Reservamos un viaje con una compañía que recomienda la guía y también la guapa checa de ayer y el dueño del hotel. Vaya, que no había mejor elección.
NB
Sigo sin tener una fotografía de la checa de esta ciudad, así que os dejo con esta pareja que sí lo son, o por lo menos estaban en Praga y que además tiene el plus de un cajero de “bitcoins”.
Nos recoge John con una furgoneta delante del hotel y luego “cosechamos” a dos parejas de occidentales mayores y a cuatro chinos. O sea, un grupo pequeño.
Desde Dunedin pasando por Portobello vamos hasta la península de Otago al lugar donde está el “Royal Albatross Center”. Este sitio merece por sí solo una visita, pero ahora no es el momento propicio para divisar esas aves. Hay una serie de miradores desde donde te puedes asomar a unos grandes acantilados con unas preciosas vistas sobre el mar y con cormoranes moteados anidando por allí. Y gaviotas, muchas gaviotas. Nos dice el guía que en cuanto adelante la primavera aquello se pone imposible de ellas. Como ahora es la época adecuada observamos como fornican denodadamente algunas parejas.
Vemos un albatros volando, pero solo un ejemplar y en un par de momentos. Es un ave enorme, pero creo que no podemos decir que la hemos visto realmente.
Hay un letrero que me sorprende: está escrito primero en inglés y dice: “Por favor, no salga de los caminos marcados”. Y luego está en japonés y en chino. Lo sorprendente es que dice “Japonés” encima de lo que se supone que es escritura japonesa y lo mismo con el chino. No lo entiendo.
Desde allí nos vamos a una especie de reserva que tiene esta agencia de viajes. Y debe ser exclusiva porque estamos solo nosotros, aunque al final acuden otros grupos de la misma empresa y además porque para poder acceder hay que cruzar barreras que nuestro guía abre y cierra cada vez.
Pasamos por colinas cubiertas de hierba verde y con multitud de ovejas. Es un paisaje precioso que además está al lado del mar.
Primero accedemos a una playa donde tienen una caseta de observación. En el camino antes de llegar encontramos un pingüino. Parece como si fuese un animal amaestrado que nos estuviese esperando en mitad del camino. Porque resulta que aquí los pingüinos viven entre los arbustos y hierbas del monte.
Nos hemos quedado un buen rato observándolo hasta que se ha cansado y se ha ido. No creo que estuviese amaestrado pues el guía no le ha dado ninguna recompensa por su buen comportamiento, como por ejemplo una sardina o un caramelo sugus.
En la playa un cormorán muerto. El guía extiende sus alas para que se vea su enorme envergadura. Y también en la playa, antes de llegar a la caseta, unos leones marinos. Dos enormes machos adultos y un ejemplar joven con ellos. Parece que las hembras están en otra cala diferente.
Finalmente llegamos a la caseta de madera desde donde podemos observar al resto de los pingüinos que han tenido a bien quedarse por allí esta tarde.
Suben y bajan por aquellas pendientes con andares muy torpes e incluso parece mentira que puedan ascender algunas de aquellas inclinadas colinas. De vez en cuando alguno llega hasta el mar o sale de él y pasa cerca de los leones marinos. El guía me dice que, aunque no es habitual, si estos están hambrientos se comen a alguno de los pingüinos.
Esta población está muy cuidada pues son ejemplares muy especiales. Todo el recinto está lleno de trampas para sus depredadores y en unos carteles ayudan a concienciar al personal de esos peligros haciendo hincapié en los famosos “possum” que yo desconocía y que encontré su traducción como “comadrejas”.
La temperatura ha descendido bastante, hace viento y estamos al lado de mar. Afortunadamente vamos bien pertrechados.
Dejamos esa playa y nos vamos a otro lugar donde desde un mirador se pueden observar a un buen grupo de focas. Hay alguna pequeña escaramuza de tipo sexual pues parece que las hembras no están todavía receptivas para el apareamiento y los torpes machos no se han enterado y parece que en el mundo foquil “No, es no”.
Regresamos a Dunedin ya de noche.
Una tarde estupenda para finalizar un día muy completo.
NB
Durante el viaje por aquellos preciosos campos hemos visto bastantes conejos. John me dice que se cazan para comerlos, pero que no hay granjas para criarlos.