Alguna vez me he preguntado qué hubiera pasado si en los dos meses entre marzo y mayo del año 2020 hubieran muerto más de 46.000 menores de 20 o de 10 años, si el covid19 en vez de provocar más mortalidad en ancianos se hubiese revelado desde los primeros datos como una enfermedad tan sólo infantil-juvenil.
¿Hubiéramos tenido que aguantar tanta pérdida de derechos, tanta ignorancia, tanto atrevimiento?
¿Hubiéramos escuchado «hemos salvado 450.000 vidas»?
¿Hubiera sido elegido candidato a la Generalidad de Cataluña el impávido Illa?
¿Hubiera dicho el valiente Simón «no son necesarias las mascarillas»?
¿Habrían sido las residencias de ancianos sitios proscritos o centros de refugio para niños?
¿Se hubieran cerrado empresas, centros de trabajo de todo tipo, estadios, parques, iglesias?
¿Se hubiera permitido fumar sabiendo que los virus son de menor tamaño que las partículas olfativas que expulsa con ganas y deleite el fumador por lo que los fumadores contagiados expulsan virus aromatizados?
¿Se hubieran blindado los centros sanitarios?
¿Hubiese habido linchamientos a manos de abuelos?
¿Se habrían contabilizado vidas o esperanzas de vida de mayor valor (más años potenciales)?
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