31. Hong Kong-Macao-Shanghái. 2018. 3 de abril, martes. Decimoquinto día de viaje. Macao, día 2. Primera parte.

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Este hotel está muy bien y hemos tenido un despertar magnífico a pesar de lo fría que estaba ayer la habitación.
Como estamos en un piso tan alto casi siempre coincidimos con otros clientes en el ascensor y, aunque ya no sea una sorpresa, estos chinos gritan muchísimo y eso en un espacio como el ascensor se nota todavía más. A veces me dan ganas de hablar con el mismo volumen que ellos para ver si se percatan de lo que están haciendo, aunque quizás entonces pensasen que este abuelo extranjero estaba majareta.


Después del cambio de moneda tan desfavorable de ayer hoy lo vamos hacer en un banco y además así veremos cómo funcionan, pues es una actividad de la que siempre se aprende algo, como de los “extras” que tenían algunos bancos coreanos.

Entramos en el “Banco Nacional Ultramarino”. Esa palabra ya sé que es el adjetivo de ultramar, pero es que desde mi infancia no puedo dejar de unirla a “coloniales”, pues así se llamaban las tiendas de comestibles. Y como dice el DRAE «U. m. c. s. m. pl». Pues se decía “una tienda de ultramarinos”.

Los empleados muy amables, pero había una cola considerable. Y el cambio mucho mejor que ayer: casi un 9% más. Y la sorpresa de que algunos billetes en lugar de “Banco de China” llevan el nombre de este otro banco. Si vuelvo a cambiar (espero que no, si lo he calculado bien) le preguntaré al empleado por ello.


En Macao hay muchas motos, sobre todo aparcadas y lo hacen en la calle, pero en lugares de pago. Incluso hemos visto un pequeño accidente en el que un taxi ha tocado a una moto y el conductor de esta se ha puesto como loco. Afortunadamente estaban al lado de una comisaría de policía y enseguida han acudido dos de ellos a poner paz.


Por cierto, que vemos bastantes policías y todos son jóvenes y esbeltos y con aspecto nada amenazador.

Veo un gracioso letrero: “Gas butano Proibido fumar ou fazer lume”. Ya sé que este territorio fue durante muchos siglos de Portugal, pero me sigue resultando sorprendente. Y por supuesto también está en chino.


Nuestra primera visita turística va a ser a la catedral. La guía dice que no es interesante, pero es que nos coge de paso.


El letrero de las prohibiciones de la puerta no está en portugués, pero sí en inglés y en chino. Quizás los católicos hablan portugués y ya saben que esas cosas no se deben hacer como por ejemplo “echar una siesta”. Sí que se permiten, por ejemplo, descansar un poco y beber agua.


Otra sorpresa es un letrero en el que se anuncian clases de latín, Latin: Basic I, y donde explican la importancia de ese idioma en la formación de muchas lenguas modernas europeas como el portugués, francés, español e italiano.
¡Diantres se han dejado el catalán, el mallorquín y el valenciano!

Lo curioso es que esa información está en inglés y en chino. No sé cómo lo llevará un chino que no sepa leer en caracteres latinos, ni inglés, pues imagino que el profesor Roberto Ceolin utilizará el inglés como base para explicar “The first and second declensions”. Aunque bien pensado alguien que puede aprender chino puede aprender cualquier idioma.


Por si te interesa: unos 200€ por 30 horas de clase. Como nunca he ido a aprender latín (los padres escolapios nos lo daban dentro de las clases obligatorias) no sé si será o no buen precio. Pero lo puedes aprovechar como clase de inglés también y entonces es una ganga. Y lo que vas a presumir al regresar a tu pueblo:«¿Dónde has estado?”. “Pues nada aprendiendo latín en Macao”. Que puede que hasta te fichen para dar clases de catequesis en algún instituto.


Y la última sorpresa ha sido una hoja clavada en la puerta de la catedral con las “Proclamas de casamento” de la diócesis de Macao, en este caso concreto de la parroquia de San Antonio. No sé si en España se sigue haciendo, cuando yo me casé sí, pero quizás ahora no se haga por lo de la protección de datos, pues es de lo más alcahuete. Así me entero que el señor Vong Tong Meng, de 43 años se quiere casar con la señorita Chiang Chi Meng de 45. Un poco talluditos los dos para este sacramento.

Ahora lo pienso y me resulta sorprendente que la Iglesia, tan ordenancista, no tenga una limitación de edades para los sacramentos. Por ejemplo: la confesión de los 7 a los 90, porque consideren que ni antes de la primera, ni después de la segunda se puedan cometer pecados. O que tuviese esa norma en el derecho canónico un “addendum” donde dijese que si se pecaba después de los 90 se perdonaban los pecados de forma automática. Bueno, pensándolo mejor esa palabra, “automática” no parece muy eclesial, seguro que no aparece ni una vez en el derecho canónico. Quizás sería mejor “se perdonaban mediante un acto sincero de arrepentimiento”.


El interior es sobrio y austero, pero una sacristana y una cuerda te impiden que pasees por el recinto.


De todas maneras ha visto nuestro interés y nos ha dicho que visitásemos una capilla que estaba medio cerrada. Es lo que antes (no sé ahora) se llamaba “la capilla del Santísimo”. Le he preguntado por su nombre, pero la pobre no lo sabía.


El vía crucis no tiene demasiado interés, pero sí el título de las estaciones: “Jesus ajudado pelo Cirineu”.
Me sigue chocando el portugués.

Hay unas vidrieras que no están mal, pero no nos hemos podido aproximar a ellas.


Al salir a la plaza de la catedral un grupo de tres fotógrafos disparando sus máquinas.


Yo cuando veo una escena así siempre me pongo en su lugar para ver cuál es el motivo de su interés.

Algo extraño son las rejas que tienen muchas casas sobresaliendo de las fachadas y en casi todos los casos hasta en los últimos pisos. Sorprende en un ambiente que da la sensación de seguridad. Creo que en algún lugar del sudeste asiático también están así, quizás en Rangún.


La segunda visita turística es a la “Casa de Lou Kau”.


Este es un edificio construido finales del XIX por un importante hombre de negocios chino. Se visita solamente la planta baja aunque hay visitas guiadas los fines de semana en los que quizás las puedas ver entera. Muy interesante.


Como en Hong Kong, o quizás más aquí todavía, se ven tiendecitas donde venden las entrañas de diversos animales, especialmente de ternera y de cerdo.


Y en casi todas hay cola en la calle esperando comprar su ración, que luego se comen en cualquier lugar.

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