32. Nueva Zelanda 2017. 4 de octubre, miércoles. Decimosexto día de viaje. Franz Josef Glacier.Primera parte.

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Hoy es el día en que pasamos el ecuador del viaje, 16 de los 32 días totales y es un buen sitio para hacerlo, porque hoy será para nosotros aquí un día tranquilo y con paisajes increíbles. A pesar de la meteorología y de que España se sigue metiendo en nuestras vidas, pues no dejo de leer El País, lo último un artículo de Isabel Coixet y me ha dejado muy triste. ¿En qué situación nos hubiésemos encontrado nosotros si hubiésemos seguido viviendo en Cataluña, donde ya no nos quieren? Claro que a todo te acostumbras. Te acostumbras o te vas. Si puedes. Porque lo que ha sucedido parece que ha sido una explosión súbita, pero yo creo que realmente lleva mucho tiempo en marcha. Te acostumbras o te vas. Si puedes.


Para acabar: “que la Generalidad dice que a los funcionarios que hagan huelga no se les descontará el salario”. Es que no me lo puedo creer: un día de fiesta por la futura independencia. No sé si será “recuperable” o “no recuperable”. Lo malo es que les pagaré yo la fiesta.

Hemos venido aquí a ver un glaciar y eso haremos hoy.
Las excursiones posibles a pie se hacen a partir de un aparcamiento cercano al glaciar y hay un servicio de “lanzaderas” que te llevan hasta allí, aunque tienes que contratarlo previamente.
El conductor te cobra el importe con tarjeta y es que aquí todo se puede pagar con ella, aunque en un par de ocasiones solo admitían las de bancos nacionales.
Cuando vamos por la población sale de un aparcamiento delante de nosotros una gran autocaravana y se pone a circular por la derecha. Y así ha ido unos 40 metros. Afortunadamente este es un pueblo muy tranquilo estos días y además era temprano. El conductor me ha explicado que hay muchos accidentes provocados por los extranjeros.
Ha sido un señor muy amable y servicial, pero con un grave problema: le gusta mucho hablar con los clientes y hoy solo estábamos Marisa y yo y una silenciosa oriental, y nosotros en primera fila. Durante los 10 minutos que ha durado el viaje me ha explicado muchas cosas y al final Marisa me pregunta ingenuamente: “¿Qué te ha dicho?”. Porque excepto algo que “hemos hablado” del cinturón de seguridad del coche, no he entendido nada más. Porque es algo que me intriga: todos los autobuses los llevan, pero nadie los utiliza. Y Richard me lo ha explicado detalladamente, pero con poco éxito.

Desde el aparcamiento parten dos caminos: uno sube hasta el glaciar, el que se llama así “Franz Josef Glacier Walk” y del que un letrero informa que ida y vuelta son una hora y media y el otro camino es el “Sentinel Rock Walk”, adonde vas y vuelves en 20 minutos, y también desde este último al “Glacier View at the End of the Forest Walk” en 30 minutos.

 

 

 

 

Cuando hemos llegado un fornido joven está borrando y escribiendo sobre otro letrero donde se actualiza diariamente la información meteorológica. Así cambia la fecha, pero hay tres “campos” que no cambia: una son las condiciones de la pista hoy: “Good”. Pero hay otras que son la distancia al mirador y el tiempo que se tarda. Le comento que claro, que esta información no es variable. Y me contesta que no es así. Me lleva a un mapa y me explica que según está el tiempo el camino puede ser menor y por tanto cambiar la duración del recorrido.


Así veremos en la excursión que hay un par de sitios donde deben colocar barreras si hay condiciones adversas para que el personal no pase.
Así que empezamos el camino más largo de los cortos recomendados, un sendero que nos debería llevar lo más cerca del glaciar que se puede llegar, el que dice que hora y media, ida y vuelta.

Como muchas veces la primera sorpresa es la de un letrero con las prohibiciones que hay antes de comenzar: no se puede ir en bicicleta y no se pueden utilizar drones. Ambas prohibiciones las volveremos encontrar durante todo el recorrido y ambas son muy sensatas.
Creía que lo de los drones sería porque quizás se te podía ir a un lugar de los que no se puede acceder y para recuperarlo entrases en territorio prohibido.

 

 

 

El recorrido va siempre por una buena pista y con muchos trechos con cuerdas a los lados para que no te salgas del camino. Y de vez en cuando un letrero que te lo recuerda acompañado de alguna noticia de periódico sobre accidentes de turistas en aquel lugar, al no hacer caso de las prohibiciones. Pero lo de los drones tiene otra explicación en un letrero con la prohibición: “Deja tu dron en tu coche, podría causar un choque con un helicóptero. El dron será confiscado y tendrás que pagar una multa de 5000$”.

Y es que es una de las principales excursiones que se pueden hacer aquí: una visita al glaciar en helicóptero y un paseo por él, los que se pueden gastar un montón de pasta.

Se ve una foto del glaciar en 2008 y otra en 2012: ha habido un gran retroceso de la lengua del glaciar. Y la información, que no es de una compañía de turismo de helicópteros sino del “Department of Conservation”, DOC, dice que “ahora los helicópteros son el único medio para llegar al glaciar con paseos guiados y así los oirás por encima de tu cabeza”.
Pero es que te puede pasar que llegues con el helicóptero y la niebla cubra todo el glaciar, como ha ocurrido durante parte del día.

Y para los que vamos andando por aquella senda añade que en verano te recomienda que vayas al mirador antes de las 8 de la mañana o después de las 6 de la tarde. Porque esto en temporada alta debe ser una romería dada la cantidad de gente que estamos hoy, en temporada baja y con una climatología que va a ir a peor.

Al poco rato de empezar te encuentras un mirador (que no es “el mirador”) desde donde ya se ve el glaciar. No será nuestro primer glaciar, pero es algo que hasta de lejos te impresiona.

Otra cosa que nos ha sorprendido en esta región son los grandes cantos rodados con manchas rojas. Ayer desde el autobús parecía como si las hubiesen pintado y hoy al verlas de cerca compruebo que deben ser líquenes, pero no tengo a nadie para confirmarlo.

La morrena del glaciar te da la impresión de un cataclismo: un dios furioso que se ha dedicado a romper la naturaleza con saña. Quizás no fuese un dios y sí un titán, que me parece que estos eran todavía menos comedidos.

Y así te encuentras con una señal doble muy curiosa: en una hay un señor al que le va a caer una gran bola blanca; en la segunda le caen varios trozos negros.
Obviamente la primera te previene del desprendimiento de nieve y la segunda del de rocas.

Vemos a una pareja con cuatro niños pequeños: no llevan paraguas, ni impermeables o chubasqueros, ni comida y solo una pequeña botella de agua y no demasiada ropa. No estamos a gran altitud, pero el peligro de lluvia es inminente y la bajada brusca de temperatura siempre es probable en la montaña. Así que me vuelve a sorprender la ligereza de algunos padres con respecto a la seguridad de sus hijos. Y es que ser abuelo te hace ser más precavido y cuidadoso.

Así llegamos al final de este recorrido donde te sitúas justo enfrente de la lengua del glaciar. Han colocado unas cuerdas para señalar al personal que no pase de allí. Afortunadamente parece que son muy respetuosos con las normas. Además, han colocado un inteligente letrero: “Es espectacular, ¿no es así? Pero no vayas más allá”.

Y a continuación describe los peligros a los que te enfrentas si sigues adelante. Y de nuevo un recorte real de un periódico que dice que el derrumbe del glaciar mató a unos turistas y la advertencia: “¡No cometas el mismo error! Permanece detrás de las barreras”. Y que si quieres estar más cerca del glaciar que vayas con un tour guiado. Y como estamos en Nueva Zelanda a nadie se le ha ocurrido partir el letrero en dos o por lo menos hacerle lo mismo a una figura recortada de un guarda forestal que está al lado y con el que el personal se fotografía. Ni siquiera le han colocado una horrorosa firma de grafitero indeleble, ni eso del corazón con rotulador con punta fina. Pero es que no es solo en este punto, es que en todo el recorrido no he visto ni un papel, ni siquiera un papelito, ni una lata, ni botella, ni bolsa de plástico, ni…Una maravilla de civismo.

Una joven pareja de alemanes me pide que los fotografíe con su cámara y aprovecho para que nos hagan lo mismo. Ella ha estado en España, pero riendo me dice que solo sabe decir en castellano “por favor, una cerveza”. Llevan viajando por Asia seis meses, pero la semana que viene regresan a su país. ¡Qué suerte poder hacer un viaje así siendo joven!

Después de hacernos una foto a apaisada y otra vertical el joven alemán nos dice algo así como “ahora una dramática”. Lo que me temía: nos hace una inclinando la cámara como un rombo. Hay mucha gente a la que les encantan las fotos de esta manera, pero a mí no. Pero nada, nada. Luego la veo y lo de “dramática” es que parece que nos estemos cayendo hacia la izquierda: nosotros y el mundo.

 

Me he quedado con las ganas de colocarla cabeza abajo: ¡más «dramática» todavía!