
El aeropuerto de Doha, “Hamad International Airport”, a esas horas de la mañana es un hervidero de viajeros.
Una vez más compruebo que es el aeropuerto con más personal que he visto en mi vida y casi todos tienen aspecto de ser de la península indostánica.
En un mostrador de Qatar Airways nos dicen que en el vuelo de regreso al tener un tiempo de conexión superior a 8 horas tenemos derecho a un hotel. Veremos cómo lo gestionamos.
Buscamos nuestra sala de embarque y está en un entorno desde donde salen los vuelos cuyos pasajeros son todos muy morenos y está a rebosar, lo que contrasta con otros con gente muy blanquita y mucho espacio.
Nuestro vuelo de Doha a Delhi es de los que llaman vuelos compartidos, en este caso entre Qatar Airways e Indigo, línea india que ya hemos usado antes, y lo curioso es que el personal es de Indigo, pero el avión de Qatar. Y quizás esa particularidad hace que nos den un primoroso paquetito como desayuno (eso imagino) a algunos pasajeros. He deducido que éramos los que habíamos comprado el billete directamente a Qatar.
Por cierto, que el paquetito era de lo más raro: una bolsita de almendras, otra de “makhana”, dos triangulitos de pan con algún vegetal y pollo y muy picantes y un tubo de zumo de mango.
NB
“Makhana” dice el sobre que es en un 70% “fox nuts”. Ni idea, aunque están buenas. Busco lo de “fox” y significa “zorro” y “tía buena”. Dado que lo que me como no sabe a ninguna de esas cosas, sigo buscando y resultan ser “semillas de nenúfar”.
Yo esperaba ver en este vuelo a jóvenes occidentales en busca de la exótica India, pero solo hemos subido 10 occidentales mayores o muy mayores. Y bastantes sijs.
Y de nuevo otra excentricidad religiosa: una señora con niqab.

Este aparato no tiene pantallita en los asientos, así que no tengo ni idea de por donde pasamos, aunque hemos sobrevolado por encima de una ciudad de rascacielos y una isla de diseño, dejamos el mar y pasamos por un territorio muy árido, casi desértico y sin ninguna población que se pueda distinguir desde la altura. Vaya, que no sé si hemos entrado por Paquistán o por Gujarat o quizás por el desierto del Thar.
Acabo preguntándoselo a mi compañero de asiento en un momento que deja de ver una película en su tableta, pero la explicación que me da es tan confusa que deduzco que no lo sabe, pero como buen indio no quiere reconocer que no lo sabe.
Me pregunta que si es la primera vez que vamos a la India y aprovecho para decirle que conozco hasta Kargil, nombre crucial para los indios y resulta que su padre estaba allí como militar cuando el conflicto con Paquistán que la hizo famosa.
Un viaje de lo más tranquilo que Marisa ha aprovechado para dormir y yo para escribir un rato.
Y ya estamos en la India donde comienza el verdadero viaje: lo de la escala en Doha no es ni un aperitivo de lo que vendrá.

NB.
Esta pareja no somos nosotros, pero podríamos haber sido.
Este aeropuerto, el de Delhi, no te deja sobrecogido como la primera vez que vinimos cuando nos topamos con la India, porque no solo el edificio que ahora es nuevo, es que al salir a la calle nos envolvió un calor sofocante, pues entonces aunque de noche, era el mes de julio, y había un montón de gente fuera con renqueantes taxis Ambassador, intentando llevarte a un hotel que tú no habías contratado.

Ahora es un aeropuerto moderno, pero con un toque indio en todos los aspectos, para lo bueno y para lo malo.

“Bueno” es su decoración y el ambiente alegre y optimista que crea; “no tan bueno” es que en el embarque en lugar de poner los pasillos para los clásicos grupos, aquí lo hacen por llamamientos y todos intentan entrar al mismo tiempo, hayan sido llamados o no, y es que no nos quedamos en Delhi, sino que vamos a coger otro vuelo para ir a Amritsar, nuestra primera etapa.
Además, hemos tenido dos ligeros contratiempos.
El primero es que hemos recogido el equipaje, pues se trata de otro viaje diferente al de llegada, y al hacer el “transfer” hemos tenido un pequeño problema con los nuevos billetes y aquí toda la seguridad, que es mucha, lo hacen policías no empresas privadas, pero ha sido solo que lo que se podía hacer en 5 minutos nos ha costado media hora y atravesar extraños pasillos y preguntar media docena de veces.
Así que logramos facturar, pero al pasar por el control personal y del equipaje que llevas en la cabina el policía que nos revisa me hace un registro minucioso.
¿Por qué? Pues porque he cometido casi un delito: llevar en la mochila de la fotografía una llave allen de 1×2 cm que sirve para un soporte de la cámara. Pues bien, eso parece que es algo peligroso y que no se puede llevar encima: ¡una llave allen de 1×2 cm! Te recuerdo, por si no lo sabes, que esas llaves no tienen punta afilada, sino que acaban en una punta hexagonal y roma.
Antes me había hecho sacar no solo toda la electrónica, como en España, sino también toda la fotografía.
Ha sido tal la búsqueda que el policía primero ha llamado a su superior quien ha seguido con ella hasta que ha encontrado la famosa llave que llevo desde hace muchos años y que ha pasado con aprobado, vaya con sobresaliente, muchos aeropuertos. Hasta hoy.
Superado el escollo pasamos a la zona de embarque y felizmente cogemos el avión y aunque el vuelo es de una hora y cuarto nos sirven un bocadillo y una galleta con una botellita de agua.

En Amritsar nuestras maletas salen las últimas, pequeño susto, pero salen, y con un taxi prepagado nos vamos al hotel.

Este lo hemos contratado en Booking con muy buenas referencias (Marisa no admite menos de 8 de nota) y porque está muy cerca del Templo Dorado, nuestro principal objetivo en esta ciudad, tanto que en su descripción pone el nombre del hotel y le añade al mismo “5 minutes walk from the Golden Temple” y con unas fotografías preciosas.
Del aeropuerto a la ciudad nos encontramos con un ambiente que no nos sorprende, pero que pondría (o pondrá) los pelos de punta al occidental que llega por primera vez a la India: una circulación caótica, cláxones sin parar un momento, señoras que van de paquete en las motos, pero sentadas “a lo amazona”, todo lleno de lucecitas por el Diwalli, carreteras asfaltadas pero con los arcenes polvorientos…
NB
En España las señoras iban sentadas así, por lo menos en mi pueblo, cuando se empezó a popularizar la moto, creo que a comienzos de los años 60. Mi madre pronto pasó de ir así sentada a como van ahora todas. A esto contribuyó que la mujer de una pareja amiga de mis padres salió despedida una vez por ir sentada así de lado.
En la entrada de Amritsar, y ya de noche, he visto a un padre de familia que llevaba a su hijo pequeño de horcajadas delante de él, a su señora sentada de lado detrás y ella con un bebé muy pequeño en brazos. Y todo con una circulación endiablada donde todo el mundo se cruza por donde quiere y donde no hay reglas, excepto la del más fuerte o más arriesgado.
Cuando entramos en la ciudad el taxi nos lleva por una zona de calles estrechas donde parece que por allí no puede haber un hotel como el que hemos contratado en Booking, pero allí estaba y la recepción no ha podido ser más decepcionante.
Está publicado como un hotel de 4 estrellas y aquello era la típica “guesthose” de la India, como las que íbamos en nuestros primeros viajes. Eso sí, el recepcionista no podía ser más simpático y servicial.
Nos lleva a la habitación y en el camino nos topamos con una nube de mosquitos o mosquitas como no recuerdo haber visto en mi vida. Pregunto y me dice que no pican. Yo conozco a alguno que con ese encuentro ya no se habría quedado.
La habitación es grande, 22 m², y con un esplendido cuarto de baño y con otra nube de “voladores” que creo que se suicidan con el ventilador, pues quedaban sus cadáveres por encima de la impoluta cama.
Pero todo muy nuevo y muy limpio. Parece como si en el hotel antiguo hubiesen añadido un ala moderna pues hasta tiene un ascensor último modelo.
Estamos cansados y la cama nos parece la mejor del mundo y además efectivamente los mosquitos (o lo que fueran) no pican.
Mañana los veremos todo mejor.
PS
Cuando estamos aposentados en el avión a Amritsar una azafata me pregunta si hablo hindi (eso supongo, porque me habló en hindi, o algo parecido) o inglés, porque resulta que nuestro asiento, que tenía la separación más grande para las piernas que yo recuerdo, era de los de puerta de emergencia y en tal caso debía poder abrirla y echarla afuera.
La verdad es que me costó bastante entenderla al comienzo, pues lo habitual es que te pregunten si eres tú quien ha pedido comida kosher o porqué has pulsado el botón de llamada de la azafata cuando lo que querías eras pulsar el de la lámpara, pero si te empiezan a explicar algo de una emergencia a ti solo… Pero cuando entendí por dónde iban los tiros le dije que sí y que ya había estado en otra situación semejante y sabía cómo actuar.
Vaya, espero que no pase nunca, pero en la otra ocasión al señor que se lo explicaron dijo que no y fue cuando buscaron a un sustituto en el pasaje, alguien valiente (y sin mucho sentido común) y me lo pidieron a mí y así ocupé ese puesto de tanta responsabilidad.

Etiquetas: Amritsar, Booking, Delhi, Diwalli, Doha, España, India, Indigo, Qatar Airways
27/06/2025 a las 22:55
jajajaja ese que no se habría quedado en esa hotel y en esa habitación soy yo !!
cómo lo sabes !! jjj
un beso