Observación previa.

Un atlante y su amigo con corbata amarilla en el Palacio de Velázquez.
Las fotos de las notas finales no siempre corresponden a fotografías de este viaje, vaya, casi nunca, pero sí son de Marisa, pues dados los temas tengo en buscar entre las publicadas en Flickr.
Air Catalonia.
Viendo el vídeo de seguridad en el vuelo de Doha a Madrid vuelvo a recordar el anterior, cuando el protagonismo lo tenían los jugadores del Barcelona y que quizás cuando la república catalana tenga línea aérea propia, (que la tendrá) el vídeo lo podría protagonizar el Sr. Guardiola solo.

Finger
Será interesante ver los vuelos nacionales: Gerona-Lérida, Reus-Barcelona, Tortosa-Blanes,….pero mejor los internacionales: Barcelona-Pristina, Barcelona-Bucarest y Barcelona-Caracas.
El inglés.
Siempre el inglés.
En mi crónica 13 escribí sobre una práctica extravagante de los marineros: llevar una membrana que cubre la cabeza de un bebé en el saco amniótico para evitar el ahogamiento. Por si el tema de la membrana te resulta importante la palabra inglesa para buscar la información es “caul”. Realmente interesante, aunque me temo que nunca la podrás emplear en una conversación fuera de que te eches un novio o novia obstetra.
El cepillo.
Cuando estuvimos en la catedral de Christchurch, la famosa “Cardboard Cathedral”, escribí que tenía un cepillo enorme.
Pues además de su tamaño y de estar hecho con un trozo de esa estructura de tubos de cartón tenía un curioso letrero que decía más o menos que tenían al año unos 400.000 visitantes y que el promedio de las donaciones era de 0,32$. Te recuerdo que en nuestra visita el cambio era de 1,45$ por cada euro, así que esos 32 céntimos de dólar eran 22 de euro. O sea una mierda. O en términos más piadosos, una miseria.
Acaban diciendo que les gustaría que se donasen 5$, unos 3,5€.
No me extraña que el famoso arquitecto que la diseñó trabajase “de gratis”.
¿Ellos no reciben nada de los contribuyentes? Si no hubiese sido por la falta de comunicación con la sacristana que me atendió, la que se creía que yo tenía una CPU de neardental, me hubiese gustado saberlo.
Y quizás sin maldad, o quizás con ella, en las paredes del gran cepillo se veían unas ratitas de trapo.
¿Serán animales totémicos en las creencias animistas de los aborígenes o querrán decir lo que imagino?
¡Sois unos ratas!
Encuestas.
Cuando salimos de un museo una amable empleada me pide que rellene una encuesta en una tableta. ¿Tengo cara de responder a las encuestas? Pues parece que sí, pues me lo piden con frecuencia. Deben pensar que “este ocioso jubilado no tiene nada más que hacer y no le importará perder 15 minutos contestando preguntas”.
La encuesta más rara a la que he respondido fue a una de un licor del que no recuerdo si era tipo coñac o whisky.
Una encantadora y atractiva señorita me abordó en la calle Preciados de Madrid: “¿Le importaría responder a una encuesta?”. “Pues no”. Y cuando pensaba que iba a sacar una libreta (todavía no era época de tabletas) me dice que tengo que acompañarla allí cerca pues se trataba de probar una bebida que iba a salir al mercado.
La sigo, vamos a una habitación, que no recuerdo si era de un hotel o de un restaurante, y me da a probar varias bebidas alcohólicas, una de las cuales debería ser la nueva.
Acaba la encuesta y me acompaña de nuevo a la calle Preciados. Y en aquel momento me percato de que si me encuentro con un conocido (o peor con una conocida) yendo en compañía de aquella señorita, saliendo de un establecimiento hostelero y con el pestazo del alcohol a ver si se iba a creer lo de la encuesta.
Y es que soy demasiado bueno. A veces.
NB
La primera fotografía no era la de la cata, que en aquella habitación había mucha luz.
La segunda fotografía no sé si es muy representativa, pues aunque las botellas son de Campari, su contenido era gasolina.
El inglés heroico.
Enfrente del museo de Auckland delante del monolito una gran lápida con la frase que ya he visto antes: “LEST WE FORGET”, rodeada de dos ramas de helecho.
¡Qué buenos son estos ingleses haciendo frases heroicas!
Porque “lest” es una forma anacrónica que da como resultado un “Para que no lo olvidemos”.
Tú pones un anacronismo en España y te ponen verde y si está dedicado al ejército te ponen verde a ti y al monumento lo llenan de pintadas.
Donde yo vivía antes tuvieron la mala, o la buena, fortuna de dedicar la plaza a “Los Héroes de la Armada”. Y de colocar un cañón (creo que de submarino) en un pedestal.
Sufrió todo tipo de atropellos aunque ese título de “Los Héroes de la Armada” fuese bastante neutro. Si bien todo el mundo la conocía como la “plaza del cañón”.
Lo pintaron de rojo, le pusieron una bomba (¡vaya susto!) y un buen día lo quitaron.
Ahora es la “Plaça del Consolat de Mar”, que por si no lo sabías fue una especie de tribunal mercantil de la marina catalana hasta mitad del siglo XIX. O eso deben creer los que le cambiaron el nombre.
Corrector.
Marisa envía una foto con un campo con corderitos a unas amigas. Una le contesta que a lo mejor encontramos a algunos esquiadores españoles, pues su marido le ha dicho que emigraron hace tiempo a este país.
Marisa me dice sorprendida: “¿Esquiadores? ¿Qué harán los esquiadores españoles aquí?”
Al poco rato tiene la respuesta: los que emigraron eran esquiladores y el corrector del teléfono le cambio la palabra.
Imagino que hablarle de un “esquilador” a un joven informático es como intentar explicarle la teoría de la evolución al Sr. Trump. Que seguro que es creacionista convencido.