Con la entronización de Trump se han hecho predicciones temerosas y hasta aterradoras. He oído, por ejemplo, que podría significar el fin de la democracia liberal reforzado el daño al estar apoyado por la tecnocasta (¡Vaya asesores presidenciales que tenemos que aguantar con sus argumentarios matutinos!). Es posible que no recuerden que Trump ya tuvo sus cuatro años de presidente y no pasó nada.
Como en los próximos cuatro, en los que será más cuidadoso porque serán sus últimos. Cumplirá parcialmente sus objetivos (como todos) e impulsará una mentalidad en algún sentido conservadora y en otros aspectos innovadora. Que haya discrepancias con sus políticas es lo normal en un mundo en el que la división es frontal en muchos aspectos y en el que todos los gobernantes imponen a buena parte de la población normas que no son de su agrado y a veces son muy repudiadas. Decía D. Antonio en uno de sus grandes poemas «Del pasado efímero»
Bosteza de política banales
dicterios al Gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales
cual torna la cigüeña al campanario.
Aquí hay que decir lo mismo, ya vendrán los liberales. Mientras no parece juicioso que nuestros próceres suelten banales dicterios contra el reaccionario Trump si quieren llevarse bien con él, por nuestro bien. En cuanto a la tecnocasta los simples vemos la envidia sin tapujos de personas que en treinta años han conseguido fortunas inimaginables. Bezos, Musk y Zuckerberg han hecho sus imperios en treinta años con la absoluta libertad y entusiasmo de sus clientes y en algún caso creando un sector industrial nuevo (el coche eléctrico) y haciendo por el «planeta» más que la mayoría de los ecologistas de salón. Más tecnocasta es ser nombrado a dedo presidente de una operadora de telecomunicaciones. Muchos Gobiernos y personas que se consideran progresistas tienen cara a sus compatriotas conservadores una actitud muy Robespierre, pero de Robespierre hablaremos otro dia.