Quizá estoy equivocado, no dirijo el CIS, pero creo que el titular es verídico. Ni el Presidente del Gobierno, que ha podido hacerlo y no lo ha hecho, ni Rufián ni Otegui, por citar dos varones prepotentes, se atreverían a quitar de una lista o impedir su presencia en ella a Irene Montero. Y, minucias aparte, ese el aspecto esencial del choque entre Sumar y Montero. Apartar de una lista electoral a una dirigente que espera estar en ella por su alabadísimo trabajo es maltrato psicológico, por ende violencia de género, de su mismo género.
Ese apartamiento es un indicio grave de otros muchos problemas tradicionales en la «izquierda a la izquierda» española que pretende alcanzar la famosa «unidad» haciendo gala de lo contrario. Me recuerda lo de aquel dirigente imprescindible que vino en loor y olor de santidad y fue expulsado por sus fieles pocos años después.
Es absurda hoy la obediencia ciega en algunas organizaciones; si se cree que I.M. es una superfeministra, ¿ a qué viene el plegarse sus compañeros y amigos a la intransigencia de Sumar? No estamos en 1960.
A cuento de qué las alusiones a las «renuncias» de todos y a que lo importante es España. ¿Qué explican esas simplezas?
¿Qué transparencia es la que no quiere explicar los motivos de una decisión tan intempestiva y drástica, en una organización en la que aparecen nombradas de repente personas a las que se alaba sin pudor y que parecen paracaidistas de no se sabe qué grupo?
Sin ambages, esa decisión debe explicarse.
Como persona muy partidaria de las personas con capacidades diferentes, aunque prefiero eufemismos menos enmascaradores e incluso los adjetivos usuales, hay que explicar porqué no está Echenique y no decir que para sumar no se requiere un doctorado en Físicas.
No vale decir luego que con estos mimbres no ha salido una silla sino un canasto.