32. Hong Kong-Macao-Shanghái. 2018. 3 de abril, martes. Decimoquinto día de viaje. Macao, día 2. Segunda parte.

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La siguiente parada es la iglesia de Santo Domingo. Está situada en una plazuela muy concurrida y su fachada es una monada. Bueno, quizás parezca excesivamente frívolo el adjetivo de “monada” para la fachada de una iglesia barroca, pero no encuentro un calificativo mejor.


Nada más entrar una virgencita en una hornacina con un nombre sorprendente: “la Virgen del Aire”.


¿Habrá niñas en Macao que se llamen “Aire”? Pues me parece muy bonito, pero tendrán que controlarse el peso toda la vida. Vaya, que puede ser una putada.

Hay un pequeño museo de arte sacro en unos pisos por encima de la iglesia que te recomiendo visitar.

Encontramos en él una estatua de Santa Lucía. Esta santa y Santa Águeda forman parte de mi infancia, pues en la iglesia de mi pueblo tenían un altar (creo que lo compartían) y como los niños de entonces sabíamos el fin de ambas intentábamos ver los ojos de una y los pechos de la otra en las bandejas donde los mantenían. Pues aquí Santa Lucía tenía los dos ojos en sus órbitas (no recuerdo en mi pueblo), pero también los arrancados en una especie de copón. Que pude fotografiarlos.


Claro que estos mártires eran tan milagreros que quizás le arrancaron los ojos y le volvieron a salir.

Y de repente veo a un dominico con un par de alas que ha resultado ser San Vicente Ferrer. Y yo es que cada vez que veo a este santo no puedo dejar de soltar un exabrupto, que no escribo no vayas a ser un ferviente admirador de ese personaje.


La sorpresa han sido las alas. ¿Para que las querría? Tendré que volverme a leer la vida (tan poco ejemplar) de ese santo.
¿Cómo lo reconoces? Pues porque además de su hábito dominico lleva el dedo índice de la mano derecha extendido apuntando hacia arriba.

Marisa encuentra un baúl lleno de restos de santos. Vaya, de sus estatuas y le dedica un sesión fotográfica entera. Parecía sacado de una película gore.


Vemos a San Roque y no podemos dejar de repetir lo de “el perro de San Roque no tiene rabo…”.
En nuestra vida diaria nos encontramos frecuentemente con este atribulado santo, pero te sorprende verlo tan lejos de casa.

Al lado de la iglesia hay un mercado, pero no ha resultado ser nada interesante. Quizás lo único un gran cartel de “Pasos para lavar correctamente as mâos”. Y también el fondo del letrero lleno de bichejos con dos ojos y una boca siniestra. El cartelista ha visto pocas bacterias y virus en su vida.


Se hace la hora de comer y entramos en un restaurante de esos de “sabor local”, donde te sientas en cualquier mesa que tenga sitios vacíos. De repente se levanta en la mesa de al lado un joven chino que va con una occidental y nos dice si nos puede ayudar: ha resultado ser el encuentro más interesante de todo el viaje.


El joven no es chino sino japonés. Le pregunto si no le confunden y me contesta que no. Estoy convencido de lo contrario, pues por el mundo no se ven habitualmente japoneses solos y este además grita tanto como los chinos. Es una de las personas más simpáticas que me he encontrado en mis viajes y además muy guapo. Trabaja en Macao como masajista y ha viajado muchísimo, aunque no ha estado en Wakkanai, que es uno de mis puntos fuertes para fardar de Japón delante de un japonés. Vaya, como si un coreano te dijese que había estado en las islas Chafarinas.
Y la chica…pues es portuguesa y muy guapa.
Vaya, que forman una pareja de cine y espero que les vaya mejor en la vida que a “las parejas de cine”.
Pues gracias a ellos hemos comido de maravilla y además nos han explicado el procedimiento de lavar algunos utensilios con el té que te sirven.

Luego más tarde nos vuelven a buscar y nos llevan a una agradable cafetería. Más charla y muy interesante.
Nos despedimos de ellos y seguimos nuestra vida de turistas y estando en este entorno no podemos dejar de visitar el “Top Sight” de Macao como lo califica la guía: las ruinas de la iglesia de San Pablo.


Puede ser que no hayas estado en esta ciudad, pero seguro que reconoces su icono: una fachada impresionante de una iglesia barroca que solo tiene eso, la fachada. Y no solo es impresionante ese elemento arquitectónico, es que está situada en lo alto de una gran escalinata que le da un aspecto todavía más teatral y fotogénico.


Pero aunque la fotogénica sea la fachada el personal cree que los fotogénicos son ellos y no paran de hacerse fotos con los gestos más ridículos.


Uno que está ahora muy de moda es poner los labios como si fueses Mick Jagger. Una patochada y que además provocará que borren todas esas fotos cuando el personal recobre el juicio.

Al lado de la ruinas está el templo de Na Tcha del que todas las informaciones ponderan lo que supone de respeto y harmonía (con hache o sin ella) entre las diferentes religiones en esta ciudad.


También hay un pequeño museo de arte sacro detrás de la fachada, pero hoy está cerrado por limpieza.

Visitamos el templo de Nu Wa, nada importante para nosotros aunque la guía dice que la diosa Nu Wa ofrece asistencia divina para los problemas maritales y de fertilidad y ambos los tenemos, afortunadamente, resueltos.


En España, e imagino que en muchos otros países, se suele alardear de los centenarios para demostrar lo bien que se vive allí, aunque no se les haga ni puto caso excepto en sus cumpleaños y en su defunción. Pues bien, hoy he visto al planchador más anciano de la tierra. Me hubiese gustado saber su edad y también hacerle las preguntas que siempre les hacen: que si fuman, que si beben vino, que si son felices, que si comen verdura,….pero no me he atrevido.


El nuevo templo sí ha sido muy interesante: Hong Kung. Además al estar apartado de los centros turísticos importantes estaba totalmente vacío. Tiene una sacristana que se pasa la tarde viendo una peli, o una serie, en la tele “Eden Lake”, que hasta yo me he quedado casi “enganchado” pues parecía de mucho misterio.


En este templo como en casi todos los taoístas que hemos visitado hasta ahora tiene grandes conos de un material tipo “incienso” ardiendo colgados del techo que le dan un aspecto muy interesante y fotogénico.


En el camino nos encontramos con una antigua casa de empeños ahora convertida en un pequeño museo donde puedes ver donde almacenaban los objetos que llevaban allí. Un detalle muy importante es su nombre: “Casa de Penhores Virtude e Succeso”.

Cerca de allí en una joyería vemos los cerditos de oro que nos explicó ayer la joven portuguesa que eran tan auspiciosos. Un horror.


Acabamos las visitas religiosas con el templo de Sam Kai Vui Kun.


Finalizamos el día turístico en la plaza del Senado. Es un lugar muy concurrido pero sin agobiar, tranquilo y acogedor.
Allí entro en la gran oficina de turismo y compruebo que el personal que te atiende podría estar allí o contando las olas en una escollera: ni el mínimo interés. ¡Cuánto echo en falta el entusiasmo de las oficinas de información de Japón o de Corea!

Hoy ha sido un día muy religioso así que vamos a rematarlo con algo lúdico y profano: la piscina del hotel. Está situada en el piso 23 y es una maravilla, vaya, de esas que tienen los magnates de las películas de magnates. Y sobre todo porque estamos solos. Lo que no sé si estamos así porque el personal se está dejando las pestañas en el casino del hotel o porque el agua no está demasiado caliente. Que Marisa lo ha intentado, pero al final ha desistido y yo me he limitado a dar unas ligeras brazadas.


Pero, insisto, es una maravilla.

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