51. Nueva Zelanda 2017. 14 de octubre, sábado. Vigésimo sexto día de viaje. Auckland. Día 1. Primera parte.

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Ayer, al llegar al hotel, tuvimos la sorpresa de encontrarnos con un gran apartamento. Veníamos un poco moscas pues Marisa había leído críticas muy malas de este hotel y así la sorpresa ha sido más agradable todavía.

Mide casi 12 metros por 5 y medio. Tiene una salita con una mesa y un sofá cama, un cuarto de baño grande, una sala de estar con cocina completa, incluyendo lavavajillas, una mesita de comedor y un sofá enorme que se podría utilizar de cama además de un dormitorio con una cama de 2×2. No quiero ni pensar en cómo será manejar esas sábanas.

Y dos terrazas, una de ellas hermosa, que da a un placita y desde donde se ve a lejos un trocito de mar, pues estamos en el piso 15.
Medidas: cocina 4,2×4,50; dormitorio 3,15×3,50.

Pues hay gente que se queja.

Es un edifico muy curioso con una entrada común que da acceso a varias torres. La entrada-recepción es tirando a fea y en la planta baja hay un restaurante indio. Marisa me dice que esa entrada le recuerda a algunos hoteles indios. Quizás el dueño lo sea.

El ascensor funciona con la tarjeta de acceso a la habitación y cuando salimos por la mañana nos encontramos con un joven chino que al enterarse del propósito de nuestra visita turística nos hace bajar en la primera planta y a través de un par de puertas casi secretas nos deja delante de un jardincito. ¡Mira que hay gente amable!

Esta mañana queremos visitar la “Auckland Art Gallery” a la que la guía le concede una estrella. Camino de ella se pasa por el pequeño, pero precioso, “Albert Park”. Este está situado al lado de la universidad. Parece que su campus es también un jardín público y si tenemos tiempo lo visitaremos otro día.

En el exterior un letrero advierte que no se pude fumar en todo el campus. ¡Bien!

No sé cómo resolverán en este país el tema de las prohibiciones, pues otro letrero en una farola dice que es una zona prohibida para el consumo del alcohol. Y por si hay dudas dice que “las 24 horas del día, los 7 días de la semana”.


¿Y qué pasa si algún incívico -que los habrá- se salta las normas? Porque seguimos sin ver ni un policía.

El parque Alberto es una maravilla con sus árboles formidables y unos jardines con flores -aquí amapolas- increíbles.

Hay una estatua dedicada a unos soldados que murieron durante la guerra de Sudáfrica (1900-1), una de las que hubo contra los bóeres.

De este monumento me sorprenden dos cosas: la primera es que encima del nombre de los caídos hay una cara monstruosa, pues normalmente aparecen señoras dolientes o soldados en la batalla. La segunda es que el soldado de la estatua es muy pequeño. Vaya, no es que fuera enano, es la estatua la que es pequeña. Y generalmente es al revés: hasta a los hombres pequeños (véase Franco) les dedicaron estatuas enormes. Es como si la estatua engrandeciera al personaje. Pues aquí al revés.

Otro, que parece inevitable en estos países, está dedicado a la omnipresente reina Victoria, y la que Marisa, por la posición del sol, ha tenido que fotografiar de espaldas.

Otro monumento está dedicado a un periodista, C. M. Reed, lo que tampoco es nada habitual, y tiene esta bonita frase: “Por el futuro en la distancia y las cosas buenas que podemos hacer”. O algo así.

En un banco hay una pareja de jóvenes y mientras Marisa fotografía flores y árboles yo les observo: ella espera que él le coja la pierna o por lo menos la mano: risa nerviosa, mirada de “¿pero cuándo se atreverá?”. El problema lo tiene él: si tarda parecerá que no tiene interés en ella y la chica se decepcionará; si “ataca” enseguida puede recibir un “soplamocos” (palabra en desuso).

NB
¿Por qué utilizo palabras en desuso? Una vez leí que cuando una palabra llevaba un tiempo (no recuerdo cuanto) sin utilizar la quitan de los diccionarios. Así si el “eliminador de vocablos” busca “soplamocos” encontrará que sí se sigue usando y no la borrarán.

Llegamos al museo y antes de entrar hay un grupo de chicas indias bailando y lo hacen bastante bien. Luego veremos que se han incorporado más chicas y dos o tres chicos y su coreografía me recuerda a las de las pelis de Bollywood.

Auckland Art Gallery.


La guía dice de esta galería que muestra lo mejor del arte de Nueva Zelanda, así como importantes obras de artistas europeos como Brueghel, Picasso, Cézanne,…y también una galería de retratos de maoríes tatuados del siglo XIX.

Es realmente muy interesante, aunque como siempre con el arte actual hay obras que parece que te están tomando el pelo. Así hay un vídeo de un artista donde aparece su mujer haciendo cosas con los pies. Pero no es que sea de esas personas que no tienen manos o que no las pueden utilizar y entonces usan sus pies. No, que he estado esperando verla en acción y tenía manos y las usaba. Una gansada. Pues allí lo tienen, en la gloria de esa importante galería.

Aunque también tienes obras divertidas como ese vigilante al que le puedes preguntar cualquier duda con la seguridad que no te la resolverá. Pero no se cansa de vigilar la sala.

Otra tiene una obra que se llama “Leche y miel” y con una explicación que te caes de culo: “…tiene que ver con las representaciones de las experiencias de la mujer desde las perspectivas feministas e indígenas. Esta exposición se refiere a la explotación colonial de las mujeres…”. Bueno que no hay por dónde cogerla (en Méjico “tomarla”). Vaya, que parece de una galería de arte actual de España. Lo curioso es que sus tres obras sí que me gustan pero sobraba tanta palabrería.

Pero también encuentro obras actuales que soy capaz de degustar.
Una obra se llama “Limbo”. Consta de unas estructuras, como globos colgando del techo en un gran patio: “El título Limbo se relaciona no solo con el estado suspendido de esos objetos , sino que también con el cambio de significado dependiendo de la posición desde la cual los ve cada uno”. Esta neozelandesa no conocía lo de “todo depende del color del cristal con que se mira”.

Y esa palabra “limbo” me ha hecho recordar una situación que me ha inquietado desde hace un tiempo.
Todos sabemos qué era el “limbo”, vaya, según el DRAE: “En la doctrina tradicional católica, lugar adonde irían las almas de quienes mueren sin el bautismo antes de tener uso de razón”.
Pues aquello estaba lleno de almas esperando ese transporte como los autobuses lanzadera entre una terminal y otra de un aeropuerto. Pero llega el Papa Benedicto XVI y lo quita. Bueno, quitarlo, quitarlo, no lo quita, pero como si lo quitase: declara que el limbo no existe. Que hace como los independentistas del “procés”: de un plumazo deciden que la historia no existe. O que existió como a ellos les hubiese gustado que existiese. Lo mismo el Papa. Pero ¿y todas las almas (no sé si también los cuerpos) que estaban allí? ¿Adónde han ido a parar?
Que me preocupa.

Entre los cuadros que mas me han sorprendido hay uno anónimo (y no me extraña) titulado “Cristo muerto soportado por dos ángeles” del siglo XVI, que es un préstamo (también eso me extraña, que sea solo un préstamo y no se la hayan regalado ya) de la catedral de San Pablo de Wellington. Es uno de los cristos más feos que he visto en mi vida, quizás solo comparable al famoso de Borja. Que no me atrevo ni a poner aquí la foto.

Marisa es una buscadora incansable de figuras en espiral y aquí ha encontrado una escalera, por cierto medio oculta, que ha colmado todas sus ansias espiraleras.

Otro cuadro curioso, sobre todo por el título y la explicación que le acompaña es  “The Spanish Well” de Purbeck, de 1945. No está mal, aunque yo no lo colgaría en mi galería (imaginaria) al lado de un Bacon o un descendimiento, pero es la explicación la que me deja completamente tocado. Empieza así: “The Spanish Well refleja los efectos restrictivos de los apagones durante la Segunda Guerra Mundial, todavía la oscuridad resuena con trazas de color y de la memoria de la luz”. Y sí, se titula “El pozo español”. ¿Tendrá un significado desconocido para mí esa expresión “the Spanish well”? A lo mejor es como la “Spanish flu”, que aunque no fuese española se quedó con el gentilicio “forever and ever and ever”.

A Picasso lo sitúa en “France, Spain”. Y me parece muy bien. ¿Qué es eso de apoderarse de Picasso como si solo fuese español? Porque lo era, pero también francés.

Y finalmente la alegría de encontrarte con Goya, aunque fuesen solo litografías.

Repasando las fotografías me percato de que una parte muy importante está dedicada al personal que estaba visitando el museo.

PS

Cuando trascribo la crónica al ordenador pienso que la frase de la lápida del periodista a la que hice referencia más arriba quizá no sea de  él, ni de ninguno de sus admiradores y seres queridos.  Y así es. En Wikipedia (¡qué haríamos  sin ti!)  aparece como de George Linnaeus Banks, interesante personaje británico del siglo XIX.