64. Nueva Zelanda 2017. 20 de octubre, viernes. Trigésimo segundo y último día de viaje. De Doha a Madrid. Primera parte.

by

Pues ya estamos en nuestra última etapa de nuestro último día de nuestro último viaje. Muchos “últimos” me parecen.
La llegada a Qatar te obliga a pasar un nuevo control. Todo sea por la seguridad.
En el control de equipajes me “retienen” para inspeccionar la cámara fotográfica.

 

Obviamente no era esta la cámara, que en ese caso sí lo hubiese entendido.


Llevo un cinturón textil pero con una hebilla metálica extraíble, así que en estos sitios me quito solo la hebilla, lo que no impide que se me puedan caer los pantalones, pero luego la “recuperación” es rápida. Así que aquí me llevan la mochila delante de una señorita nepalí y como me estoy poniendo la hebilla me urge a que abra el equipaje para la inspección: “Si quieres dejo que se me caigan los pantalones”.
Luego ha estado muy amable, pero ni idea de qué buscaban.

Este aeropuerto sigue siendo el derroche de siempre. Pasamos al lado de dos lujosos coches y una moto que rifan. Hay un empleado en cada uno de ellos pues el personal está loco por hacerse una foto y de esta manera evitan que se suban encima. Es una curiosa lotería con 4 premios diferentes, los tres vehículos y un millón de dólares, y con un precio diferente también de cada billete.
Así sortean un Bentley Continental GT V8S (los amantes de los coches ya sabéis que tipo de cochazo es) por un billete de 180$, vaya realmente son 179.56$, una cifra extraña que imagino resulta de pasar los riales catarías a dólares. La otra opción, más barata, es un Porsche Carrera 4S por 152$. Y, ya en plan pobretón, por 28$ te puede tocar una moto HD Sportster Custom BXL 1200CB.


Y yo me pregunto que qué haces si te toca un cochazo así. Porque tocar, toca, como lo demuestra la foto de un libanés radiante con su vehículo y de un filipino igualmente feliz. ¿Tendrás que declararlo a hacienda como ingreso del año? Porque entonces andas jodido. Como le va a pasar al Sr. Más, que ha recibido dos millones de euros para una fianza, o una multa, no sé, y ahora tiene que declararlos al fisco. Tendrá que hacer otra colecta entre los suyos. Y eso debe joder muchísimo a un independista: tener que dar dinero directamente a Hacienda. Que somos todos. Así con ese dinero se podrían haber seguido pagando “embajadas catalanas” y similares por el mundo, pero también un pedazo de carretera de Jaén, por ejemplo. Y es que al Sr. Más habría que cantarle lo de la canción popular de Manolete: “…si no sabes pedir pa qué te metes”.

Y una vez más pasamos por la encrucijada donde está la horrible estatua del oso. Y además esta no es como el vídeo del Barcelona, que me temo que el oso seguirá aquí por mucho tiempo.


Las tiendas de lujo siguen mostrando sus escaparates suntuosos y sus fotografías de modelos perfectos excepto GUCCI que tiene la publicidad más fea que he visto en mi vida. Dejaré de comprarles. Pero ya ves, a los de Bulgari sí les compraré, vendan lo que vendan, que no sé lo que venden.


En las puertas de esas tiendas empleados ociosos y aburridos esperando clientes. ¿De verdad que venden algo? Y digo “aburridos” porque están como estatuas, excepto cuando son indios que charlan animadamente entre ellos.


Y la misma pregunta de siempre: ¿cómo puede haber tantos empleados en un aeropuerto? Para compensar no se ven policías. Quizás hayan cientos de cámaras que los sustituyen, pero ni siquiera los hay como elemento disuasorio.


Vamos hacia nuestra cola de embarque y veo a una joven monja de color (oscuro) con un rosario inactivo en la mano. Bueno, es como un rosario pero con muy pocas cuentas, nada que ver con los que conozco.


Quizás la Iglesia se ha modernizado y ha visto que 5×10 es igual que 10×5. O sea que en lugar de pasar las 10 cuentas correspondientes a los 5 misterios puedes pasar 5 veces un rosario de 10 cuentas. Pero esta joven parece que lo lleva como un amuleto porque no pasa las cuentas.