los alrededores como anuncian en su web y como hicimos hace años cuando estuvimos aquí con Marisa y mi hijo Luis.
El río Beas.
Quizás no te suene de nada si no has venido por estas tierras, pero es muy importante desde el punto de vista histórico porque marcó el límite de la expansión territorial hacia el este de Alejandro.
¿Y por qué no siguió más allá? ¿Venía muy crecido?
Pues no.
De Wikipedia: “Sus tropas se amotinaron aquí en el 326 a. C., negándose a avanzar más en Mukerian. Alejandro se encerró en su tienda durante tres días, pero al ver que sus hombres no cambiaban de opinión, cedió, erigiendo doce altares colosales para marcar el fin y la gloria de su expedición”.
Y ese rechazo a avanzar se debió a que llevaban más de 8 años seguidos de campaña militar.
Vaya, fue un “¡hasta aquí hemos llegado!”.
NB
Mukerian está en el Punjab a unos 50 km de la frontera de Pakistán.
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