54. Nueva Zelanda 2017. 15 de octubre, domingo. Vigésimo séptimo día de viaje. Auckland. Día 2. Segunda parte.

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Lo que debió ser un puerto comercial lleno de grúas y movimiento de mercancías por los tinglados se ha convertido en una zona de ocio con bonitos paseos y accesos a los cercanos grandes yates que están amarrados aquí. Ahora en España es difícil acercarse a estas maravillas del diseño y del despilfarro, pero aquí los tienes casi al alcance de la mano.

Y lo mismo que los yates te encuentras con un enorme y espléndido hotel de la cadena Hilton. Le digo a Marisa: “El hotel donde vendría nuestro amigo Luis, y ella me corrige rápidamente: “Que este es Hilton y no Sheraton. Es que yo las marcas de lujo las confundo: me da lo mismo  una botella de Krug Clos du Mesnil Blanc de Blancs Brut que un Lamborghini Veneno.

No sé si este edificio será todo el mismo hotel porque en este caso sería el más grande que he visto nunca. Tiene el aspecto de un gran transatlántico y por su situación debe costar una pasta. Indagaré en ello.

En el recorrido encuentro un letrero con la prohibición del botellón. No sé como los resolverán, pues excepto a los dos policías que vimos ayer en la feria del Diwalli, no he visto ni a uno más en este país.

En los pantalanes la parte exterior está compuesta por grandes maderos y entre ellos y la obra de cemento hay unas gruesas piezas de goma negra que imagino harán de aislante en el caso de que algún capitán se despiste con el timón. Pues bien, en estas piezas no han podido evitar escribir algunos mensajes, pocos y solo en algunas de ellas.

El que más me ha sorprendido ha sido el de un Eduardo: “I’m single. Mr. Ed” Y debajo “2011.9.6 Edward”. Y no sé si eso tiene algún significado especial dentro del mundo amoroso de Auckland, pues no pone ni teléfono, ni dirección de correo. A mí me han dado ganas de escribir: “Eduardo, ¿sigues jodido?”. Porque por el hecho de estar “single” no tienes porqué estarlo, pero si vas a un solitario pantalán y lo escribes con rotulador blanco es que no estás muy bien. Es que eso del rotulador blanco ya dice mucho de la situación anímica del soltero Eduardo. Porque ¿tú conoces a alguien que vaya por la vida con un rotulador de ese color? Yo ni a uno. Y tú tampoco. Eso en derecho penal se llama premeditación y no sé si también alevosía.

Total, que Eduardo ya no ha vuelto a escribir nada aquí, así que o ya no está “single”, o le ha entrado la cordura y está encantado de su situación y le ha regalado el bolígrafo a Norkk, que ha escrito en otra goma: “I’am single as well”.

Menos mal que lo de las gomas negras no se ha puesto de moda como lo de los candados pues aquí también había una buena colección, aunque no tan importante como la del puente de Carlos en Praga, por ejemplo. Además, al estar sometidos a la intemperie marina estaban casi todos con un aspecto lamentable. Lo curioso es que, en algunos, tan oxidados como los otros, han colocado una cinta verde que se ve bastante nueva. Quizás es que sea algo tipo “bodas de plata” y cuando llevan sin romper, no sé, por ejemplo tres meses después de la tontez de colocar el candado, pues vuelven allí para colocar la cinta renovando su compromiso. Y que no han dejado de ser tontos.

Y luego están los misterios de siempre: ¿qué significa un candado normal al que se le ha enganchado otro normal y a este último un racimo de tres más pequeños?  ¿Serán los descendientes de la “pareja candada”? O los muy oxidados tres juntos. ¿Será un trío?

Hay uno más oxidado que ninguno que además de los nombres ilegibles tiene grabado de fábrica “Extra Plus SOLID”. ¿Sería un mensaje de él para demostrarle la potencia de su amor?  Creo que si fuese más joven haría una tesis doctoral sobre este tema.

 

NB

Me percato que la moda de los 2.0, 3.0,…no ha llegado todavía al mundo del “cadenas d’amour”.