55. India 2024. 25 de noviembre de 2024, lunes. Vigésimo octavo día de viaje. Aurangabad. Ellora. Primera parte.

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Hoy esperábamos que la visión del hotel y su entorno mejoraría con el día, pero hemos fracasado con el desayuno.

Las chicas del restaurante no hablan casi nada inglés y tras varios intentos explicándoles lo que queríamos al final hemos conseguido tomar un té y una tortilla francesa con dos rebanadas de pan, pues lo que había era todo lo habitual en los desayunos indios.

Nada es fácil en este país.

Al regresar al hotel por la tarde tengo la suerte de que un señor que anda por allí, pero que no es empleado del MTDC, habla algo de inglés y tras consultar con la recepción y con el restaurante me explica que aquí sirven un desayuno único que cambia cada día, pero que es de lo que ellos suelen tomar y que nosotros no podemos por el picante que tiene, pero que nos harán una tortilla sin problemas.

Esta mañana pequeño madrugón pues vamos a ir con un coche a Ellora y la hora de la cita ha sido a las 8:30.

Con el que hablamos ayer, Prince, debía estar ocupado y nos ha enviado a otro con un Ford Fiesta, que ha resultado ser un conductor sensato y atento.

La carretera no era mala y además tenía con mucha frecuencia un letrero de “Observe lane discipline” escrito así en inglés y en dos idiomas más que imagino hindi y maratí.

Pues a lo de “lane discipline” no le hacían mucho caso y menos las vacas que, aunque no eran frecuentes, sí he visto varias en los arcenes, pero sin atar, o sea que cuando quieren cruzar, cruzan, y si se cansan se sientan sea en el arcén o en la calzada.

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Como me he sentado al lado del conductor he podido observar que, aunque parezca lo contrario, van realmente bastante despacio pues su velocidad habitual, y esta carretera tenía un buen firme, solía ser de 60 km/h y raramente llegaba a los 80.

Esta misma posición me ha permitido tomar alguna fotografía de situaciones que serían impensables en España como la de una pareja en moto, ella sentada “a lo amazona” y con un bebé en brazos.

2024. India. From Ellora to Aurangabad.

Así llegamos en una hora a Ellora, que está a treinta y tantos kilómetros de nuestro alojamiento.

Y de nuevo la disparidad de los precios de las entradas: nosotros 600 INR y ellos 40.

Ellora. (De Wikipedia y la guía).

El comienzo de la descripción de la guía tiene un punto simpático: “Dale a alguien un martillo y un cincel, y creará arte para la posteridad. Visita los templos rupestres de Ellora, declarados Patrimonio de la Humanidad (elimino la información de los precios de las entradas, pero la proporción era también brutal: antes un 2500% más y ahora un 1500%), a 30 km al noroeste de Aurangabad, y entenderás exactamente a qué nos referimos”

Y luego la descripción: “…, estas cuevas fueron excavadas laboriosamente durante cinco siglos por generaciones de monjes budistas, hindúes y jainistas. Monasterios, capillas, templos: las cuevas cumplían todos los propósitos y estaban elegantemente embellecidas con una profusión de esculturas de extraordinario detalle. A diferencia de las cuevas de Ajanta, excavadas en una escarpada pared rocosa, las cuevas de Ellora bordean un escarpe de 2 km de largo, cuya suave pendiente permitió a los arquitectos construir elaborados patios frente a los santuarios y plasmarlos con esculturas de una calidad surrealista.

Ellora cuenta con 34 cuevas en total: 12 budistas (600-800 d. C.), 17 hindúes (600-900 d. C.) y cinco jainistas (800-1000 d. C.)”.

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Coincidimos con un numeroso grupo de coreanos, de los que adivino su procedencia por su cara y por los gorros que llevan las señoras. Además van con un grupo de monjes budistas y en una de las cuevas uno de ellos dirige una oración que ha durado casi como una misa donde los fieles repetían sin parar la misma melopea como ya habíamos oído en algunos monasterios budistas del norte de la India.

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Esta cueva es una de las más notables, la 10, y “una de las más hermosas de la India. Su techo presenta nervaduras talladas en la piedra; las ranuras antiguamente estaban cubiertas con paneles de madera. El balcón y la galería superior ofrecen una vista más cercana del techo y un friso que representa parejas amorosas. Una ventana decorativa ilumina suavemente una enorme figura del Buda enseñante”.

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Más tarde vemos a otro grupo de turistas japoneses y hablo con el guía indio y le digo que me sorprende que hable ese idioma, pues lo habitual en estos casos es que el guía sea un japonés que vive en la India así que le pregunto si ha vivido en Japón, pues no, que lo ha aprendido en la universidad. ¡Mira que hay gente inteligente!

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Una situación graciosa me ha ocurrido en la entrada de una de esas cuevas: una guapa jovencita me pide que le preste mi sombrero para hacerse un autorretrato pues se ha olvidado el suyo.

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Se lo dejo, se hace un montón de fotos como imagino que hacen todas las adolescentes y al final hemos acabado con una sesión de fotos de ella, de su madre y de su abuela.

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¡Qué cosas pasan en la India!

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Vemos a un extraño grupo vestidos de una manera especial, pero de los que no hemos podido saber nada, aunque ya me hubiese gustado.

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La visita la acabamos con el más impresionante de todos, el templo de Kailash.

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