13. Hong Kong-Macao-Shanghái. 2018. 24 de marzo, sábado. Quinto día de viaje. Hong Kong, día 4. Segunda parte.

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Cuando llegamos al templo Pak Tai la segunda mala sorpresa: hablo con el que ayer me dijo que hoy sería el baile del león y me dice que no, que será mañana. Que hoy solo se reza. Imagino que ayer me lo explicó bien, pero yo solo me quedé con lo de “lion dance”.

De todas maneras ya que estamos allí Marisa le dedica otra sesión fotográfica al templo.


Entre las ofrendas volvemos a encontrar esas extrañas uvas.
¿Por qué harán esas ofrendas y no se limitarán al dinero? ¿Quién se las come luego?

En el exterior preparaban vistosos conjuntos florales, que también deben formar parte, imagino, de la liturgia de las ofrendas.


Cuando nos íbamos aparece un grupo de fieles vestidos con una túnica roja muy vistosa y se ponen a cantar acompañados por uno (este sin disfraz) que toca varios instrumentos. Muy interesante.


Además éramos los únicos asistentes fuera de aquella congregación. Vaya, estos tampoco estaban muy por el rezo, que solo lo hacían 3 ó 4.


NB
Si alguno está interesado en oír como rezan los taoístas le puedo enviar el registro sonoro pues no puedo cargarlo en este blog. Claro que si no sabes chino taoísta no sé si te servirá de mucho.

Comida sana y nutritiva y de nuevo nos lanzamos a la vida del turista esperando tener más suerte: visita al “Hong Kong Park”, uno de los “Top Sight” según la guía.

Empieza describiéndolo con una curiosa explicación: “Diseñado para parecer cualquier cosa que no sea natural…”. Que para un “parque“ no está mal.
Y quizás por ser sábado, o porque es Hong Kong, con mucho público.


Una agradable sorpresa nada más entrar: en este parque está prohibido fumar. Otra: no están permitidos los perros. Más: si alimentas a las palomas y otras aves te puede caer una multa de 1500$. Y más: hay tortugas en un estanque, pero como unas 30, nada que ver con la angustia de las de la estación de Atocha. Otro: si te cogen soltando un pez o un ave acuática en ese estanque te caerán 2000$ de multa y 14 días de cárcel.


Lo más interesante es el “Edward Youde Aviary”, una especie de jaula gigantesca con puentes de madera sobre una reproducción de un bosque tropical y con muchos pájaros. La guía dice que hay más de 600 ejemplares de 90 especies.


Muchos me parecen, aunque realmente había muchos y algunos de ellos muy fotogénicos, lo que se demostraba por los teleobjetivos de algunos visitantes.


Una visita muy interesante y no te digo nada desde el punto de vista fotográfico.

Y después de las preciosas aves lo que más me ha sorprendido de este pequeño y muy cuidado parque ha sido un acuarelista. Cuando hemos llegado estaba el joven sentado pintando rodeado de una docena de admiradores. Una señora cerca de él (quizás su madre) le grababa todo el proceso.


Al cabo de hora y media seguía el joven y toda su fiel corte en el mismo emplazamiento. Al llegar estaba a mitad y cuando nos fuimos no lo había acabado. Debe ser el Antonio López de los acuarelistas chinos. Eso sí: una maravilla.


Y dado lo bonito que es este parque y su situación tan central no se puede escapar a las fotografías de los novios, vaya, de los recién casados.


Decidimos ir andando desde el parque hasta el embarcadero de “Central” y preguntando, preguntado llegamos hasta allí.
Atravesamos algunos de esos rascacielos por un hall y la primera sorpresa es que en algunos no haya ningún tipo de vigilancia, excepto algún conserje.
¿Cuánto duraría sin vandalizar un recinto así en nuestro país?

Antes de llegar al muelle pasamos por una plaza con un gran pedestal y la frase que tanto me sorprendió la primera vez que la vi, creo que fue en Picton, “The Glorious Dead”. Y las fechas de la primera y segunda guerra mundial.

Camino de los diversos embarcaderos se atraviesa un túnel que está lleno de señoras sentadas o largas en el suelo a ambos lados. Ni un hombre. Como están encima de cartones te podrían parecer “sin techo”. No son chinas y van arregladas lo que me hace suponer que son empleadas domésticas, quizás filipinas y que se reúnen aquí los sábados. Pero es bastante curioso.


Al salir del túnel atravesamos un paso elevado y enfrente una tienda con una gran cristalera muy iluminada llena de los adeptos de Apple.


¡Pobres jóvenes! ¿No tendrá nada mejor que hacer que pasar la tarde de un sábado en aquel recinto? Es lo que tiene el “soma”.

Al final llegamos al embarcadero de la bahía que está justo enfrente de donde estuvimos el otro día, solo que ahora estamos en “la isla”, lo que se llama “Central”.

Toda esta zona está dominada por la rueda de una gran noria que es realmente espectacular, la “Hong Kong Observation Wheel”.

Me sorprende la cantidad de cochecitos de niños que hay aparcados en su base, pues por la calle no es frecuente verlos. ¿Subirán los padres a sus bebés a esta enorme rueda para que se acostumbren a las alturas de los rascacielos donde vivirán? O quizá, dada la sociedad tan competitiva de esta ciudad y lo muy “british” que se consideran algunos, les digan la frase del final de “If” de Kipling: “Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella”.

(Un día contaré mi relación personal con ese poema).


Los rascacielos a nuestras espaldas se han iluminado y nos proporcionan un magnífico espectáculo, así como los menos numerosos que están en el otro lado, en “tierra firme”.


Podría estar allí horas viendo como cae la noche. Además tenemos de fondo musical una balada muy bien interpretada por un joven a unos 30 metros.


Regresamos en metro hasta nuestro barrio. En el recorrido compruebo la cantidad de jóvenes hongkoneses que llevan pantalones rotos. Seguramente los “influencers”, las “it girls” y toda esa fauna no ha producido una moda más estúpida como esa: comprarse una prenda rota como si estuviese nueva y pagar más porque esté así.

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